Randazzo, entre la ambición y la escasez

Randazzo, entre la ambición y la escasez

Al exministro de Transporte le cuesta aglutinar a su tropa detrás de su postulación. Los apoyos y las fugas. El fantasma de CFK y los posibles comodines de la expresidente que podrían competirle.


Tal vez cuando el año pasado Florencio “el Flaco” Randazzo coqueteaba con jugadas mediáticas que apuntaban a que iba a ser la cara del peronismo opositor contra Macri, no pensaba que se le iba a hacer tan difícil aglutinar a la tropa detrás de su candidatura. La reflexión más lógica era, por aquel entonces, que el PJ sediento de nuevo liderazgo poskirchnerista iba a auparlo. Eso no estaría pasando.

El exministro de aquel enjambre que fue la fusión de Interior y Transporte en 2012 no despega en las encuestas ni tiene una fila de dirigentes arengando su salida a la cancha. Más allá de su persona, tiene una enemiga difícil: Cristina, la dueña de los votos.

Es que los números no dan lugar ni siquiera a interpretaciones ambiguas: en el conurbano (que concentra el 70 por ciento del electorado bonaerense), la expresidenta encabeza las preferencias electorales, y en la Tercera Sección acaricia los 40 puntos ella solita. Aunque su nombre finalmente no termine figurando en la boleta, ese magnetismo hace que el kirchnerismo más duro (cuyo eje es La Cámpora) tenga hoy una posición de fuerza para negociar que era impensable hace un año, cuando brotaban de la TV imágenes de Lázaro Báez y José López.

“Varios dirigentes se le están yendo con Cristina, porque ella divide todos los Concejos Deliberantes, y de a poco los intendentes se van a ir alineando con ella para evitar la complicación en el distrito”, explica un operador del kirchnerismo, que recuerda que tras la victoria de Cambiemos en 2015, más de un jefe comunal del PJ vio disminuir su mayoría en el bloque de ediles propios. Incluso hubo casos en los que perdieron el quórum, como el eterno Julio Pereyra en Florencio Varela.

Hasta ahora, ¿cuál es el mapa de poder del exministro kirchnerista? Si bien al principio dialogaba con todos, su anclaje territorial no trasciende mucho más que el denominado Grupo Esmeralda y el Movimiento Evita (el Chino Navarro y Jorge Taiana suelen reivindicarlo en los medios). Pero nada es tan simple: los Esmeralda también tienen grietas internas y los motivos no son más que el poder de fuego de Cristina.

“En Lomas de Zamora, Cristina mide 38 puntos”, explican desde el peronismo, y es el motivo principal por el cual su intendente, Martín Insaurralde, estaría desmarcándose gradualmente del Grupo Esmeralda –club político que fundó y al cual le puso el nombre por la calle en la que se sitúan sus oficinas porteñas–. Lo mismo ocurre con otros jefes comunales bonaerenses, que prefieren dos años de paz en sus concejos deliberantes alcanzando una lista de unidad que la incertidumbre de la aventura randazzista.

Al hombre de Chivilcoy lo sostienen los intendentes Gabriel Katopodis (San Martín), Juanchi Zabaleta (Hurlingham) y Bali Bucca (Bolívar). También aportan apoyo simbólico los gremios del Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA), con los taxistas de Omar Viviani a la cabeza. Pero desde La Cámpora saben que estos respaldos pueden ir desvaneciéndose: “En 15 días se empiezan a discutir lugares, y si el Flaco no sale a definir, sus intendentes van a “primerearlo”. No van a dejar que les decidan todos los cargos para legisladores provinciales”, apunta un cristinista.

Randazzo avaló públicamente la idea de dirimir candidaturas en primarias abiertas. Él apuesta a que el voto independiente se vuelque a su favor y que, como ocurrió en las PASO porteñas del Pro (cuando dirigentes kirchneristas y massistas llamaron sotto voce a votar por Michetti para perjudicar la candidatura de Macri), simpatizantes de Cambiemos elijan en agosto sepultar el sueño del regreso de Cristina. Una utopía ambiciosa y difícil de instalar.

En la vereda de enfrente, de ir a internas, Randazzo tendría al ultrakirchnerismo, con o sin Cristina, que quiere impedir la renovación del PJ para que vuelva la expresidenta en 2019. El mascarón de proa sería, por ahora, la intendenta de La Matanza, Verónica Magario, que supo demostrar su fiereza ante la gobernadora Vidal y es la abanderada de la resistencia. Su padrino político, Fernando Espinoza, podría ser también candidato (aunque no le perdonarían que haya intentado, como Insaurralde, “deskirchnerizar” al PJ apenas asumido Macri).

Pero en los sondeos, Magario figura como desconocida para más de la mitad de los bonaerenses. Y, más allá de las encuestas, una postulación suya también pone en riesgo el pago chico: para jurar su banca de senadora, la intendenta debería renunciar y asumiría la jefatura comunal el presidente del Concejo Deliberante, Angel Aisa, exvicejefe de gabinete de Espinoza aunque no su delfín. Por si fuera poco, si Aisa dejara el cargo por una renuncia o ante alguna eventualidad trágica (como la que ya sufrió Alberto Balestrini, el exintendente de ese distrito, por ejemplo), el millón y medio de matanceros pasaría a ser gobernado por el massista Fernando Asencio, vicepresidente del cuerpo. Demasiado riesgo para el olfato peronista.

Diferente es el caso del derrotado Daniel Scioli, que quiere volver al candelero pero el cristinismo sigue devaluándolo y apostaría a él solamente como última instancia. La candidatura de la propia Cristina es apoyada por algunos intendentes, pero en su mayoría piden que sea solo ella y no les imponga camporistas en las listas abajo. Improbable gesto de cordialidad política para quienes tratan de sacársela de encima y buscan usarla ahora para obtener votos.

En las encuestas del propio macrismo –preliminares, ya que la campaña aún no está instalada en la opinión pública–, el Frente para la Victoria como espacio político ronda el 37 por ciento de la preferencia de votos bonaerenses, logrando un empate técnico con Cambiemos y sin la fórmula Massa-Stolbizer haciendo campaña aún. De hecho, Randazzo es anhelado por la cúpula oficialista porque a quien le resta votos no es a Cristina ni a Magario, sino al tigrense.

La expresidenta definirá a última hora si compite o no. Randazzo jugará el mismo misterio con respecto a si acata una lista de unidad o se decanta por las primarias. En el medio, nueve apoderados del PJ deberán hacer malabares el día del cierre de listas, para el cual faltan seis semanas. Ese día el exministro plantará sus cartas y saldrá de la sombra para dar la batalla por el poder o quizás darles la razón a algunos que teorizan que lo que busca es perder causando daño, para tener un retiro digno y cobrarse viejas facturas.

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