Noticias de la Casta Rosada

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Como no puede mostrar resultados, el presidente se embarca en pequeños conflictos.


El innecesario conflicto que desencadenó el presidente Javier Milei contra el país federal -que encarnan los gobernadores- ya ha generado imprevistas consecuencias. Algunos mandatarios provinciales están pensando en adoptar una serie de medidas defensivas, que podrían ir desde la denuncia del Pacto de San José de Flores, firmado entre la Confederación Argentina y la Provincia de Buenos Aires en 1859, hasta la secesión de sus estados, para el caso de que la agresión no amainara y lograran concitar el apoyo de otros de sus colegas. Este paso es aún lejano, pero ya estuvo en la cabeza de algunos, lo que significa un principio de disolución nacional muy peligroso.

En este marco, no habrá conflictos con provincias solitarias, sino con bloques regionales. La política no es una suma de reacciones temperamentales individuales. La política es cosa de conjuntos, un tema que no atraía el agrado de los funcionarios del Ministerio de Educación en tiempos de la dictadura, que llegaron al extremo de cuestionar las acciones colectivas, cualquiera fuera su objetivo 1.

Así, el discurso que brindó en el Congreso el presidente de la Nación el viernes 1° de marzo último, abundó en desatinos políticos de toda laya, aunque ninguno fue mayor a la convocatoria -ya minimizada por sus propios ministros- al Pacto de Mayo, para cuya firma convocó a los gobernadores a concurrir a Córdoba el 25 de mayo próximo. El presidente puso como condición previa la aprobación de los 668 artículos de la denominada “Ley Ómnibus”, un mamotreto armado por tecnócratas que no tienen la menor idea de lo que es la política. Por si esto fuera poco, en el Congreso, este mismo proyecto navegó en aguas turbulentas, hasta que se hundió definitivamente.

Un detalle no menor: ni siquiera el gobernador cordobés, Martín Llaryora -presunto anfitrión del hipotético Pacto de Mayo-, conocía de antemano la propuesta. Otro detalle adicional es que la convocatoria que realizó el presidente desde su atril en el Congreso tampoco había sido consultada con ninguno de los demás posibles invitados.

Este ciego avance del presidente, que se lanza al camino sin consensos previos con la odiada “casta” política, tampoco tiene destino cierto. Se sabe que el que convoca a otros dirigentes en soledad, lo hace porque luego intentará cosechar en exclusiva las mieses del éxito -en caso de que lo consiga-, por lo que ¿para qué irían quienes sólo oficiarían como socios menores y que sólo compartirían un eventual fracaso, porque si hubiera éxito, éste se lo atribuiría a sí mismo el convocante?

Un rebrote de antiguos conflictos

Los conflictos con “el interior” son proverbiales en la historia de nuestro país. La construcción de la Argentina en el Siglo 19 fue el resultado de una guerra cruel, en la que fueron asesinados casi todos los caudillos federales. No hay más que recordar a “los coroneles de Mitre”, Wenceslao Paunero, Ambrosio Sandes, Venancio Flores, Pablo Irrázabal, Ignacio Rivas y José Miguel Arredondo, que hicieron gala de una ferocidad sin límites, en especial después de las batallas, cuando los prisioneros inermes quedaban en sus manos y eran torturados y asesinados de manera brutal. Pregunte el lector por el significado de “la carbonera de Sandes”.

En los últimos años, desde que la democracia viene sobreviviendo a duras penas, existieron varios episodios de rebeliones de los gobernadores. El cuatro de julio de 1991, el mandatario de Río Negro, Horacio Massaccesi, asaltó el tesoro del Banco Central que estaba depositado en las bóvedas del Banco de Río Negro. Con ese dinero -que era aún menor a la deuda que la Nación tenía con su provincia- pagó los salarios de los jubilados y de la administración pública. El ministro de Economía que no pagaba era, en esos momentos, Domingo Felipe Cavallo, que fue el maestro de varios de los economistas que hoy acompañan a Javier Milei, como Federico Sturzenegger, que hoy sería el jefe de la banda de los “pagadiós”.

El 10 de noviembre de 2001, el entonces gobernador bonaerense, Carlos Ruckauf, advirtió -ante la deuda por coparticipación que acumulaba el Gobierno nacional- que tenía en mente adoptar “medidas extremas para defender los intereses provinciales”, entre los que no descartaba pedir el embargo de los bienes de la Nación situados en territorio provincial para cobrar la deuda. También mencionó la posibilidad de denunciar el Pacto de San José de Flores, que cedía autonomía a la provincia para el cobro de impuestos aduaneros.

