El miedo a Tinelli

El miedo a Tinelli

Tras “Gran cuñado 2009”, los políticos están preocupados y les prestan atención a las imitaciones de ShowMatch. Las estrategias para aprovecharlas o, al menos, no morir a manos de sus dobles.


Y el 28 de abril volvió, tras casi 500 días. Atrás había quedado el affaire –¿atrás?– con Fútbol para Todos, esto es, el fallido acuerdo con el Gobierno nacional para tomar parte en la transmisión deportiva que, pasada la etapa del secuestro de goles, viene moviendo millones, propaganda oficial y partidos de todos los colores. Marcelo volvió a la pantalla del 13, de él hablamos, y usó, volvió a usar, a su manera, ShowMatch. Politización de Tinelli o tinellización de la política. O todo eso junto.

La cuestión es que en la noche del último lunes de abril, estrenando su temporada número 25 en la pantalla argentina, Marcelo arrancó con el “Bailando por un sueño” pero también con el “Gran bailando”, una especie de “Gran cuñado” reloaded, acaso edulcorado por la ridiculización que aporta la cuota de baile. Pero lo sustancial, lo medular del mensaje, es la alusión, directa o indirecta, a la política. Sí, política al fin.

Eso sí, antes de dar paso a lo viejo-nuevo en su ciclo, Tinelli se encargó de Fútbol para Todos, señalando las idas y venidas a la Rosada durante el asfixiante enero, para reunirse con el jefe de Gabinete nacional, Jorge Capitanich, Coqui, para los amigos: “Que profesor, que encargate del logo, que hacé una carpeta y que, finalmente, si te he visto no me acuerdo. Siamo fuori della coppa”, graficó Marcelo, lo más futbolísticamente que pudo. Y siguió: “No quiero politizar el programa, no quiero problemas. Quiero la unión de todos los argentinos. Lo único que les pido es que no me metan en problemas. No quiero que me hagan como [Fernando] de la Rúa, que un día me dijo: ‘Por culpa tuya me echaron’. Él, que fue uno de los mejores presidentes en la historia, de los más capaces, ¿entendés? De la Rúa me dijo que era yo el que lo había echado. Por ahí tiene razón. Por ahí nosotros con una imitación tapamos la capacidad impresionante de ser presidente. No quiero que pase eso, ¿OK?”. OK. Ponele.

Alejandro Seselovsky, autor de Trash. Retratos de la Argentina mediática, un compendio de perfiles de personajes que van de Wanda Nara a Ricardo Fort, está escribiendo, por estos días, la biografía de Marcelo Tinelli. Dice, muy firme, que Marcelo “no tiene una convicción ideológica, nunca la tuvo”. Y agrega: “Tiene una sola conducta con el poder, que es conversar. Marcelo se adapta, no es un tipo de choque”. Eso, se adapta. Juega para él. Como sea, el contenido político de su programa no puede negarse. Ni desdeñarse, sobre todo cuando promedia los 20 puntos de rating en cada emisión. Ahora bien, ¿qué hay de las imitaciones de los políticos? ¿Influyen en la suerte de los candidatos? Los analistas creen que en realidad alimentan un caldo de cultivo previo. Pero que ayudan, ayudan.

Así las cosas, aquel 28 de abril, Marcelo Tinelli recibió al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, encarnado en la figura de Freddy Villarreal. “¿Va contra Massa, Macri o Unen, que son como 550; o en internas contra Randazzo y los trenes?”, inquirió el cabezón. “Sí”, manifestó un Scioli parco y repetitivo, monocorde como un timbre de celular viejo. “Marcelo querido, Marcelo querido, espero que me hagan bien, con respeto, humor, sensibilidad social, sosiego, deportes, salud”, amplió, respecto a la sátira. Y le entregó cremas para Guillermina Valdés, de parte de su esposa.

Su esposa, Karina Rabolini, actual presidenta de la Fundación Banco Provincia, reconoció recientemente “no tener el mismo humor que Daniel” ante la posibilidad de ser parodiada por Fátima Flórez. Y es cierto: cuentan en el entorno del gobernador bonaerense que se tomó muy bien el trabajo de Villarreal, con énfasis en el chiste del brazo bobo, muerto, y la política de seguridad, que lo tiene poniendo patrulleros a lo loco, para dejar atrás esa realidad digna de Mi pobre angelito: él solo con los chorros. Días después, Tinelli y Scioli, de vieja relación, se encontraron en La Ñata, predio lindero a la casa que el exmotonauta tiene en Tigre, a instancias de un partido de fútsal, que el local ganó 5-3. Lo que quedó fueron los flashes y Twitter, mucho Twitter (hay cada vez más red social en la vida del bolivarense, sobre todo política, a partir, quizás, de la respuesta a Hebe de Bonafini tras su frustrado ingreso en la televisación oficial del fútbol, pues la madre de Plaza de Mayo había advertido que el fútbol no es para hacer negocios, sino, precisamente, política). Punto para el Cuervo. Y punto, en la carrera 2015, para Scioli también. “Parece tan tranquilo que pido que me lo manden así a casa”, expresó Rabolini sobre su marido.

