El peronismo enfrenta el ajuste, mientras mide la debilidad de Cambiemos

El peronismo enfrenta el ajuste, mientras mide la debilidad de Cambiemos

Mientras los gobernadores se preparan para ir más lejos, aceptarán un ajuste inevitable.


Los gobernadores peronistas comenzaron a marcarle la cancha al Gobierno, advirtiendo que el ajuste tiene un límite, a la vez que también transitaron por los bordes sutiles que median entre la colaboración y el seguimiento acrítico.

El primer objetivo de los mandatarios fue alejar de sí aquel mote de golpistas que se les endilgó desde algún sector de la política en 2001, cuando transcurrían los días aciagos de Fernando de la Rúa, que debió soportar una rebelión popular tras una serie de desafortunadas medidas que erosionaron su base electoral. Aclarado eso, se mostraron reacios a aceptar el cruel ajuste que les propuso la Casa Rosada, que sin avisar suprimió el Fondo Federal Solidario –al que muchos llamaban “Fondo de la Soja”–, que repartía más de 35 mil millones de pesos anuales entre gobernaciones y municipios.

De todos modos, la sangre no llegará al río. Los gobernadores saben que el dinero no está y que sería inútil discutir sobre materias inexistentes. Por ello (solo por ello) aceptarán el recorte de sus gastos y rechazarán el enorme costo político que les propone un Gobierno que los jefes provinciales perciben que se encuentra transitando sus últimos estertores.

¿Existe vida (política) después del ajuste?

“Ajuste” significa que los ingresos se distribuyen a favor de quienes aportan dinero a las arcas públicas, que son así favorecidos por el Estado, porque se supone que la riqueza que generan “derramará”, además, sobre el resto de la población.

Quienes ajustan favorecen así la actividad económica, aunque sus votantes suelen tomar rumbos electorales divergentes con tales “protectores” y partir en busca de candidatos que se ocupen de ellos y no de los empresarios.

En el peronismo reina por estos días la dispersión, pero si existen quienes son capaces de comenzar a reunir a las tropas en la diáspora, esos son los mandatarios provinciales, que cuentan con inserción territorial (lo más importante), capacidad convocante y presupuesto para hacer política.

Claro, primero deberán superar la etapa “pelea de perros” en la que se encuentran sumidos los peronistas, que se muerden entre sí y llaman “mariscales de la derrota” a todos los dirigentes. Son las consecuencias del trauma pos-2015, que ya está comenzando a ser superado, aunque aún no surgen los nombres de los favorecidos. Es más, ni siquiera los favorecidos saben que lo serán.

En esta tarea titánica que se disponen a encarar, solo uno sobrevivirá. Es difícil colegir quién será the revenant, el sobreviviente al que le puso el cuerpo Leonardo DiCaprio, pero seguramente será un gobernador o, en segunda instancia, alguien designado por el colectivo que ellos conforman.

Reunión para distribuir y para reclamar

El martes último se reunieron, por tercera vez en tres semanas, los mandatarios provinciales peronistas. Estuvieron los más críticos con el Gobierno y se ausentaron, no casualmente, los opositores más cercanos al oficialismo: el salteño Juan Manuel Urtubey y el cordobés Juan Schiaretti, que dejaron en manos de sus colegas la rispidez y eligieron preservarse para las próximas batallas. El invitado especial fue en la ocasión el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, que abandonó su enclaustramiento, que llevaba varios meses.

El reclamo principal tuvo que ver con los temas de la economía, aunque no estuvo ausente la política. Esta se reflejó en el discurso que todos bordaron al final del cónclave, en las que se alejaron de toda connotación de presunto golpismo, habida cuenta de la habilidad de Macri y de Cambiemos en general para victimizarse. Algún guarro de los presentes, incluso, mencionó que “esa es su única virtud”.

Las medidas de ajuste del Gobierno, como la eliminación del Fondo Federal Solidario, acapararon la primera mitad de la reunión. No estuvo ausente tampoco el tema de las retenciones al agro y a la industria, ahora resucitadas.

Paralelamente, los mandatarios reclamaron ser convocados –el martes próximo podría ser la cita– para discutir los detalles del ajuste por el que tendrán que poner la cara. De todos modos, los voceros consideraron que la crisis autoinfligida por el Gobierno ha vuelto a sus funcionarios “cada vez más encerrados, menos dispuestos a dialogar con la oposición y hasta con sus aliados y alejados de la realidad”.

En la asamblea dijeron presente los gobernadores Juan Manzur (Tucumán), Carlos Verna (La Pampa), Gildo Insfrán (Formosa), Lucía Corpacci (Catamarca), Rosana Bertone (Tierra del Fuego), Alberto Rodríguez Saá (San Luis), Gerardo Zamora (Santiago del Estero) y Mariano Arcioni (Chubut). Además, estuvieron los vicegobernadores de Chaco, Daniel Capitanich, y de La Rioja, Sergio Bosetti.

Los diputados Graciela Caamaño (Frente Renovador) y Diego Bossio (Justicialista) y los senadores José Mayans (Formosa) y Miguel Ángel Pichetto (Río Negro) fueron también de la partida, al igual que los sindicalistas Omar Maturano (La Fraternidad), Andrés Rodríguez (UPCN), Rodolfo Daer (STIA) y Antonio Caló (UOM).

El gobernador Manzur, que ofició como vocero, cuestionó que tanto él como sus colegas se enteraron de las medidas de ajuste “por la televisión y los diarios”, a pesar de lo cual aseguró que “la gobernabilidad está garantizada”.

Massa también planteó que “lo primero sería que el Gobierno convoque a los gobernadores a una mesa de trabajo”, a la vez que se mostraba reacio a aceptar el acuerdo con el FMI.

Finalmente, el gobernador Rodríguez Saá interpretó que en esta coyuntura el Presupuesto “pasó a ser un tema menor”, a la vez que ironizó que, a este ritmo, “el FMI va a conocer el Presupuesto antes que los gobernadores”.

El ajuste permanente ya es un clásico en la Argentina, que cíclicamente (y pareciera que inevitablemente), se debate entre un Paraíso siempre esquivo y un Infierno que lo sucede.

¿Una postal de la Argentina que viene?

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