En el mismo sentido, hace pocos días, Carlos Maslatón planteó -en la red del antiguo pajarraco azul que ahora cambió de nombre- que “reflotar las prerrogativas preconstitucionales y constitucionales del Pacto de San José de Flores de 1859 es el camino legal, pacífico, civilizado y liberal para frenar el totalitarismo antiliberal del estado federal que comanda el mesiánico retrasado de Javier Milei. Buenos Aires, con su propia moneda”.

El 30 de marzo de 2021, el gobernador de Mendoza -en ese momento no lo era-, Alfredo Cornejo, planteó que “cada vez tiene más sentido la idea de Mendoza y Córdoba de separarse del país”, en una entrevista con un diario porteño. También cuestionó la coparticipación federal. “Hay un movimiento en Mendoza y Córdoba. Son dirigentes del sector privado que creen que la Argentina los contagia y que de nada vale hacer las cosas bien en las provincias, porque las condiciones macroeconómicas se imponen”, para finalizar expresando que “hay gente que plantea autonomizarse”.

A este movimiento -Cornejo no está solo- se lo denominó el “Mendozaexit”, remedando el proyecto de la salida del Reino Unido de la Comunidad Europea, que fue bautizado “Brexit”. Si “exit” quiere decir salir en idioma inglés, ¿cómo deberían llamarse a sí mismos en su propia lengua los mendocinos que quieren escapar de la Argentina? ¿Salidoza? ¿Mendozalidores?

Repitiendo la historia provincial, aunque sea sólo desde la dialéctica, por ahora, el vicegobernador de Río Negro, Pedro Pesatti, se refirió a las duras palabras de Milei, que amenazó en una reunión de gabinete con “dejar sin un peso a las provincias”, planteando en sus redes sociales que “lo que dijo el presidente Milei es una provocación absoluta y lleva el país hacia un extremo del que podría resultar muy difícil volver. Si el presidente de la Nación amenaza con dejar a las provincias sin los recursos fiscales que le corresponden, las provincias, como las patagónicas, podrían dejar al gobierno nacional sin petróleo, sin gas y sin energía hidroeléctrica”.

Preocupado, el dirigente aclaró que “llegar a eso sería poner a la Argentina al borde de la disolución nacional o de una guerra civil y es lo que el presidente debiera considerar antes de expresarse con semejantes niveles de violencia, al utilizar la amenaza como método. Él tiene todo el derecho del mundo de mandar una Ley Ómnibus y pretender que el Congreso se la apruebe sin que los parlamentarios le modifiquen un punto o una coma. Pero también tiene el deber, como presidente de una república democrática, de aceptar la decisión que el Congreso tome, aunque no le guste”.

Más realista, el gobernador bonaerense Axel Kicillof manifestó que Milei “pareciera estar buscando una suerte de disolución, donde cada uno de nosotros tome medidas unilaterales para dar respuesta a situaciones injustas e ilegales. Está en juego también la unidad nacional y la Constitución Argentina”.

La respuesta del presidente de los argentinos fue apoteótica. “Si quieren conflicto, les vamos a dar conflicto. Pero, si quieren avanzar hacia una Argentina mejor, volvemos con la Ley Bases, le reponemos el capítulo 4, (el capítulo fiscal) y vamos al Pacto de Mayo”.

A veces pareciera que para el presidente la realidad que existe más allá de la “Casta Rosada” no fuera más que otra ficción, diferente pero similar a la que se vive adentro de ésta. La vida real es inaccesible para los ciudadanos de la burbuja.

¹ Asimismo se consideraba sospechoso y potencialmente «subversivo» a los «trabajos en grupo». En Córdoba en 1978 se llegó a prohibir la enseñanza de la matemática moderna, tanto en los colegios como en la Universidad. El argumento era que en la medida en que todo estuviera sujeto a cambio y revisión, se tornaba potencialmente peligrosa, ya que promovía el cuestionamiento. «Otra fuente de peligro era su base en la teoría de conjuntos, que enseña que los números deben trabajarse colectivamente, lo que va en contra de la formación del individuo», relataron Inés Dussel; Silvia Finocchio y Sergio Gojman, en su libro “Haciendo memoria en el país de Nunca Más”, publicado por la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA) en 1997.

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