Me parece que pretender quedar en el bronce con un código de convivencia aprobado a las apuradas, sin estudio previo y sin contar con el consenso del resto de las bancadas no es otra cosa que seguir con el estilo de política del que la que la gente ya esta harta.
Convocar a una audiencia pública no es huir del debate, muy por el contrario: es involucrar en el debate a los verdaderos destinatarios de la norma. Sería imprudente de nuestra parte aprobar una reforma de la magnitud propuesta sin tener en cuenta la opinión de los vecinos de la ciudad.
Nadie duda que el Código de Convivencia pueda resultar perfectible, como toda norma en el tiempo, como nadie duda de la necesidad de un procedimiento acotado que limite la discrecionalidad de los jueces en cuanto al modo en que se aplican las sanciones, en particular en los casos reiterados.
Pero una norma de esta envergadura debe ser estudiada y madurada con prudencia en especial al momento de crear nuevas figuras que nos generen dudas respecto de su tipificación y que pueden resultar en la sobrevaluación de la autoridad policial. No se puede aplicar un único criterio para los diferentes tipos de sanciones.
La comisión de Justicia ha trabajado seriamente en un proyecto que aún no ha sido despachado, creo que debemos continuar en ese camino para poder debatir en forma ordenada sobre un único texto que exprese a un consenso mayoritario, más allá de que hubiere disidencias o algún despacho de minoría. Esa es la única forma de garantizar que votemos un texto que no sólo se ajuste al marco jurídico constitucional sino que asimismo sea un verdadero elemento de convivencia para la sociedad porteña.