Macri arrancó la carrera nacional

Macri arrancó la carrera nacional

Por Fernando Riva Zucchelli

Tras el trago amargo de las PASO, el crecimiento de Unen y la amenaza que representa Massa para sus aspiraciones políticas, Macri decidió adelantar su campaña presidencial. Sus planes y operadores.


A Mauricio Macri le costó siempre entender la lógica de un sistema político hecho a medida del peronismo. Que la puerta de entrada al poder en este país era –es– la de abrazar la marcha peronista y poner los dedos en V. Es más, en caso de haberlo entendido, siempre tuvo claro que no era el camino que iba a adoptar en su construcción. Siempre le gustó tener el manejo de los pasos que daría su partido, algo que se acentuó en los últimos tiempos. Macri está perfectamente informado de todo lo que sucede puertas adentro del Pro y atento a las diferentes estrategias que se manejan desde las distintas vertientes y a cómo pueden influir en ese espacio.

Es por ello que se refugia cada vez más en sus hombres de confianza, sus consejeros habituales como Nicolás Caputo, Jaime Durán Barba, Carlos Grosso y el inseparable Marcos Peña, quien se muestra dentro del funcionariado como el dirigente más cercano al pensamiento de su jefe.

Ellos diseñan las estrategias y luego las desparraman por el Pro a través de los instrumentadores, que tienen su vértice en Horacio Rodríguez Larreta, la usina de la gestión y de su control. Otro lugar privilegiado en la relación con Mauricio es ocupado por su vicejefa, María Eugenia Vidal, quien goza de la confianza absoluta de Macri y con quien comparte muchas decisiones. Con otro estilo y obligaciones, funciona también como persona de consulta.

Así las cosas, con una dosis de soledad en las decisiones que a veces hace recordar al Gobierno nacional y a nuestra presidenta, Macri encaró la campaña previa a las presidenciales de 2015 con una derrota asegurada este año en la provincia de Buenos Aires. En ese enclave no pudo presentar ni lista ni alianza y terminó peleándose con Sergio Massa, con quien había forzado una relación de socios, en la que terminaron agrediéndose más allá del objetivo táctico de derrotar a los K.

El clima antes de las PASO era otro. Todo el mundo en el Pro confiaba en la gestión porteña y desoía la hecatombe que generó la irrupción de Massa en el firmamento de las estrellas, ahora presidenciables. Mucha presión mediática con el metrobús, la obra emblemática de Mauricio Macri que querían Durán Barba para el bronce y Rodríguez Larreta para demostrar que se podía, y algunos otros logros de una gestión que hizo mucho más que las anteriores. Todo siempre matizado por la alegría, la amenaza de imitación a Freddie Mercury, los siempre presentes globos amarillos y ahora la “Ciudad mágica” de Tan Biónica.

Pero las PASO hablaron, habló la gente en la urnas, y Unen se impuso al Pro. Por estrecha diferencia, pero lo desplazó. El discurso del Gobierno porteño fue que eran cuatro listas contra una. Eso, en buen criollo, habla de la democratización partidaria de cada alianza: en una el “sabio dedo” y en la otra cuatro opciones para el ciudadano. Aquí es donde Macri y Cristina funcionan como espejo. Las elecciones se definen en votos. Y eso es un número. Hay uno mayor que el otro. No es opinable. La lectura del resultado sí es subjetiva y admite discusiones. Lo otro, no.

Y ahí de nuevo el volantazo. El metrobús no te lleva si tenés que viajar a 2015. La política es algo más compleja y necesita de expertos en su construcción. Los amarillos fracasaron –principalmente– en su armado bonaerense y en octubre el único de los presidenciables que no juega se llama Mauricio Macri. Y tampoco tiene fuerza propia en el distrito clave. Porque hasta Daniel Scioli logró jugar en la Provincia a pesar de no estar en ninguna boleta. Eso provocó que para sacar chapa de presidenciable, Macri hiciera un lanzamiento de campaña nacionalizada en los medios centrales. Así pudo opinar de lo que los demás iban a opinar en la campaña.

En charlas privadas entre el Jefe de Gobierno y sus consejeros de siempre decidieron mover el tablero. La campaña por la Ciudad pasa a segundo plano para todos, empezando por Marcos Peña. La campaña presidencial empezó para todos con tres importantísimas notas en los principales diarios de la Argentina. Ya no se hace un River repleto de militantes morochos y micros. Tres notas diciendo “Soy el presidente del cambio” alcanzan para entrar en carrera. O al menos es lo que ellos creen. O lo que pueden.

También creen que alguien conocido (todavía le falta para el salto) y de buena imagen pública puede aportar de manera significativa en la provincia de Buenos Aires, y hacia allá viaja María Eugenia Vidal, hoy vedada en su rol de vocera del Gobierno porteño para no opacar a Gabriela Michetti. La apuesta es a que en los próximos dos años la actual vicejefa alterne el área metropolitana y el interior bonaerense. Sea cual fuere el escenario que encuentre, Vidal tiene una chance que no era la esperada pero que es de primer nivel si le sale redonda. Marcos le prometió promocionarla desde la Ciudad a full apenas termine la campaña actual, cuando él esté de lleno (como ahora) en su nuevo objetivo: Macri Presidente.

Mientras tanto, Rodríguez Larreta vive en el mejor de los mundos. Idos Diego Santilli al Congreso (obviamente, si es previamente electo) y Vidal a la Provincia, ya no le quedan contendientes dentro del Gobierno de la Ciudad para aspirar a la Jefatura porteña. Siempre le metió garra y juega con todos los Pro en esta instancia, en contra de su gran amigo Sergio Massa, que llegado el caso nunca lo vetaría. Hay piel entre ellos.

Mientras tanto, Santilli podría convertirse en diciembre en uno de los “padres de la patria”. Desde allí coadyuvaría al intento presidencial de su actual jefe de relacionarse y armar para el submarino amarillo una fuerza federal que permita sustentar el sueño de Macri. Para ello estará en contacto con los senadores de todas las provincias, y por su identidad –y práctica– peronista llega a los lugares a los que el expresidente de Boca no logra ni le gusta. Un rol que quizá lo colisione con otros armadores, pero que es la especialidad del “Colo”, en la que es bueno de verdad. Y que, además, no parece ser la de Emilio Monzó, un cadáver político en el Gobierno porteño.

Este nuevo experimento de lanzar la campaña en tres diarios y cambiar el eje del discurso en tres días es parte del fracaso de algunos y del acierto de otros, que no se resignan a perder la chance. Son los que quieren que Antonia no se lleve todo el tiempo de Macri después de 2015.

Todas las fichas grandes que supo generar el Pro están en juego y hay desde el entorno un sueño en marcha. Casi se diría que se nacionalizó la campaña de golpe y se dejó de poner el acento en la ciudad mágica. Chau, metrobús. Estuvo bueno mientras servía. Ahora es útil pero solo para la gente. Como debió haber sido siempre. Final abierto para este nuevo experimento Pro. Octubre dará su veredicto y nos dirá quiénes siguen y quiénes abandonan. Gran Hermano básico.

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