Por estas horas, ya se habla de la filtración de datos “más grande de la historia”. Tan grande, que ni el Presidente de una Nación puede defenderse por sí mismo. Los datos que desprenden las cuentas de Mossack Fonseca ya lograron que el primer ministro islandés, Sigmundur David Gunnlaugsson, implicado en los “papeles de Panamá” por haber tenido una empresa en un paraíso fiscal, renuncie a su cargo.
En el caso argentino, el presidente Mauricio Macri otorgó una entrevista al diario cordobés La Voz, en su intento por aclarar la situación. Sostuvo que todo su accionar fue “legal” y que no aparece en su declaración jurada ya que él no era el director, sino su padre. De esa manera, eligió desligarse y posar toda responsabilidad a su padre, aunque aclaró que “está todo perfecto, no hay nada extraño en esa operación declarada ante la DGI argentina; porque mi padre lo hizo con recursos genuinos que él tenía en Argentina”.
A continuación, fue su jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien tuvo que hablar al respecto, aunque no de manera intencional, ya que se vio casi obligado a hacerlo en medio de una conferencia de prensa donde presentó las iniciativas en torno a la seguridad, el Ministerio Público Fiscal, entre otros.
En ese contexto, Marcos Peña también decidió utilizar la misma estrategia que Mauricio: focalizar toda la “culpa” en el empresario, ex dueño de SOCMA, y padre del Presidente, Franco Macri. En esa línea, aseguró que “las pruebas que se remite es un tema de Franco Macri que comunicará sus declaraciones juradas”.
En conclusión, la estrategia gubernamental para afrontar las filtraciones del “Panamá Papers” se sostienen sobre Franco Macri, quien carga con toda la responsabilidad de la supuesta empresa off shore, y de esa manera mantiene cierto equilibrio dentro del Gabinete.
