Guido Spano: las aulas siguen abiertas

Guido Spano: las aulas siguen abiertas

La escuela que lleva nombre de poeta seguirá su tarea educativa, mediante una cooperativa que firmó un contrato de alquiler por seis años, tras un traumático intento de vaciamiento.


Corría el 31 de diciembre, su calor tan tropical, cuando los vecinos de Billinghurt 1355 notaron que el viejo edificio de la cuadra, ese del toldito azul de bienvenida, estaba siendo vaciado, camión de mudanza mediante, repleto: puro papel y bancos de escuela. En el Guido Spano, histórico colegio de Palermo, fundado en 1922, se había cobrado la matrícula para el ciclo lectivo 2014 a la mayor parte del alumnado, justo hasta unos días antes de recibir el año nuevo. Si bien era un secreto a voces la desprolijidad administrativa de la empresa, toda una marca en la gestión de la institución, nada –¿o todo?– indicaba que las cosas cambiarían. Hasta que llegó el camión.

“Yo me fui el último día de clases con mis horarios para el año próximo, pensando que en febrero volvería a tomar examen. Hasta que cerraron el colegio, estando en pie, y a la mayoría nos agarró de vacaciones”, cuenta Javier Lamónica, profesor de Historia, actual presidente de la cooperativa que ahora conduce el Nuevo Colegio Guido Spano, cuyo logo ya se acostumbró a sumar los pinitos típicos del cooperativismo. Javier estaba en Valeria del Mar con su familia, descansando. Tuvo que volverse casi de urgencia a Buenos Aires para enfrentar su futuro laboral y el porvenir educativo de casi 300 chicos. Mucha incertidumbre. En esos días, su nena aprendió a saludar a papá cuando salía en la tele. Y a no esperar respuesta desde la pantalla.

“Mauricio Sánchez era uno de los dueños, que además figuraba como representante legal del colegio. A fin de año cerraron la institución y llevaron a cabo muchos despidos, pero incumplieron con el pago de diciembre y las indemnizaciones”, relata María Fernanda Benítez, secretaria general del Sindicato Argentino de Docentes Privados (Sadop). Y agrega: “De ninguna manera quedaba en claro la relación entre el representante legal y el propietario del edificio. Las sospechas se orientan hacia la anuencia entre ambas partes, hacia un negocio fraudulento, seguramente”. Es que, como suele suceder en estos casos, el fantasma del lucro inmobiliario asusta antes de aparecer. Y Marcial Costoya, profesor de Historia y tutor, hoy secretario de la cooperativa, lo grafica: “Si el colegio deja cien mil y una torre un millón, es lógica la salida para la mirada empresarial”.

Fueron los vecinos, muchos padres y muchos alumnos del Guido Spano los que impidieron el 31 de diciembre que el camión de mudanza se llevara documentación de la escuela, todo tras la orden de desalojo por un litigio entre dos sociedades anónimas que hizo que, finalmente, a fin de año, la empresa que alquilaba el inmueble comunicara el cierre. La entonces abogada del Guido Spano, Andrea Cruz, fue quien dio la noticia el 2 de enero: “El edificio fue vendido hace cinco años”, dijo e informó que la sociedad anónima dueña del colegio siguió alquilando el inmueble hasta que venció el contrato.

“No hubo otra alternativa, se buscó otro lugar en la zona y lamentablemente no se encontró uno para abrir el colegio en otro lugar”, justificó en tal ocasión. Mucha incertidumbre. Entonces, con el apoyo del barrio y de la comunidad educativa, en Billinghurt 1355 empezaron a coquetear con la idea de la cooperativa. A todo o nada. Y la concretaron.

Tan solo una semana después, casi una proeza, el Guido Spano se constituyó como tal. El 30 del mismo mes sus integrantes firmaron un contrato de locación por 6 años con los dueños del edificio y el 14 de febrero la Justicia levantó la clausura y entregó las llaves del inmueble a la nueva conducción del colegio. En el medio de tan poco tiempo, hubo reuniones, asambleas y mucho asesoramiento y capacitación en ese proceso de pasar de ser empleados a dueños de su propio destino. Y lo que se proyecta, además, es que los principios cooperativistas impregnen la pedagogía puesta en acto en el colegio: pasar de enseñar a acompañar, a aprender.

