El peronismo busca -y no encuentra- al sucesor de Néstor

El peronismo busca -y no encuentra- al sucesor de Néstor

Con la lista ya completada, el Partido Justicialista encarará el tramo final de la etapa anterior a las elecciones internas del ocho de mayo. No habrá lista opositora.


El peronismo conformó finalmente su lista de unidad (¿definitiva?, porque hay tiempo hasta el 28), en la que José Luis Gioja (Pres.) y Daniel Scioli (Vicep. 1º) quedaron en los puestos más altos, secundados por Lucía Corpacci (Vicep. 2ª); Antonio Caló (Vicep. 3º); Leonardo Nardini (Vicep. 4º) y Rosana Bertone (Vicep. 5ª). Sin oposición a la vista, si no se modifica antes del 28 de abril, ésta será la conducción del peronismo después del ocho de mayo.

La lista, en realidad, más que de unidad, es de resistencia. Quizás valdría la pena denominarla de “resistencia a la dispersión”, que es el efecto que más temen los peronistas cuando llegan las épocas de pernoctar en el llano. Lo primero que hay que acotar es que no es una lista de poder. Gioja es un hombre en retirada: exgobernador de San Juan y, en ese carácter, jefe de la Liga de Gobernadores, al que un accidente en helicóptero confinó, en el fin de su segundo mandato, a su actual categoría de diputado nacional. Lo mismo podría decirse de Daniel Scioli, que fue el candidato presidencial derrotado por el actual presidente, Mauricio Macri, en una reñida elección. Esa condición de “mariscal de la derrota” envió al ex gobernador bonaerense a la condición de dirigente de segunda línea, que difícilmente podrá aspirar en el futuro a los primeros planos.

El poder reposa en la primera línea de los cargos secundarios y en el resto de la lista, que reúne a gobernadores, intendentes bonaerenses, legisladores y dirigentes de primera línea del peronismo de todo el país. Tanto, que sólo dos provincias quedaron afuera en la representación de los cargos: Córdoba y, paradójicamente, Santa Cruz. Están representadas, en cambio San Juan, Buenos Aires, Catamarca, Capital Federal, Tierra del Fuego, Entre Ríos, Santa Fe, Tucumán, Río Negro, San Luis, Salta, Jujuy, Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Santiago del Estero, La Rioja, Chubut, Mendoza, Neuquén y Corrientes.

Las vicepresidentes segunda y cuarta son Lucía Corpacci, gobernadora de Catamarca y Rosana Bertone, su par de Tierra del Fuego, que llegan con el aval de sus colegas de la Liga y serán las que lideren el proceso de recomposición de la fuerza elefantiásica que es el peronismo, que toma impulso de a poco y luego se vuelve difícil de frenar. El vicepresidente tercero será Antonio Caló, secretario general de la poderosa Unión Obrera Metalúrgica, que será uno de los líderes de las protestas que se vienen, ante el panorama del ajuste que abrió Mauricio Macri, en tanto que el vicepridente tercero será Leonardo Nardini, intendente de Malvinas Argentinas, vencedor del eterno Jesús Cariglino y uno de “Los 12 Apóstoles”, el grupo de jefes comunales bonaerenses que se espera que vuelva a llevar a la victoria al peronismo en su distrito más fuerte, en el que perdió el 25 de octubre, la avanzada de la derrota total, que llegaría casi un mes después en las presidenciales.

¿Era necesario poner al frente del PJ a dos figuras casi jubiladas en un período en el que lo azota una dura realidad? ¿No sería más productivo poner a los más activos, a los más lúcidos, en los primeros planos?

La respuesta a ambas preguntas es no, un no rotundo. Los jóvenes dirigentes son, casi todos ellos, dirigentes de peso en sus distritos, pero ninguno es el jefe fuera de éstos. Y en el peronismo sólo hay lugar para un jefe nacional y ése es un cargo que hoy está vacante a causa de una derrota que no estaba en los papeles de nadie.

Esta derrota, en primer término, jubiló a todos los “mariscales de la derrota”. En segundo término, abrió el proceso de sucesión de los jefes. Por eso, en estos momentos, está pasando un período de fuerte horizontalidad, lo que significa que cualquier cosa que baje de la conducción será desobedecida, cuestionada y archivada.

No es éste el momento en el que los que aspiran a ser la conducción del peronismo comiencen a ser desoídos en sus decisiones, porque en el peronismo la conducción se ejerce y las determinaciones se escuchan y se obedecen. La única limitación a este apotegma es que quien emite la decisión debe ser el jefe reconocido y hoy nadie lo es.

El fallecimiento de Néstor Kirchner terminó con el último jefe de Justicialismo, el hombre que tomaba decisiones y al que los demás seguían porque ejercía la conducción, favorecía a todos, era capaz de ganar y cuando ejercía el poder se llevaba a todos con él en su ascenso. Desde entonces, el peronismo ha ido vagando sin rumbo fijo, apoyado sólo en el ejercicio del poder en los distritos en los que aún gobierna, sin una política nacional ni una línea coherente.

Ésta es la razón por la que un muy elemental, políticamente hablando, Mauricio Macri, logró arrastarlos a una derrota impensable y devolverlos al llano.

Ahora, en la mayor de las soledades, llegó el momento de encontrar a un reemplazante de Néstor Kirchner, es decir, a un dirigente que sea capaz de conducir al peronismo de la crisis a la identidad primigenia, aunque adaptada a este tiempo. Si n o lo lograra, es posible que entre en una crisis interminable, como sus primos radicales, que se debaten entre ser furgón de cola de los grupos económicos o volver a ser el movimiento popular que alguna vez fueron.

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