Persevera y triunfarás

Persevera y triunfarás

Buenos Aires tiene un sueño es un ciclo itinerante, cuyo fin es ayudar al vecino a encontrar su potencial y, así, su camino al éxito. Y al éxito de todos. Hablaron Rodríguez Larreta y Laura Fidalgo.


–¿Vino Horacio?”– pregunta una señora, un tanto preocupada.

–No, todavía no llegó. Vino Laura Fidalgo– le responde un muchacho con identificación Pro, con ánimo tranquilizador.

–¿Quién es esa?

–La que está con Tinelli, la que baila.

Corrían las 18.30 del miércoles 8 de octubre. ¿El lugar? La Asociación de Comerciantes de Villa Urquiza, que, a juzgar por sus luces amarillas y rojas, sus sillas forradas de lino blanco y sus espejos, más que para reuniones de tupper se presta para un festejo, un rato de celebración. Sin embargo, esa tarde, entre pepas y budín, el Gobierno de la Ciudad, a través de la Subsecretaría de Asuntos Públicos, llevó a cabo la séptima charla motivacional “Buenos Aires tiene un sueño”, invitando al vecino, ya desde la puerta, a que se inspire y se anime a ser protagonista de su cambio, que es el cambio de todos.

Samuel Stamateas, coach empresarial, según se define, hermano del señor best seller Bernardo, es uno de los oradores permanentes del ciclo, junto al jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Los hermanos Stamateas son casi idénticos. Mismo discurso complaciente y evangelizador, misma voz. Habría que hacer la prueba: taparse los ojos y destaparlos para comprobar que no se trata de la misma persona.

Como el tema de la jornada sería la perseverancia, Samuel inquirió: “Horacio, ¿en qué situación estuviste a punto de rendirte?”. Y Horacio respondió, dando muestras de que lo suyo es la insistencia: “Soy optimista por ser hincha de Racing”. Risas.

“Siempre pienso que el futuro va a ser mejor. Hay que creer que las cosas se pueden mejorar. Siempre que llovió, paró. Cuando murió mi viejo fue un momento muy difícil, pero seguí adelante. Yo vivía muy rápido. Pero me enamoré y formé una familia. No me imagino una situación así, en la que me haya dejado caer”, continuó.

–¿Y por qué pensás que tenés esa actitud?– quiso saber el moderador.

–Porque al final siempre se puede. Esforzándose todos los días, con mucha dedicación. Eso es más sólido que tener talento. Yo soy un corredor de maratón más que de 100 metros.

–¿Y cómo es la relación con tu familia?

–Es algo en lo que trabajo todos los días. No creo en el amor a primera vista. Trato de almorzar todos los miércoles con mi mujer y de llegar, siempre que no haya una emergencia en la Ciudad, todas las noches para la cena.

Familia, familia, familia. Para Rodríguez Larreta, la clave de la superación es apoyarse en los otros. Y no decaer, claro, porque aquellos que tienen la autoestima baja, por obra del contagio, “ponen tristes a los de alrededor”. Así de lineal puede ser el círculo que lleva a olvidar que el fracaso puede ser una oportunidad.

Para finalizar, el jefe de Gabinete porteño afirmó que, además de todo lo que se espera de un gobierno, esto es, por ejemplo, salud y educación de calidad, la meta también debe ser “hacer feliz a la gente”. Y dejó pensando a los casi 200 asistentes en que lo que importa en el trasfondo de este tipo de encuentros es que el mensaje de energía dedicado a la perseverancia se transmita. La cadena motivacional, el principio de que “si a vos te va bien nos va a ir bien a todos”, tan cercano a la ética protestante más pura, funciona también así, de boca en boca.

La chica sin gris

El chicle a la basura. Luego del gesto de educación algo sobreactuado, Laura Fidalgo, presentada como bailarina pero también como empresaria artística –porque a fin de cuentas eso es lo que interesa: el relato de los que emergieron del pozo– anuló la conducción de Stamateas. Abundó en un monólogo. Mal no le fue. Tuvo mucha atención, entre expresiones de asentimiento y risas. Por momentos, parecía querer debutar en el stand up local con la historia de la chica sufrida. Sufrida pero con ovarios.

“El mejor libro es lo que uno va viviendo. Con amor y educación. Y con esfuerzo. A mí me encantaba ponerme las botas de lluvia y baldear mi casa para pensar que era un palacio. Con mi familia pasamos el corralito, pasamos el Rodrigazo. Es fácil hablar desde un lugar cómodo, con plata, cuando suben los precios y en la calle te matan”, arrancó, un tanto caótica, entre la economía familiar y los desatinos nacionales. Aplausos.

“Sé lo que pasa en la calle, vengo de abajo. Yo daba clases por amor. Pero siempre tuve ganas de salir y hambre: hambre, hambre, mucha hambre. Así, para mí todo era lindo. Mi mamá me despertaba tocando la pandereta”, siguió, legitimando, acaso, el destino de pobreza. “Yo sé que tengo una misión. A mí me dijeron ‘nunca vas a poder bailar, sos muy alta, tenés el pie plano’, pero con rebeldía y capricho –más me decís que no, más voy a ir por el sí– sabía que mi vocación era ser bailarina. Cada uno hace lo que quiere. Por eso hay que sacarse el miedo y meter afirmaciones, como hacía mi mamá cuando me vendaba mientras íbamos a las audiciones en bondi. A todos los que me decían que no iba a poder, les digo que acá estoy, porque soy fuerte; hay que ser fuerte. Y que arriba hay un todopoderoso. Y sus tiempos son perfectos. Todo ese esfuerzo, al final, me excita a la hora de bailar”, abundó, casi mesiánica. “Hay una varita, es así, pero todo está en uno. Si no hacés el clic, cagaste”, aseguró, como si el ascenso social fuera cosa del designio individual, como si con el empeño –nadie habló, por las dudas, del sacrificio– fuera suficiente.

El motivador

La cita de avenida Congreso al 4900 concluyó con el segmento Stamateas. El hombre leyó de una pantalla: “Mantenerse constante en un proyecto ya comenzado, en una actitud o una opinión, aun cuando las circunstancias sean adversas o los objetivos no puedan ser cumplidos. ¡No te rindas!”. Y la multitud repitió, brazos en alto: “¡No te rindas!”.

Luego, prosiguió con el abordaje de herramientas para nutrir la perseverancia. Y pidió que todos se pusieran de pie, “para hacer de cuenta que somos Laura Fidalgo”, dijo. “¡Voy a cumplir mi sueño!”, vociferó. Y la multitud repitió: “¡Voy a cumplir mi sueño!”. Fidalgo fue por su sueño y lo hizo realidad. A esa altura, Horacio Rodríguez Larreta ya se había ido a cumplir con “muchas más actividades de gobierno”. Porque Buenos Aires tiene un sueño pero mucha vigilia. Y Horacio parece que también.

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