Unión por la Patria es Massa + diez

Unión por la Patria es Massa + diez

Opinión.


Sergio Massa no tiene jefes políticos en el país y no consta tampoco que los tenga fronteras afuera. En el peor de los mundos asumió como ministro de Economía de todos los argentinos cuando el gobierno que él integraba estaba cercano a volar por el aire con el riesgo que ello implicaba para la Nación y su gente. Entró al Frente de Todos -al final- como socio minoritario, y terminó conduciendo a todos para llevar el barco a puerto, y encima siendo electoralmente competitivo. Es su pasaporte a las grandes ligas.

Decir que Massa es kirchnerista es una vulgaridad, es ignorar por completo su vasta trayectoria, los puntos de inflexión que generó en el sistema político argentino y cómo funciona la velocidad de esa cabeza en la acción que desarrolla. Es algo bien sabido por cualquier iniciado en política. Pero a quince días de un balotaje parecería ser lo más fácil y recurrente para algunos políticos opositores y algunos medios, mantener vivo el cuentito del candidato kirchnerista (como sí era Wado De Pedro, por ejemplo) más que analizar objetivamente qué puede hacer Sergio Massa sentado en el sillón de Rivadavia.

Para eso también habría que definir bien que significa ser kirchnerista en estos días y eso se verifica prácticamente en una sola cosa. Trabajar políticamente bajo la tutela de Cristina Kirchner y todo lo que eso implica, algo que los argentinos tenemos bien aprendido a partir de sus dos presidencias y de la última -pésima- apuesta en favor de Alberto Fernández.

En segundo término, si nos referimos al kirchnerismo amplio y sectorizado, existe La Cámpora con Máximo Kirchner a la cabeza, que ya cuenta con algunos años de centralidad administrativa, pero en la proyección política carecieron de audacia y generosidad dejando un desarrollo trunco que tendrá necesariamente un nuevo devenir.

En los últimos días fue bastante ilustrativo el relato del ex ministro de Cultura de Mauricio Macri, Pablo Avelluto, al haber confesado que ya “no toma más la droga del antikirchnerismo rabioso” que consumía en su época macrista. Hacía referencia a la torpeza que significa hoy en día acusar de “kirchnerista” a todo aquél que no coincide con el pensamiento de uno, como sinónimo de “peligroso”. Y justo ahora que el sector apuntado está en franco retroceso, y el peronismo ampliado está pariendo un nuevo líder de características absolutamente diferentes.

Una breve descripción del kirchnerismo en sangre de Sergio Massa nos puede remontar diez años atrás, cuando el 22 de junio de 2013, oficializaba junto a diez intendentes de la Provincia de Buenos Aires la candidatura a diputado por su flamante creación: el Frente Renovador. El 28 de octubre de ese año, Massa demolía al kirchnerismo (FPV) de Martin Insaurralde, por 43 a 31%.

Ese resultado definió la caducidad como Presidenta en 2015 de Cristina Fernández, quien tuvo que abandonar todos los proyectos –nunca confirmados- para reformar la Constitución y seguir compitiendo por la primera magistratura. Aquél Massa –como hoy- centraba su discurso en mejorar el tema inflacionario y en la inseguridad, teniendo como vidriera la gestión en el municipio de Tigre, en la que aplicó cambios sustanciales con obras, seguridad y desarrollo cultural.

Ese día del triunfo de Massa y de la derrota kirchnerista, Mauricio Macri proclama su candidatura a Presidente, algo que lograría dos años más tarde en un apretado balotaje contra un kirchnerismo que no tenía candidatos firmes para la elección general del 2015, y en la que finalmente fue nominado y saboteado a la vez, Daniel Scioli.

Massa entre tanto se presenta a esa elección, tras una primaria en la que vence al fallecido dirigente cordobés, José Manuel de la Sota, con el sello Una Nueva Alternativa (UNA) junto al salteño Gustavo Saénz, hoy gobernador provincial, y saca casi cinco millones y medio de votos. Otra vez el FR actuando como cuña del proyecto kirchnerista, tabicándolo e impidiendo su consolidación. Massa seguía militando y agrandando la “ancha avenida del medio” con la que pretende desde hace diez años romper la grieta entre los K y los antiK.

La Cámpora le dedicó una canción: “No pasa nada, no pasa nada, si todos los traidores se van, se van con Massa”. En los continuos tiroteos verbales de la época el tigrense les contestó que iba a echar a todos los “ñoquis” de esa agrupación. En el 2014, Massa en una recordada pegatina de afiches en el Gran Buenos Aires, colocó la leyenda “Faltan 500 días”, se refería a lo que restaba para que se fuera Cristina del poder.

Podríamos seguir mucho tiempo relatando la falacia de “el kirchnerismo de Massa” pero la historia, al menos para los que la vivimos, es bastante contundente. Sus primeras armas las hizo en la Unión de Centro Democrático (UCEDE), luego sucedió como intendente de Tigre a Ricardo Ubieto, quien gobernó durante la dictadura y luego 19 años en democracia con su partido Acción Comunal. Fue el gestor del despegue de Tigre, a quien Massa respetó y en quien se inspiraría para concretarlo luego. Antes Massa gestionó la ANSES de Eduardo Duhalde y la de Néstor Kirchner para luego volver al pago chico. El plato fuerte en su historia política disruptiva, lo ejerció del 2013 hasta aquí. Por ejemplo dándole gobernabilidad desde todos los ángulos a una desagradecida María Eugenia Vidal, que en los últimos días se sumó al coro “Macri/Milei” tildándolo de “kirchnerista”, cuando en realidad le resolvió todo lo que pudo de su olvidable gobierno provincial.

El kirchnerista Massa no existe. Ganará o perderá el próximo 19 de noviembre, pero no es por ahí que hay que buscarlo. Los kirchneristas tuvieron jefe y jefa. Massa es su propio jefe, y veremos si gana en noviembre quienes serán sus socios en su proyecto de unidad nacional.

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