María Eugenia Vidal va por el peronismo bonaerense

María Eugenia Vidal va por el peronismo bonaerense

Por Daniel Galvalizi

Para evitar que se vayan con Sergio Massa, María Eugenia Vidal comenzó a convocar a dirigentes de ese espacio. La bronca de los radicales.


Las versiones se confirmaron. Las reuniones que se multiplicaron por doquier ya salieron de la clandestinidad. No hay más intención de ocultar o disimular: el Pro formalizó una contraofensiva territorial en la provincia de Buenos Aires basada en la incorporación de dirigentes peronistas.

¿Contra quién? Varios, pero especialmente uno: Sergio Tomás Massa. Aunque la lista de targets a esmerilar pueden incluir a Florencio Randazzo o, según algunos con visiones más conspirativas, hasta estaría dirigida a los propios aliados radicales bonaerenses, poco afectos a sostener Cambiemos.

La estrategia fue oficializada con una foto, en la víspera del fin de semana largo del Bicentenario de la Independencia, que se sacaron la gobernadora María Eugenia Vidal y el intendente (ahora saliente) del partido de San Miguel, Joaquín de la Torre. Viejos amigos, que por poco no comparten fórmula en 2015, hoy ya están en el mismo espacio político. Él jurará en los próximos días como ministro de Producción y haciendo que el radical Jorge Elustondo sea movido al frente de la futura cartera de Ciencia, Tecnología e Innovación. El desdoblamiento no es casual: la UCR iba a tronar si le quitaban a su único ministro del gabinete bonaerense.

La semana previa, Vidal ya había dado una muestra de la nueva voluntad cuando anunció el pase del intendente de Azul, Hernán Bertellys, un ex Frente para la Victoria que saltó a Cambiemos. “No va a ser el último peronista que se sume”, había prometido la mandataria. Y cumplió.

La historia con De la Torre ya estaba muy escrita pero nunca confirmada. Desde marzo él estaba distanciado de Massa y su entorno y era el único dirigente renovador más proclive a una cooperación con Cambiemos que a la confrontación. Su retiro es crónica de una fuga más que anunciada, y la peor que sufre Massa desde el primer semestre de 2015.

El dardo no cayó lejos del centro, sino en su corazón: más allá del distanciamiento, De la Torre fue del riñón del tigrense, el coordinador del Frente Renovador provincial durante 2014 y uno de los primeros en conformar el Grupo de los Ocho, cuando jefes comunales se mostraron díscolos con Néstor Kirchner y comenzaron a elaborar su propio entramado, allá por 2010.

La oficialización de una finamente trabajada cooptación trajo su réplica. En el massismo había molestia, cómo no, aunque esperaban hace semanas la noticia. El estado emocional lo graficó Mario Meoni, exintendente de Junín y hoy director del Banco Provincia por la oposición –como parte del arreglo con Cambiemos en la Provincia–, que le pegó duro a Vidal: “Entrar en esta pirateada de dirigentes es bajar a la política barata, fue una agresión”.

Desde el Pro también comenzaron a elevar el tono, cansados de los tironeos mediáticos de Massa y, especialmente, preocupados por su pole position en las encuestas. Aunque desde la Casa Rosada quieren preservarlo, permiten un poco de fuego desde los dirigentes intermedios de la Provincia, como fue el caso del subsecretario de Gestión Municipal y jefe del macrismo de Hurlingham, Lucas Delfino –del riñón del ministro Rogelio Frigerio–, quien opinó que Massa “juega para la tribuna” con el tema del aumento de tarifas y “no contribuye realmente a la solución de algo muy delicado”.

Sorpresivamente, esta situación dista mucho del romance de enero pasado, cuando Massa se paseaba por Davos con el presidente Macri y dialogaba intensamente con el jefe de Gabinete y cerebro funcional de Cambiemos, Marcos Peña. De hecho, la situación actual retrotrae más a los meses previos a las elecciones, cuando desde el Pro buscaban esmerilar a Massa por temor a que les arrebatara el segundo lugar con su retórica propositiva sin globos amarillos.

La avanzada del Pro para evitar que Massa engrose sus filas y vuelva a ganar en el mayor distrito del país tiene como base teórica la Provincia pero es una decisión nacional y que puede ir más allá. De hecho, el ministro Frigerio en una entrevista con la agencia Télam lo dijo sin miramientos: “Fortalecer Cambiemos no es contradictorio con ampliar nuestra base de sustentación”. “Siempre fuimos amplios y generosos, ya desde los tiempos del Pro en la Ciudad”, agregó, para que no queden dudas, en alusión a la participación de cuadros del PJ en el macrismo embrionario (como ejemplos bastan Cristian Ritondo, Diego Santilli, Álvaro González, etcétera).

El deseo ya no se oculta, solamente se modera frente al micrófono. Fuera de él, encumbrados miembros de Cambiemos admiten: “Queremos sumarlos a todos, no importa a quiénes, no podemos dejar que se vayan todos con Massa”. El deshilachamiento gradual pero constante del kirchnerismo y la falta de contención de Cristina son funcionales a que la ambulancia renovadora esté recogiendo los frutos. Algunos lúdicos de la política hasta se animan a imaginar un pacto electoral que incluya al intendente Martín Insaurralde (Lomas de Zamora), algo que por ahora suena a extravagancia.

Pero la UCR no está feliz, o sigue sin estarlo. De hecho, el presidente del Comité Provincia, Ricardo Alfonsín, intentó su propia cadena nacional para alertar de la molestia. Estuvo en Azul con dirigentes radicales de la Séptima Sección “preocupados por la incorporación a Cambiemos de dirigentes del Frente para la Victoria”, según publicó en su cuenta oficial de Twitter.

“No consultan al tomar decisiones de gobierno. Tampoco al sumar nuevos aliados (incluso del FpV). ¡Deberán entender cómo funciona un frente!”, disparó desde la red social. Como premio consuelo, o al menos eso simula ser, Vidal comenzó a fogonear al renombrado y popular médico Facundo Manes. Lo convocó a él y al científico Esteban Carmuega para integrar un consejo asesor ad honorem para colaborar en la lucha contra la pobreza, a favor de la inclusión y el cuidado “del capital mental de los ciudadanos”, según informó oficialmente la Gobernación.

Manes está vinculado a la clerecía correligionaria, y su popularidad (llena teatros como ningún otro miembro de la UCR podría hacerlo) podría ser un buen contrapeso al ascenso de Elisa Carrió y a un Jorge Macri sin medir. Pero el impulso al médico no parece alcanzar para calmar el encono de algunos radicales. Como tampoco le parece a la cúpula del Pro, hoy por hoy, que le alcance para ganar solamente con ellos.

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