Caso Guelman: El perro del asesino sería la clave

Caso Guelman: El perro del asesino sería la clave

El círculo se cierra sobre el asesino de Pablo Guelman, el rico ex gerente de los barcos-casino surtos en la Dársena Sur, junto a Puerto Madero. La clave es un perro con nombre humano.


Pablo Guelman, de 45 años, muy alto y de más de 220 kilos de peso, fue asesinado de un balazo del calibre 3.57 Magnum el último lunes 19 poco antes de las 23 en la calle John F. Kennedy y Demaría, frente a la plaza Martín de Álzaga y a una cuadra escasa de la embajada de los Estados Unidos, una de las zonas más vigiladas de la ciudad.

Noticias Urbanas informó en exclusiva que no se trataba de un ?accidente? en ocasión de un robo sino de un crimen premeditado, un asesinato por encargo. Lo que ha variado es que los investigadores homologan ahora el asesinato de Guelman por el magistralmente descrito por James M. Cain en El cartero sólo llama dos veces.

Tal como se adelantó, Pablo Guelman había cenado en la casa de su amigo Juan Carlos Vissio, un exportador de alimentos muy conocido por las almendras recubiertas de chocolate que llevan su apellido. Le había pedido que bajara con él y lo acompaña hasta que se fuera. El pedido venía a cuento de que una semana antes, luego de una cena similar, al momento de arrancar su Volkswagen Passat, un hombre se había abalanzado sobre el vehículo aferrándose fugazmente de la manija. Guelman había apretado el acelerador, librándose del acosador. Por el espejo retrovisor había visto, con sorpresa, que el hombre llevaba un perro. Sus amigos habían opinado que lo más probable era que el hombre del perro fuera un ?trapito?, pero esa posibilidad no lo había tranquilizado.

Esta vez, apenas se había puesto trabajosamente al volante, el hombre y su perro habían emergido de la oscuridad y él primero los había encañonado con un gran revólver que reflejaba sobre su superficie cromada la luz verdosa del alumbrado público. El asaltante le ordenó a Guelman que bajara, y seguidamente a ambos que le entregaran todo su dinero. Vissio le dio mil pesos y Guelman ochocientos, pero el hombre dejó caer el dinero al piso y le ordenó a Guelman que lo recogiera.

Sobrevino un instante de zozobra. Tan corpulento como un lobo marino, Guelman se inclinó lentamente. Cuando estiró el brazo para alcanzar los billetes, el asaltante le disparó cerca de la axila. Luego recogió el dinero, abrió el coche, y se metió en el mismo después de hacer pasar a su perro. Intento arrancar el Passat pero no lo consiguió, acaso porque era un modelo de caja automática, por lo que bajó y dando zancadas se perdió en la noche. En ningún momento soltó la correa del perro.

Guelman era contador y había desarrollado la mayor parte de su carrera en España, dónde se había vinculado con la empresa Cirsa, y particularmente con su principal accionista, Manuel Lao, quien lo puso al frente del barco-casino en 2004. Hacia meses que estaba viviendo en Barcelona, y si todavía no había regresado a la Ciudad Condal había sido únicamente por la suspensión de los vuelos que provocaron las cenizas del volcán islandés de nombre impronunciable.

Fue durante la gestión de Guelman cuando al primer barco se agregó otro, destinado a máquinas tragamonedas, y Cirsa se asoció con Casino Club, la empresa de Cristóbal López, un empresario vinculado con Néstor Kirchner desde hace muchos años.

Con grandes dotes para las relaciones públicas, Guelman era también una persona acomplejada por su gordura y con inestabilidades emocionales. Dispuesto a formar una familia a como diera lugar, se había casado hacia cuatro años con F. una mujer mucho más joven que él, ahora treintona. Luego de que a fines de 2006 Manuel Lao fuera sorprendido en el aeropuerto de Ezeiza cuando intentaba ingresar medio millón de euros en cajas que contenían jamones de cerdos ibéricos alimentados a bellotas y otras delikatessen, su estrella comenzó a declinar.

Sin embargo, su retiro de la dirección de los barcos-casino fue amistoso. Guelman estaba hecho: en una de las varias cuentas corrientes que se supone tenía, en la Caixa de Barcelona, atesoraba más de 900 mil euros, revelaron fuentes próximas a la investigación.

Como su esposa no le había dado el hijo que tanto deseaba, era su única heredera. Sin embargo, no ha podido tocar ese dinero que ha quedado interdicto en virtud de ser ella la principal sospechosa de haber instigado el crimen. Tal cual.

Sucede que los pesquisas rápidamente habrían podido establecer que la mujer, proveniente de una familia pobre de Salta, había conocido a su marido en un departamento en el que trabajaba. Guelman solía presentarla, ora como fotógrafa, ora como antigua empleada doméstica.

Al matrimonio habrían llegado tras una ardua y laboriosa negociación, uno de cuyos capítulos habría sido que ella gozara de una especie de retiro de alrededor de 20 mil pesos mensuales exclusivamente para sus gastos personales.

El otro capítulo fue qué hacer con el perro de ella, llamado Pedro, y al que la mujer solía llamar ?mi hijo Pedro?. Pablo no toleraba a los canes, y la salomónica solución a la que habría llegado habría sido dejarlo en un internado o guardería para perros.

Hubo un par de testigos que frecuentaban el domicilio conyugal que le dijeron a los policías de la comisaría 23ª y al fiscal Andrés Pérez que F. conservó un departamentito de soltera en la calle Gascón y que era muy habitual que ella, que despreciaba abiertamente a su consorte por su obesidad, alegara tener que ir a visitar a Pedro a la guardería canina en la que lo había dejado, para emperifollarse y salir con rumbo desconocido.

Los investigadores descubrieron rápidamente que la supuesta guardería canina no existe, y que F. iba en realidad a visitar a V., su amante desde muchos años, que muy posiblemente era lo que los castizos llaman macarra, los lunfas cafisho, cafiolo o simplemente fiolo, y los leguleyos, proxeneta. Los dettectives descubrieron que era V. quien le guardaba el perro, un mestizo del tipo que los lunfas llaman tajungapul y los castizos mil leches.

Parece que V. se había complementado con Pedro a las mil maravillas. Decíamos la semana pasada que los investigadores conjeturaban que el asesino amaba a su perro ?hasta el punto de llevarlo consigo a la hora de ejecutar algunos trabajos?. Ahora, todo les cerraría.

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