Con los chicos, no

Con los chicos, no

Las estadísticas no anuncian un futuro alentador. Bajar la tasa supone, urgente, para especialistas de la Defensoría del Pueblo que redactaron un informe, disminuir las muertes que se podrían evitar.


Corre una médica, una joven médica, y Mauricio Macri trata de poner en juego años de coacheo comunicacional, de entrenamiento en emociones, con el piano como cortina indiscutida, para decir: “Cuando ves a una partera entrando al hospital a las dos de la mañana es imposible no sentirte inspirado”. Lo que sobreviene es una seguidilla de escenas en las que los bebés y las incubadoras ganan pantalla. Entonces, Macri dice: “Cuando ves a un neonatólogo que se entrega al cien por cien te das cuenta que para traer una vida eligieron poner todo de la suya. O una asistente social que hace de mamá o de papá también, si es necesario. Todos sabemos lo que somos capaces de hacer por un hijo, pero qué lindo es ver que hay personas capaces de hacer eso mismo pero por los hijos de los demás. Gracias a estos fenómenos –señala el Jefe de Gobierno porteño a los uniformados de delantal que están a su lado– y a tantos más, logramos que la Ciudad de Buenos Aires tenga la tasa de mortalidad infantil más baja de la historia, más vida en Buenos Aires. ¿Se imaginan una satisfacción mayor para tanto esfuerzo?”. Como remate, se suceden placas amarillas en las que se afirma, por si no había quedado claro, frase tras frase: “En el 2010 logramos que la Ciudad de Buenos Aires tenga la tasa de mortalidad infantil más baja de la historia. A todos los que lo hicieron posible: gracias”.

Lo que en 2010 fue anunciado con bombos y conferencias de prensa, más allá de este spot del GCBA, que se mantiene incólume en YouTube, en 2011 se dio a conocer, siempre en términos de estadísticas oficiales, como una realidad un tanto más preocupante: las muertes se habían multiplicado. Fue así, claro, que ese año la oposición porteña salió a meterle una plancha al ingeniero xeneize. Con Juan Cabandié a la cabeza, se dedicó, también con bombos y conferencias de prensa, a criticar el triste pico de la mortalidad infantil con la ex Casa Cuna (hoy hospital Pedro Elizalde) como locación desafortunada. Y las cámaras bien prendidas. Es que cómo podía ser que la tasa de mortalidad infantil hubiera subido. En tanto, de 2013 –las estadísticas tienen un ritmo parecido al de ciertas leyes, van por detrás de los hechos– no habrá cifras hasta entrado el año que viene. Y de 2012, probablemente las haya promediando la segunda mitad del año. De todos modos, más allá de las estadísticas, hay cuestiones que deberían llamar la atención en el sistema de salud, pese a que se trate de asuntos bastante arraigados en la historia del sector. Salud y naturaleza, en la Ciudad, parecen ir de la mano.

Según estimaciones de la Defensoría del Pueblo, en la Ciudad, en promedio, 361 niños mueren por año antes de cumplir los doce meses de vida. ¿Alarmante? Casi la mitad de esos decesos, a saber, podría evitarse. Fuerte. Según datos provistos por la Dirección General de Estadística y Censos del Ministerio de Hacienda del GCBA, la tasa de mortalidad infantil, esto es, la cantidad de fallecimientos de niños menores de un año de vida, en un lugar determinado, por cada mil que nacieron vivos durante un año calendario, se había incrementado en 2009 en un 14 por ciento respecto al año anterior, mientras que en 2010, motivo de festejo Pro, alcanzaba al 6,7 por mil. Pero en 2011, que es el año que debe prender el alerta, la tasa creció en un 27 por ciento y alcanzó a 8,5 de cada mil niños nacidos en la Ciudad. Así, la tasa de mortalidad infantil de 2011 superaba en un 27 por ciento a la registrada en 2010, siendo similar al pico observado en 2004 (ver cuadro estadístico de defunciones infantiles). Ahora bien, hace dos años, las muertes infantiles evitables, que son sobre las que los entendidos en la materia insisten hay que trabajar denodadamente, representaron casi la mitad de estos decesos, esto es, un 46,3 por ciento del total, y respecto a la división entre los niveles neonatal (primeras cuatro semanas de vida) y posneonatal, los números apuntan a un 55,7 y un 30,2, respectivamente. De acuerdo a estimaciones del organismo de contralor porteño, de las 376 defunciones infantiles ocurridas durante 2011, unas 109 podrían no haberse dado. Muertes evitables, por ahí va la cosa.

