La segunda transición marcará el futuro político judicial de Macri

La segunda transición marcará el futuro político judicial de Macri

Opinión.


Será esta seguramente la última columna que escriba sin un nuevo Presidente electo en la Argentina. Mirando al pasado cercano, en particular al 2017 un gobierno que en ese entonces a pesar de arrastrar muchos problemas tenía todo bastante controlado desde lo político, parece mentira que haya cometido tamaños desmanes sobre todo en la faz económica para llegar con la lengua afuera (FMI mediante) con las reservas a la entrega del poder.

Una de las cosas que la historia moderna rescatará de Mauricio Macri es que a pesar de sus desaciertos políticos, insensibilidad social, e inconsistencia para gestionar, todo parece indicar que logrará terminar su mandato y entregar la banda como nunca logró un Presidente no peronista desde Raúl Alfonsín (que tuvo que adelantar la entrega del poder).

El tramo de la segunda transición -estamos por terminar el domingo la primera- es bastante preocupante por la situación generada y creo que lo mejor sería que todos hagamos votos por estos 43 días de paz social y tranquilidad económica, que los presidenciables le deben en este momento a la sociedad. Ambos deben ser conscientes que todo lo que realicen en función de sus intereses políticos no debe agravar la dura realidad que atravesamos sino todo lo contrario: deberían ponerse de acuerdo para manejar la política interna y externa del país, y ponerlas entre bandas soportables, razonables y cumplibles para ambos.

Está claro que la relación personal entre ellos, Alberto Fernández y Macri, es pésima y nada hace pensar que esto cambiará en el futuro cercano. Pero los países en las transiciones y en crisis no se pueden dar el lujo de manejarse a través de los odios personales ni de decisiones personalistas, sino atendiendo la problemática y las conveniencias políticas de las mayorías, sobre todo cuando la mitad de los argentinos marca una posición clara en la primera vuelta.

Pareciera entonces que Fernández, que no es el responsable de los problemas que hoy nos aquejan, debiera tener la voz cantante en el menú de las propuestas para la transición. El mundo que nos mira, por los desatinos cometidos más que por nuestras virtudes, también mirará a Fernández y ya no a Mauricio Macri, una apuesta desperdiciada en un mundo que era más laxo y menos exigente que el que viene. Cientos de miles de millones de dólares hace cuatro años eran posibles para cualquier amigo del poder financiero en el mundo, algo que hoy en el planeta no existe más. No se financia más a los “loosers”.

Un consejo para Macri: la oportunidad perdida obviamente tendrá costos en su vida política. La Justicia determinará si también los tendrá en el plano judicial (parece algo inevitable a la luz de la cantidad de causas), y cualquier torpeza adicional que cometa en este período -corto pero hiper sensible- será doblemente perjudicial para él en ambos campos. Nada tiene para ganar en la transición, salvo intentar llegar a puerto de la manera más tranquila. Cualquier desviación de ese camino, empeorará su situación futura.

Macri podrá decidir-quizás- dedicarse en el futuro a liderar la oposición si lo dejan sus ahora adversarios internos o mirar la política más de reojo, desde algún lugar más cómodo pero con menos compromiso. Por lo pronto descarta por completo la idea de retirarse en el exterior de todo. Tiene cosas de niño rico pero es demasiado orgulloso para ello y algunos asuntos que atender desde su nuevo puesto de “lucha”.

La inmensa convocatoria antiperonista del sábado pasado, su más que digna participación en el segundo debate y su entereza de la última semana le permiten disfrutar de una transición digna y un final, si bien no feliz, aceptable. Ojalá lo entienda así, por el bien de todos nosotros. Fin.

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