La voladura de los gasoductos Nord Stream abre otra etapa en el mundo

La voladura de los gasoductos Nord Stream abre otra etapa en el mundo

En el establishment norteamericano ganan peso la idea de negociar con Moscú una salida decorosa.


En el establishment norteamericano ganan peso quienes aconsejan negociar con Moscú una salida decorosa de la aventura ucraniana. A esta tendencia contribuye ahora la denuncia del periodista Seymour Hersh sobre la voladura del gasoducto Nord Stream ocurrida en el Mar Báltico en septiembre pasado.

En su artículo “Cómo Estados Unidos eliminó el oleoducto Nord Stream” el legendario reportero reveló este miércoles en su blog personal que los gasoductos Nord Stream fueron volados con explosivos colocados por buzos de la Marina estadounidense en junio de 2022. La colocación de los explosivos debajo de las tuberías se habría llevado a cabo bajo la cobertura de los ejercicios BALTOPS 22 de la OTAN. Tres meses más tarde los dispositivos fueron activados de forma remota y destruyeron los gasoductos.

Cuenta el reconocido periodista que Biden dio la orden de accionar las cargas después de más de nueve meses de discusiones secretas en el equipo de seguridad nacional de Washington. “Durante gran parte de ese tiempo, el problema no era si llevar a cabo la misión, sino cómo efectuarla sin dejar pruebas evidentes de quién era el responsable”, relata Hersh. Teniendo en cuenta que las explosiones ocurrieron en el contexto de la guerra en Ucrania, explica, cualquier “acción que pudiera atribuirse a la administración violaría las promesas de EE.UU. de minimizar el conflicto directo con Rusia. El secreto era esencial”.

Seymour Hersh es un famoso periodista estadounidense ganador en 1970 del Premio Pulitzer por su cobertura de la Guerra de Vietnam (1963-75). Desde la década de 1960 el reportero ha sido el azote de los presidentes de EE.UU. Indudablemente, su tarea como periodista de investigación lo puso a lo largo de las décadas en contacto con agentes de inteligencia y otros funcionarios que han aprovechado la difusión de sus denuncias para realizar sus propias operaciones dentro del Estado. Éste parece también ser el caso actualmente.

Nord Stream 1 y 2 se componen de dos pares de tuberías paralelas que, partiendo de dos puertos diferentes de Rusia cerca de la frontera estonia, recorren 650km del Mar Báltico, atravesando aguas suecas y danesas, hasta llegar a Alemania. Nord Stream 1 estuvo funcionando normalmente desde 2013 hasta 2022, mientras que Nord Stream 2 se terminó en junio de este último año, pero no obtuvo la autorización de la autoridad regulatoria alemana para entrar en servicio. Desde hace años Washington venía advirtiendo a Berlín contra la terminación del segundo gasoducto, primero, y su puesta en funcionamiento, después. Es que la Casa Blanca temía que el abastecimiento de gas ruso barato permitiera a Alemania independizarse de su ocupación, que dura desde 1945, y liderar una Europa independiente.

La denuncia de Hersh se suma al trascendido, la semana pasada, de la propuesta del secretario de Estado Anony Blinken a su par ruso, Serguei Lavrov, para una “solución a la coreana” de la guerra en Ucrania. Según la versión, Washington habría propuesto a Moscú cederle el control sobre las cuatro provincias del este y sur del país que ya ocupa y desmilitarizar una amplia región del centro de Ucrania, con tal de que Rusia no inicie su prevista ofensiva y ocupe los puertos del Mar Negro, por donde las empresas norteamericanas sacan la producción agrícola de las enormes extensiones de tierra que obtuvieron como pago de los créditos que dan a Kiev. Obviamente, la respuesta que llegó desde el Moskova fue el silencio.

Casi simultáneamente, Télam pudo acceder a un documento que informaba que en su intercambio regular con mandos de la OTAN el general Valeri Zaluzhnyi, Comandante de las Fuerzas Armadas de Ucrania, habría informado esta semana que desde el principio de la guerra sus tropas han sufrido 257.000 muertes.

Hay quienes hablan de más y quienes de menos, pero lo real es que las pérdidas ucranianas son inmensas, sus reservas se están acabando y los pertrechos occidentales llegan con cuentagotas. La provisión de tanques pesados recientemente acordada por EE.UU. y sus aliados europeos recién arribará en marzo o abril y sola no basta para dar vuelta el curso de la guerra. Mientras tanto, Rusia avanza en todos los frentes, lenta, pero firmemente.

Sostener a Ucrania implica para los occidentales comprometerse directamente. Hasta ahora los aliados reconocen la pérdida allí de unos 2.300 efectivos de distintas nacionalidades. Al mismo tiempo, en el Pentágono crece la alarma por las dificultades que plantea mantener ese frente abierto, cuando ellos consideran mucho más relevante contener la “expansión” china en Asia y el Pacífico. Los militares, al menos, son conscientes de que EE.UU. no puede sostener guerras al mismo tiempo en dos frentes tan disímiles y distantes.

Rusia va a avanzar hasta donde considere necesario. Recién entonces estará dispuesta a reabrir las negociaciones que la OTAN clausuró en marzo pasado. El problema es que nadie en Occidente sabe dónde está ese punto.

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