La crisis peronista tuvo su expresión en Ferro, pero el verdadero león no se rinde

La crisis peronista tuvo su expresión en Ferro, pero el verdadero león no se rinde

Trasvasamiento y actualización política y doctrinaria o muerte.


El peronismo es un partido político, un movimiento político-social, una mística de cambio, una expresión de la nacionalidad argentina, un grito de la tierra, un folklore popular y el emergente de una Patria que muchas veces debe ser reestructurada tras del paso de los huracanes provocados por el accionar de gobiernos irresponsables y entreguistas, que no construyen Nación.

Tras cumplir 79 años desde su creación, el peronismo atesora una historia que va desde el ejercicio del poder a la clandestinidad más absoluta; desde la resistencia entre 1956 y 1973, al exterminio del 50 por ciento de sus cuadros después de 1976; del bombardeo contra el Pueblo en 1955 hasta la alegría del regreso del líder a la Patria y la vuelta al gobierno tras 18 años de múltiples crueldades represivas, que no excluyeron ni la picana, ni las desapariciones, ni los fusilamientos. Estos pronunciados altibajos en su historia dan cuenta de una intensidad política y de una indomable determinación, que en los últimos años se volvió ovina mansedumbre.

Tras la última dictadura, la más violenta de todas, que destruyó el modelo de substitución de importaciones y envió al hambre a miles de trabajadores y obreros y casi acabó con el aparato productivo e industrial, el peronismo alternó entre la claudicación liberal de Carlos Saúl Menem y el modelo desarrollista que supieron construir Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. A estos dos les sucedió el modelo progresista-populista de Cristina Fernández de Kirchner, que desde entonces desarrolló un incómodo liderazgo, en parte por su condición de líder femenina y en parte por su heterodoxa manera de entender al peronismo, que trajo divisiones internas, portazos furiosos y la adhesión de un sector importante de la clase media, que de todos modos, en 2015 eligió a Mauricio Macri y en 2023 optó por Javier Milei.

El resultado de la crisis de representación actual del peronismo, proviene exclusivamente de los muchos años de cancelación de la participación interna y por las arbitrarias decisiones de una dirigencia que antepuso supuestos resultados electorales -que tampoco fueron brillantes- a la voluntad popular. Esta falta de democracia interna llevó a su propuesta a languidecer y a entronizar a una oligarquía partidaria que no representa a sus bases.

Milei, paredón y después

El último viernes 22 de marzo, en medio de un panorama desolador, el Partido Justicialista convocó a su Congreso Federal. Algo menos de 500 delegados de casi todas partes del país se reunieron en el gimnasio “Héctor Etchart” del Club Ferrocarril Oeste para debatir acerca del futuro.

Los resultados fueron muy pobres. Lo único positivo fue que el Congreso se realizó, aunque el hielo político no se haya derretido. Si 500 militantes de todo el país viajaron a Buenos Aires para un congreso, quiere decir que aún queda algún jirón de aquella mística que en algún momento distinguió al peronismo. Aunque se haya elegido postergar -quizás con cierta sensatez- las discusiones de fondo, que de todas maneras se están produciendo y durarán y se profundizarán por un largo tiempo.

Al expresidente de la Nación, Alberto Fernández -que también lo era del PJ- se le concedió una licencia que nunca solicitó, como sí había solicitado ser designado en esa responsabilidad. El único objetivo de Fernández, que asumió ese cargo el 23 de marzo de 2021, fue el de neutralizar la crítica interna, porque durante su mandato partidario el PJ sólo sirvió para ser la sede de algún evento social, acompañado por una casi nula actividad política.

La expresión de su crisis actual es que los cinco vicepresidentes -Axel Kicillof, Cristina Álvarez Rodríguez, Analía Rach Quiroga, Juan Manzur y Lucía Corpacci- quedaron a cargo de conformar una Mesa de Acción Política para el Modelo Argentino, que convocará a elecciones en el término de un año, cuando venzan los mandatos de los integrantes del Consejo Nacional del que ellos mismos forman parte.