La Defensoría del Pueblo ya propuso una serie de recomendaciones a la cartera de Salud porteña. Porque, como ya se mencionó, el panorama puede empeorar. Y de seguir así, siempre se podrá estar peor. En ese sentido, se planteó desarrollar los dispositivos necesarios para conocer las causas del aumento de la mortalidad infantil en el año 2011; investigar los motivos de la fuerte caída de la mortalidad infantil, a expensas del componente neonatal en el año 2010; implementar en todo su alcance las normativas aprobadas tanto por el Poder Ejecutivo como por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Resolución 1.137/11 (Ministerio de Salud) y Ley 3.968/11; investigar las causas de cada una de las muertes evitables ocurridas en el año 2011; implementar el establecimiento de un mecanismo de monitoreo y evaluación sobre los efectores de la seguridad social y el sector privado, donde ocurren alrededor del 50 por ciento de las muertes infantiles, y disponer del número adecuado de especialistas en neonatología y enfermería especializada acorde a lo dispuesto en la Resolución 1.137/11.

Hablemos de una vez de la normativa. La Resolución 1.137/11 del Ministerio de Salud, en esos tiempos –bastante convulsionados para la Salud pública porteña– conducido por Jorge Lemus, dispuso regionalizar la atención del recién nacido de bajo peso para abordar su tratamiento con mayor eficacia. Esta norma lamentablemente está sin implementarse porque requiere de la incorporación de 150 enfermeras especializadas, un objetivo que, por caso, para la Defensoría porteña, el Ejecutivo de la Ciudad está en perfectas condiciones de concretar. Lo que falta, entonces, es voluntad.

Por su parte, la Legislatura de la CABA sancionó la Ley Nº 3.968 en noviembre de 2011, que estableció un sistema de vigilancia y auditoría de muertes infantiles en los tres subsectores del sistema de salud: público, de la seguridad social y privado. Un mes después, el cuerpo aprobó la Ley Nº 4.076, que creó un comité de análisis, estudio e investigación de la mortalidad materna e infantil, pero en julio de este año esta norma fue derogada por la Ley Nº 4.227. Así que lo que existe como herramienta legal, que es poco y nada, tampoco se aplica. Va a estar complicado Buenos Aires.

Claudio Bosch, maestro en Ciencias Sociales con mención en Sociedad y Servicios de Salud (Flacso), vuelve sobre la importancia de la regionalización, dispuesta ya hace dos años por el propio Ministerio de Salud. “Además de los nombramientos, que nunca se efectivizaron, se está desfinanciando el sistema de salud en, por ejemplo, cargos de enfermeros que ya estaban. De esa manera, se están afectando las terapias intensivas no solo de niños sino de adultos también. No es lo mismo una enfermera cada dos camas que cada diez. La regionalización, además, suponía que la atención de los nacimientos de alto riesgo se concentrase en cinco hospitales cabecera, de alta complejidad, como el hospital Fernández”, explica quien fue hace unos años director nacional de Sida y ETS y de Coordinación Sida GCBA.

A su vez, Bosch vuelve sobre las muertes evitables. Expone: “Muertes prácticamente inevitables son las de aquellos niños que nacen con 600 gramos, muy prematuros y con alguna enfermedad congénita grave. Ahora, fuera de lo neonatal, haciendo foco en las muertes posneonatales, es grave que estas sigan creciendo, que se proyecten; porque lo que importa y hay que leer en perspectiva cualitativa son las tendencias, aquellas vinculadas con las condiciones de vida, condiciones que hacen que en invierno las familias de estos niños que terminan muriendo se calefaccionen con estufas a kerosene y después los chicos terminen con bronquitis. Cuando nos enteramos de casos de chicos que mueren en los hospitales producto de vómitos o fuertes diarreas, tienen que ver con esta situación: los vómitos y la diarrea son la punta de un iceberg. Casi la mitad de estas muertes se podrían evitar justamente porque sus causas son evitables. De esa manera, podríamos acercarnos a los números de, sin ir muy lejos, Chile, que tiene un umbral de mortalidad de 5 por mil, como Cuba o Costa Rica”.

Por último, el referente del Área de Derecho a la Salud de la Defensoría considera un dato que no es menor. No es menor si lo interpreta desde la lupa cualitativa. Expresa: “Buenos Aires no es lo mismo que Jujuy. Manejamos las mismas cifras de mortalidad que Tierra del Fuego pero eso, por sí solo, no nos dice nada. Sin embargo, si tenemos en cuenta que en la Ciudad hay 30 hospitales, que se trata de un distrito formador y que en el resto del país, en su generalidad, la mortalidad infantil viene bajando, eso sí debe decirnos algo: que las cosas acá no están bien. Y no lo van a estar mientras este escenario permanezca como está. Con dos agregados: la utilización política de las cifras, que hace que de un lado estemos en condiciones de lamentar un desastre, y del otro, de ensalzar a la Ciudad como si fuera Suiza. Y la asimetría norte-sur: la mortalidad de comunas como la 8 (Villa Soldati, Villa Riachuelo y Villa Lugano) y la 4 (La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya) duplican la de la 13 (Núñez, Belgrano y Colegiales) y la 14 (Palermo). La Ciudad no es homogénea y las políticas públicas deben asumir esa condición. Estamos lejos de la tasa de mortalidad de Recoleta, del 3 por mil. Y lo estaremos”.

Te puede interesar

Qué se dice del tema...