Vidal rediseña el gabinete con la mira puesta en la campaña

Vidal rediseña el gabinete con la mira puesta en la campaña

Más allá de las especulaciones sobre el año electoral y las necesidades proselitistas de 2017, el vidalismo admite que los cambios anunciados fueron motivados por la partida de Cenzón.


La gobernadora venía arrastrando el problema hacía muchas semanas. No es que faltaran escollos en la gestión diaria de la provincia más compleja, pero los repetidos anticipos de su ministro de Infraestructura, Edgardo Cenzón, sobre su voluntad de irse, obligaban a resolver una reconfiguración del gabinete antes de fin de año. Y así fue: esta semana María Eugenia Vidal envió a la Legislatura bonaerense un proyecto de ley que por tercera vez bajo su gestión rediseñará la Ley de Ministerios. La novedad principal es que se vuelve al formato sciolista al recrear la Jefatura de Gabinete.

Más allá de las especulaciones sobre el año electoral y las necesidades proselitistas de 2017, el vidalismo admite que los cambios anunciados fueron motivados por la partida de Cenzón, otrora ministro de Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires. Miembro del pequeño grupo de funcionarios de enorme confianza de la gobernadora, Cenzón planteó la necesidad de irse ante una situación familiar compleja relacionada con la salud de su esposa, por lo que los intentos por retenerlo tuvieron un límite.

El ministro renunciante fue la figura central de la puja –amistosa, pero puja al fin– entre el entonces presidente electo y Vidal por llevarse a sus equipos algunas de las figuritas claves del gabinete porteño de 2015. Cuando se diseñaban los organigramas de Nación y Provincia, la gobernadora reclamaba cuadros técnicos para una deficitaria y desafiante gestión, y Cenzón le brindaba la confianza de poder encarar los objetivos. De perfil bajo pero sin esquivarle a la polémica, el exministro es considerado en el Pro como uno de los mejores “gestores” en áreas esenciales como la administración de obra pública.

De hecho, la ida a la Provincia fue una ardua decisión interna del economista, que terminó aceptando por el peso de las palabras: a fines de 2014, en una cena íntima con sushi de por medio, Vidal, acompañada por Ramiro Tagliaferro, le hizo prometer a Cenzón con su esposa como testigo que si ella ganaba la gobernación, él sería parte de su gabinete. “Yo dije que sí, nunca se me cruzó que ella iba a ganar de verdad”, recordaba alguna vez el hoy exministro.

La vacante que Cenzón dejó se decidió que la ocupe Roberto Gigante, también de la máxima confianza de Vidal y que en estos primeros once meses ocupó el estratégico Ministerio de Coordinación y Gestión, una especie de Jefatura de Gabinete sin serla y con bajísimo perfil. Pero el pase del ex jefe de asesores de Néstor Grindetti en Hacienda porteña provocaba una vacante más, y allí fue la decisión de retomar el viejo modelo de jefatura de ministros.

“María Eugenia quería un ministro que fuera jefe del resto y ordenara para poder liberarle tiempo a ella. Y al irse Gigante se generó la vacante en Coordinación. Se decidió todo ahora y no en el verano porque ya no se podía demorar más en resolver lo de Cenzón”, explicó a Noticias Urbanas una alta fuente del gabinete bonaerense.

El jefe de los ministros será Federico Salvai, que ofició hasta ahora de ministro de Gobierno y es el encargado de negociar políticamente todo: con diputados, con senadores y con intendentes, desde las reuniones políticas hasta partes del presupuesto. Pero ahora será un primus inter pares para que Vidal pueda desenvolverse con mayor facilidad en un año electoral que la tendrá como protagonista. El exlegislador porteño y armador político eterno de Vidal,  eje de la disputa con el sector de Emilio Monzó, fue catapultado al rol más importante del organigrama provincial. Tendrá como antecesor en el cargo al sciolista Alberto Pérez, conocido por el entorno del exgobernador como un hombre voraz en la pelea por el control de espacios de poder, obsesivo de la comunicación y las encuestas y proclive a ahondar internas.

Debido al perfil de Vidal, Salvai deberá apuntar a hacer lo contrario. La carencia de caciques y los roles bien determinados que prefijó la gobernadora harían que su conducción sea menos disruptiva que la de Pérez. Aunque obligará a que la exposición mediática –un trago amargo que Salvai busca siempre evitar– se deba incrementar.

El puesto de jefe de Gabinete también tiene su historia: había sido liquidado en diciembre pasado como un remedio sencillo e indoloro a las presiones mediáticas y políticas de Jorge Macri, quien en un diálogo previo al triunfo electoral, y en su calidad de jefe de campaña, le había dado a entender a Vidal que él, como premio a la labor, quería ese cargo. En el vidalismo cortaron por lo sano: no habría más reclamos si no existía más el cargo. Además, era una forma también de potenciar su figura y dejar el control y coordinación en manos de Gigante, pero desde las sombras.

La reconfiguración del gabinete terminó llevando al ministro de Producción, el peronista y exmassista Joaquín de la Torre, al Ministerio de Gobierno que deja Salvai. Toda una señal: la gobernadora macrista pone en la cartera más política a un experimentado peronista con experiencia de gestión durante años en una intendencia importante. Y que, por si fuera poco, compitió en una lista opositora en las elecciones pasadas.

No solamente un premio a la lealtad de De la Torre. La elección es un mensaje para los radicales quejosos y para el electorado: los peronistas son más que bienvenidos en la estructura de poder vidalista y habrá uno de los suyos para abrirles el paso al oficialismo en 2017.

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