Una centroizquierda divisible por sí misma

Una centroizquierda divisible por sí misma

Parece una maldición que se reitera, pero los frentes de centroizquierda no duran. Pino convoca a Lilita, Bodart se va. Binner convoca a Pino y Lilita y Lozano se va. ¿Realmente esperan ganar así?.


“Esta grabación se autodestruirá en cinco segundos”. La emblemática frase, que seguramente recordarán muchos mayores de 50, se escuchaba al comienzo de la mítica serie Misión Imposible, en la que un grupo especial de alguna agencia de espionaje norteamericana lograba modificar situaciones que parecían, precisamente, imposibles de torcer.

La metáfora viene a cuento porque en la Ciudad de Buenos Aires las alianzas de la centroizquierda que se están pergeñando parecen enfrentar situaciones de autodestrucción incluso antes de haber nacido. Suele ocurrir con los frentes progresistas, que sería preferible para ellos mantenerse siempre en al plano testimonial antes que mutar en coaliciones, que saltan en mil pedazos antes de lograr objetivos mínimos. Bastaría recordar dos casos emblemáticos, que demuestran esta tesis sin demasiado esfuerzo.

El primer caso remite al año 1999, cuando agonizaba -literalmente- la década menemista y surgía la Alianza que encabezaban Fernando de la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez. Aún persiste en el recuerdo de los argentinos el final de aquella experiencia, que culminó con los fuegos del 19 y 20 de diciembre de 2001, que provocaron 35 muertos y la huida de de la Rúa en helicóptero.

La segunda experiencia tiene que ver con la propia Ciudad de Buenos Aires, en la que Aníbal Ibarra fue elegido como jefe de Gobierno por dos ocasiones consecutivas, la primera en 2000 y la segunda en 2003. El incendio de un una mediasombra en el microestadio “República Cromañón”, que provocó 198 muertes, aparecería en primera instancia como un motivo insuficiente para provocar la caída de un jefe de Gobierno, pero la ausencia de cohesión política en la alianza progresista que rodeaba la gestión de Ibarra fue el verdadero detonador de su caída, más allá del justo reclamo de los padres de los jóvenes que fallecieron en el incendio.

En 2013, la dispersión -herencia fatal- parece que volverá a ser la opción inevitable del día siguiente al 27 de octubre. Para empezar, el Frente Amplio Progresista de esta ciudad ya dejó de ser amplio. La incorporación del dueto Elisa Carrió y Fernando Solanas motivó el portazo de la CTA, que encabeza aquí Claudio Lozano, que no aceptó su incorporación y se retiró del frente que encabeza por ahora el socialista Hermes Binner. “No va a haber FAP en la Ciudad, porque si el espacio nació como una opción de centroizquierda y una propuesta de gobierno distinta, no tiene sentido sumar a la variante más conservadora de la oposición”, justificó Lozano.

Tampoco Solanas las tiene todas consigo. El legislador del MST Alejandro Bodart aseguró el sábado, al finalizar el Congreso de su partido que “hubo una unidad total en rechazo a esa alianza porque Carrió le imprime un giro a la centro derecha”. El dirigente socialista llamó a la centro izquierda a buscar la “unidad para un proceso superior al chavismo en Venezuela” para lo que repudió a los que como “ellos -la oposición al Gobierno nacional- dicen que hay que ser Capriles y eso es ser de derecha”.

Pero ni siquiera Lilita Carrió llegó con una Coalición Cívica ilesa. Alfonso Prat Gay, el economista que fue antes directivo del Citibank y luego presidente del Banco Central de Néstor Kirchner, abandonó nuevamente una opción política y diseñó una extraña coincidencia con la izquierda dura -al menos, en el plano declarativo- de Humberto Tumini y Victoria Donda, lo que significó que su continuidad en la CC resultara imposible.

María Eugenia Estenssoro, por su lado, se encuentra analizando su incorporación a una ligazón similar a la de Prat Gay. Ambos evalúan coaligarse con el radicalismo, para lo cual ya se mostraron en algunas ocasiones con algunos de los principales dirigentes radicales, como Ricardo Alfonsín y Ricardo Gil Lavedra. Otro ex radical y ex Coalición Cívica, hoy titular del partido Podes, Sergio Abrevaya, también sería de la partida -nunca tan oportuna la expresión- y saltaría desde su puesto en el Gobierno de la Ciudad a la coalición. También será bueno recordar un salto en sentido opuesto, el de Silvana Giúdici, que también fue cobijada por el Pro con un lugar en el Estado porteño y que por ello fue expulsada de la UCR en los primeros días de marzo.

Tanta dispersión conspira contra las posibilidades de la centroizquierda para derrotar a las opciones que van a oponer en el distrito el Pro y el kirchnerismo, pero por lo visto más peligroso sería para ellos un triunfo, que los obligaría a cohesionar una propuesta que podría autodestuirse en cinco minutos.

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