Más o menos de izquierda, más o menos de derecha

Más o menos de izquierda, más o menos de derecha


Durante los 15 primeros años del siglo XXI el péndulo ideológico estuvo detenido en Latinoamérica en un extremo más cercano a la izquierda, sin ser definitiva y totalmente de izquierda. Fue una izquierda populista que encalló en algunos países del continente, más no en todos. El destino de este puñado de naciones dependió en ese período de la medida en que sus gobiernos incurrieron en la sobreactuación de un socialismo tardío e ineficaz, o un populismo autoritario, descalificador de otros pensamientos.

Al comenzar el cuarto lustro del siglo el péndulo parece dirigirse hacia el otro extremo, más no tanto, porque las derechas actuales son diferentes a aquellas que se conocieron en el siglo XX. No hay margen para el capitalismo salvaje, al menos en Latinoamérica que adquirió una vasta experiencia con esas expresiones y ahora padece graves problemas económicos que afectan soberanamente a sociedades pauperizadas.

Las categorías de pensamiento de la Guerra Fría ya no sirven para sopesar los rumbos ideológicos. El mundo inició desde 1990 un camino de transformación tan grande que las principales ideas del mundo anterior se desvanecieron. La polarización de las ideas, las grandes confrontaciones políticas, se van deshilachando a medida que pasa el tiempo. Y ese tiempo pasa rápido.

La coincidencia de la visita del presidente norteamericano Barack Obama con la conmemoración del 24 de marzo –fecha tan cara para los argentinos- pareció reflotar las discusiones propias de aquellas viejas categorías, con discursos contra el imperialismo, repudios al visitante y la parodia de quemar banderas norteamericanas. Mientras el mundo cambia, algunos vuelven sobre los lugares comunes de la práctica política, como si la imaginación fuese estrecha.

La apertura de los archivos secretos en Estados Unidos es una buena promesa de un mandatario que quiere restablecer relaciones con Argentina. No es suficiente para quienes prefieren mantener la memoria fresca sobre los hechos luctuosos del 76, ni para quienes consideran que fueron convocados a Plaza de Mayo para “defender la democracia”. Esa lectura maniquea y extravagante de la realidad es la que llevó al populismo a la derrota. Conviene reflexionar acerca de que Obama no es Nixon, y los Estados Unidos hoy no mantienen el mismo liderazgo internacional ni el mismo poder que en otras épocas.

Las alianzas internacionales, especialmente en la región, también han variado al ritmo de las transformaciones, y así como hasta 2005 los argentinos y los venezolanos nos rasgábamos las vestiduras para oponer el pecho al ALCA y al NAFTA, hoy desconocemos el futuro de organizaciones creadas al calor del populismo reinante como UNASUR, CELAC y ALBA, y no podemos confirmar la vigencia de un MERCOSUR que nunca alcanzó a anudar alianzas con el

Mercado Común Europeo. Aún con el respaldo de gobiernos populares como Brasil, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Chile, Paraguay, Uruguay, el MERCOSUR tampoco buscó aliarse formalmente con los BRICS, ni generó negocios consistentes como bloque continental con Rusia o China por separado.

Las instituciones creadas en las últimas décadas por un poder político oscilante y coyuntural tuvieron una vida corta, ninguna permaneció vigente demasiado tiempo. En cambio, las instituciones nacidas inmediatamente después de finalizada la Segunda Guerra mundial –pese a tener altibajos en su eficiencia y estar sujetas a críticas permanentes- sobreviven y continúan rigiendo las relaciones internacionales. Son la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA). Por alguna razón Obama no habló del ALCA ni del NAFTA. Habló de relanzar la OEA, ahora que el péndulo va despidiéndose del populismo y la izquierda.

Es en este escenario que se debate la decisión de pagar o no la deuda argentina con los holdout, esos acreedores inflexibles y rigurosos que se niegan a participar del proceso de reestructuración de una deuda a la espera de una negociación más favorable en el tiempo.

Precisamente, para mejorar la negociación con los holdout, Obama también hizo un aporte importante, impensable durante la administración argentina anterior. El cambio de la política diplomática por parte del gobierno de Mauricio Macri habilitó la posibilidad de que el gobierno de los Estados Unidos se presentara como “amicus curiae” ante la Corte Suprema de ese país a favor de Argentina en uno de los juicios de los bonistas holdouts.

Así lo hizo el Procurador General del Tesoro norteamericano, Donald Verrilli. Este procurador pidió a los jueces que tengan en cuenta que para los Estados Unidos el caso (argentino) es de “interés nacional” y defendió la inmunidad soberana de la Argentina.

Imagino que desde el campo nacional y popular se estarán preguntando cuánto le costará a la Argentina esta “ayudita”. En principio, el mecanismo puede impedirle al temible fondo Elliot acceder a información sobre los activos argentinos depositados en el Bank of América y en el Banco Nación Sucursal Estados Unidos, y considerar a éstos inembargables por haber elegido Argentina depositarlos allí, bajo las mismas normas de seguridad y soberanía que las cláusulas del Congreso de Viena.

La ayuda llega para reforzar la posición argentina frente a los fondos buitres a los que los negociadores le pusieron como condición para cobrar que cierren los juicios que iniciaron en todo el mundo contra Argentina, especialmente aquellos abiertos en Estados Unidos (Nevada, California, Texas y Florida) y las islas Seychelles, para investigar las fortunas de la familia Kirchner, Lázaro Báez y Cristóbal López, según surge del preacuerdo que ambas partes firmaron durante la negociación y al que tuvo acceso el diario La Nación. Los holdouts deben también cerrar reclamos judiciales en Bélgica, Francia y Ghana.

Como se ve, ya no se trata de una discusión sobre si es preferible que los argentinos tengamos un gobierno más o menos de izquierda o más o menos de derecha. Además de lidiar con el aprovechamiento descarado de usureros internacionales a los que no les importa nada de un país que queda en el fin del mundo, el nuevo gobierno argentino terminará resguardando “solidariamente” los enjuagues financieros de dirigentes y empresarios que, bajo el paraguas del populismo, ocultaron sus dineros personales en paraísos fiscales.

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