Entretanto, deberán convocar a una serie de personajes que abandonaron el colectivo peronista para ir a pernoctar por otros andurriales, como Guillermo Moreno -que jamás dejó de ser un militante-; como Miguel Ángel Pichetto -un cuasi traidor, según la visión de algunos presentes- y como los “cordobesistas” del finado José Manuel de la Sota, Juan Schiaretti y Martín Llayora, que se encuentran cerca del menemismo y profesan una suerte de liberalismo vergonzante, ese mismo que les permitió ganar Córdoba en 1999 y mantenerse en el poder desde entonces, con algunas genuflexiones en su transcurso, como entregarle la provincia primero a Mauricio Macri y luego a “Jamoncito” Milei.

El resultado de la convocatoria a los hijos fugitivos del movimiento sólo sería posible si se recuperara la vida democrática interna y la dirigencia abandonara sus aires oligárquicos. Si tuviera éxito, el peronismo, que desde hace 35 años es una confederación de partidos provinciales -casi una franquicia-, acentuaría esta condición, conformando una red de intereses, hoy quebrada desde hace años. En estos días, los gobernadores miran la política desde sus provincias, asociándose a algún proyecto nacional con más reticencia que voluntad de pertenecer. Las elecciones del año pasado, que comenzaron en febrero y culminaron en noviembre son un paradigma de esta afirmación. Cuando todas se unifiquen en una fecha determinada, quizás la situación cambie.

La Mesa, entretanto, también estableció una panoplia de cinco objetivos políticos principales:

– ganar las elecciones legislativas de 2025
– recuperar un “auténtico federalismo de concertación”
– “recuperar y potenciar adecuadamente nuestro sistema científico-tecnológico para que podamos aplicarlo a la explotación racional y beneficiosa de nuestros enormes recursos naturales”.
– “la rápida promoción de un desarrollo con justicia social y una adecuada distribución de la riqueza. Ambos procesos deben ser simultáneos ya que la concentración de la riqueza en unas pocas manos, para un supuesto derrame posterior, es una ilusión en la que no se puede caer”.
– Por último, se convocó “a las instituciones libres del pueblo, al movimiento obrero organizado, a los partidos políticos y a los movimientos sociales que integran el campo nacional y popular, a hacer el esfuerzo necesario para concretar el anhelo de hacer realidad la felicidad del pueblo”.

Todos estos enunciados están muy bien y forman parte de la mejor tradición del peronismo, pero esto fue sólo lo formal, porque se debería haber dejado en claro que ninguno de todos estos loables objetivos fue alcanzado en los cuatro años que mediaron entre 2019 y 2023, cuando el peronismo estuvo en el Gobierno y protagonizó la peor performance de su historia.

En realidad -y no podía ser de otra manera- adentro del Congreso se produjo una no menos loable catarsis, cruzada por una serie de fuertes reproches y por la reedición de viejos conflictos internos que la falta de democracia partidaria había mantenido larvados hasta ese día. Estos ataques de horizontalidad son frecuentes cuando el peronismo pierde, porque una dirigencia derrotada debe arriar su soberbia y su nivel de rosca, ya que las bases peronistas no se distinguen por su tolerancia a las oligarquías partidarias.

Aunque se lo nombró poco a lo largo de las conflictuadas deliberaciones en Ferro, Javier Gerardo Milei estuvo presente en casi todas las intervenciones, aunque fuera tácitamente. A apenas seis kilómetros de allí, entretanto, el presidente libertario seguía gobernando como si nada. Ésa es la realidad con la que los peronistas lidian en estos días y lo harán de mala manera, desacostumbrados como están a ser espectadores pasivos de una realidad que hoy se muestra lacerante.

Para el final quedó la convocatoria a la unidad, “sin la cual, todo es imposible, pero con la cual no es suficiente”. La unidad no debería haber sido ni siquiera nombrada, porque es obvio que es imprescindible. Lo particular es para qué sirve la unidad, con quiénes, para qué proyecto, para qué futuro.

Las incógnitas se irán develando en los próximos meses, pero el peronismo pelea por su supervivencia como hacía muchos años que no ocurría.

Como dijo el General Perón en 1970, o hay trasvasamiento generacional y actualización política y doctrinaria o el futuro es obscuro.

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