El ocaso de la leyenda de los aparatos políticos

El ocaso de la leyenda de los aparatos políticos

El triunfo de la fórmula Aníbal Fernández- Martín Sabbatella y la excelente elección de María Eugenia Vidal acabaron con la teoría de que sólo con el aparato de los intendentes se ganaba el conurbano.


La leyenda que echaron a correr desde hace años los barones del conurbano relata que se puede hacer mucha campaña positiva, negativa o neutra, pero que las elecciones sólo se ganan cuando se maneja el aparato.

Esta discutible afirmación, que aún sigue en vigencia para muchos, viene siendo desmentida desde 2009 por los propios hechos. En ese año, una lista testimonial que encabezó el propio Néstor Kirchner, de la que formó parte hasta el propio Sergio Massa, perdió contra una lista tan débil como esas casas de bambú que construyen los japoneses, liderada por Francisco de Narváez. Éste sólo podía alardear hasta entonces de ser un empresario exitoso, pero en política medía por debajo de cero.

Para no ser menos, el propio Massa consiguió en 2013 una performance parecida a la del colombiano, aunque pareciera que no será igual de efímera. Será pertinente recordar que de Narváez tuvo abierta ante sí la puerta de la jefatura de la oposición, que jamás intentó siquiera traspasar, haciendo gala de un supino desprecio por la política. Massa, al menos, consiguió ganar la provincia de Buenos Aires y luego, dos años después, sigue allí, defendiendo a capa y espada, aunque con variada suerte, su espacio político.

De todos modos, las primarias que terminan de producirse volvieron a poner en duda aquel aserto que echaron a correr los jefes distritales del peronismo, que para muchos formaba parte de un evangelio polìtico, pero que se muestra ahora nuevamente más cerca de la falacia que de la verdad.

¿Cómo hay que evaluar que el “odiado” Martín Sabbatella -destinatario de todos los epítetos y de todas las operaciones de La Liga de los Intendentes- haya vuelto a llevar al triunfo en el estratégico distrito de Morón a su hermano Hernán y haya promovido a la victoria en el distrito de Merlo a su correligionario Gustavo Menéndez, poniendo fin a los 24 años de mandato de Raúl Otacehé, un caudillo que parecía invencible?

¿A quién le van a endilgar ahora los cada vez menos invencibles jefes de distrito las derrotas de Darío Giustozzi, Mariano West y Jesús Cariglino y el agónico triunfo -por un punto- de Hugo Curto sobre Cambiemos?

Todos estos avatares explican de alguna manera el enorme fracaso que significó para ellos el triunfo de la fórmula para gobernador que conforman Aníbal Fernández y Martín Sabbatella y el acceso, por consiguiente, de este último al manejo del Senado provincial, que posee una caja de 2.500 millones de pesos por año, que antes estaba en manos de un delegado de ellos mismos.

Otro punto conflictivo en la agenda de los jefes distritales fue la excelente elección que llevó adelante la candidata de Cambiemos, María eugenia Vidal, que obtuvo más votos que su propio candidato presidencial, Mauricio Macri. La actual vicejefa de Gobierno porteño obtuvo 2.263.430 votos, que significan un 29,43 por ciento del padrón, todo esto con el concurso de ignotos fiscales, que buscó y encontró por Interner, sin aparato ni poder territorial.

Pero el cénit de la frustración fue el mediocre resultado que obtuvo Daniel Scioli en la Provincia que es considerada por el peronismo casi como su patio trasero, el territorio en el que consiguió, a lo largo de su historia, sus resultados más épicos y también algunos de sus derrotas más dolorosas. Allí, ni el aparato, ni el poder territorial, ni el poder de fuego de los intendentes lograron impulsar los votos que las inundaciones y los partidos opositores le birlaron a Scioli , que buscaba asegurarse un tránsito más tranquilo hacia el 25 de octubre, que ya no será posible.

Intentando hacer futurología y también algo de historia, se podría decir que desde 2001, antes que a los aparatos políticos, el pueblo argentino respeta mucho más las prácticas políticas que promuevan el bien común antes que las prerrogativas personales.

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