“El 2 de enero la matrícula era de 280 chicos, entre los tres niveles, inicial, primario y secundario, y hoy está en 286. Primero empezamos a anotar a los que ya estaban en la escuela y después seguimos con las familias que quisieran sumarse al proyecto. Recibimos llamados aun sabiendo la gente que estábamos en obra. Ahora, con los movimientos que suele haber en esta época, de pases y rebotes de inscripciones, esperamos aumentar la matrícula”, comentó el presidente de la cooperativa, cuya escuela, hasta el año pasado, cobraba en promedio unos dos mil pesos de cuota mensual en nivel secundario.

Es que la confianza de los padres fue y será uno de los principales pilares de la nueva etapa. Lamónica cree que tanta fe responde al peso de la tradición de un colegio casi centenario y al compromiso que asumieron todos los actores en juego por la revancha. Y ese aspecto es algo que puede verse, con una sonrisa a flor de piel, en los mails de apoyo que la institución recibió durante todo el verano y que hoy se exponen, como afiches del orgullo, con esa estética escolar tan característica, en las paredes recién pintadas de un blanco radiante. “Esta comunidad tiene una mística muy importante. En un mes y medio construimos un colegio nuevo”, señala Lamónica. Y no se equivoca.

Marcelo Dagnillo, abogado y padre de dos hijos que este año están cursando primer y séptimo grado, sostiene que padres y chicos están “felices” por empezar otra vez las clases y por la resolución “en tiempo récord” del conflicto suscitado por el cierre intempestivo del Guido Spano. “Los chicos están muy contentos de tener otra vez su colegio, sus amigos, sus profesores. Todo sigue igual, solo que ahora se va a valorar más el lugar, como ocurre siempre cuando las cosas se pierden. Pero ellos tuvieron la suerte de recuperarlo”, expresó. Y es tanta la alegría que tienen, que las flores que recibieron el 10 de marzo, cuando llevaron adelante el acto de apertura del ciclo lectivo, todavía portan, algo arrogantes, sus moños de florería.

El proceso

El meteórico camino que los 59 trabajadores docentes y no docentes (representan el 90 por ciento del total del antiguo staff) recorrieron para llegar a constituirse como cooperativa, los llevó a reunirse con el ministro de Trabajo Carlos Tomada; con referentes de la cartera educativa de la Ciudad quienes, a través de la Procuración General, formalizaron su presentación ante la Fiscalía Nacional de Instrucción Nº 19, a cargo de Graciela Alicia Bugeiro, para que el GCBA fuera admitido como querellante en la causa por el sorpresivo cierre del colegio y la supuesta estafa; y también con referentes del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes). En todo ese devenir, fue muy importante el acompañamiento de la legisladora del Frente para la Victoria María Rachid, del subsecretario del Ministerio de Trabajo nacional Eduardo Montes y de distintos representantes de la Confederación Cooperativa de la República Argentina (Cooperar).

Además, como si esa situación fuese poco caótica, el cuco inmobiliario dio vueltas por Billinghurt 1355 desde el primer momento. Entonces, el edificio fue declarado patrimonio cultural, para blindarlo. En ese sentido, el secretario de Planeamiento del Ministerio de Desarrollo Urbano, Héctor Lostri, decidió incorporar el edificio “con carácter preventivo” al listado de inmuebles con protección cautelar. También resolvió que la Dirección General de Registro de Obras y Catastro “no dará curso a solicitudes de demolición parcial o total, modificaciones y/o ampliaciones de obra, u obras nuevas y subdivisiones que no cuenten con un informe producido por la Dirección General de Interpretación Urbanística, dependiente de la Secretaría de Planeamiento, hasta tanto se resuelva la incorporación firme del edificio al catálogo en cuestión”. De esa manera, se destaca el “valor histórico testimonial como institución educativa” del edificio donde siempre funcionó el Guido Spano.

Por su parte, el Inaes le otorgó a la cooperativa un subsidio para reacondicionar el edificio. Y el Gobierno porteño se comprometió a seguir subsidiando el 60 por ciento de los salarios para planta funcional y a reequipar el colegio (los dueños se llevaron todo, desde bancos hasta pizarrones, y lo que quedó está en depósito judicial). “Un padre que trabaja en computación ayudó a reacondicionar la sala de informática, y así sucedió en distintos aspectos que hacen a la vida de la escuela, como la pintura y los materiales que nos donaron para la biblioteca”, refiere Lamónica. A su vez, el Ministerio de Trabajo de la Nación les otorgó un subsidio a las personas para empresas en crisis, por dos meses, “ya que por el momento no tenemos acceso a las matrículas que ya fueron pagadas y es con ellas que los docentes subsistimos durante enero y febrero”, exponía a principios de año el presidente de la cooperativa.

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