Enseguida sobrevino en el programa la presencia del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, de la mano del inefable José María Listorti. Y Tinelli pareció estar jugando al tiro al blanco de la revancha. “Lo que él te dice hacelo, porque, olvidate…”, “Ah, ¿tiene licencia como gobernador de Chaco? Mirá”, “Yo pensé que entretenía a periodistas por la mañana. OK, sigue laburando en el día, OK”, fueron algunas de las frases del retruco televisivo. De todos modos, no se quedó ahí: “Un beso grande a Cris. La voy a invitar a Cristina. La voy a seguir [en Twitter]. Lo sigo al Papa y a Cris no. Le voy a mandar una selfie con Coqui, para los que decían que estábamos peleados. Amigos para siempre”. O enemigos para siempre. No, mejor, por ahora. Después, hubo sarcasmo al por mayor acerca del programa Precios Cuidados y sus artículos indispensables en la canasta básica: de la tapa de cilindros del Fiat 128 Súper Europa a la púa para el Winco, todo. “Yo soy tu profesor”, le dijo Marcelo al falso Coqui. Y agregó: “Gracias por todo, te quiero”. Pero no todo terminó allí, también coqueteó con la idea de sumar al “Bailando” a Sandra Mendoza, la exmujer de Capitanich, que en 2009 protagonizó un escándalo mayúsculo cuando el entonces gobernador del Chaco en ejercicio de sus funciones la corrió del Ministerio de Salud. La actual diputada por el Frente para la Victoria se autopostuló por Twitter para reemplazar a la fallecida Norma Pons y obtuvo, al principio, el sí instantáneo del conductor. Finalmente, el reemplazo quedó a cargo de Mimí, la hermana de Norma.

También hubo tiempo para Sergio Massa, diputado nacional por la provincia de Buenos Aires por el Frente Renovador y precandidato a presidente. Vaya si lo hubo. En la figura del hombre de Tigre puede visualizarse con todo su rigor, su crudeza, la parábola del político como carne de cañón mediático. No obstante, lejos de la gratuidad de los costos aspiracionales, Massa aprendió rápido cómo es eso de capitalizar los segundos en tele. La experiencia “alica, alicate”, con la impronta De Narváez, hace, claramente, lo suyo.

Precisamente, en la edición Nº 448 de este semanario, una nota de Eduardo Paladini traía a la memoria aquella anécdota que relataba la preocupación inicial de Sergio Massa, en tiempos de Jefatura de Gabinete, frente a la sorna pública bajo el sello de Mariano Iúdica, hoy alejado de Ideas del Sur, la productora de Tinelli. Corría 2009 y un Massa hiperbólico respondía en el programa a cualquier inquietud con un “porque la Presidentaaa, la Presidentaaa, es lo máximo”. Massa, el Massa real, el nacido en San Martín, dejó a un lado los temores y jugó bajo esas reglas: las de la comunicación masiva. Así fue como aceptó asistir al derecho a réplica tinellesco. Fue un acierto. Lo supo enseguida. Con el tiempo, la certidumbre fue su dogma de exposición pública.

Cinco años después, Tinelli volvió a recibir al doble de Sergio Massa, entre carcajadas, de esas que parecen desarmarlo, y golpes, de esos que solo se dan en confianza. Ahora, el turno de la personificación fue de Roberto Peña. “¿Qué onda, cómo estás, craack? Me mata, ¡me mataaa!”, dice la versión humorística más eufórica que se haya visto de Sergio Massa. “A ver, digamos, estoy un 70 por ciento feliz, un 15 ansioso y un 15 preocupaaado”, lanza. Y de nuevo, los latiguillos: “a ver”, “digamos”. Y los golpecitos y cachetaditas propias de un chico en la edad del pavo. Y arranca, ahí nomás, cómo no, a hablar sobre el plan de seguridad, insignia de la ciudad del norte del Conurbano. Entre chistes relativos a los botones antipánico y cámaras de seguridad cargadas de imágenes de Lorenzo –el bebé de Tinelli–, el juego Preguntados y hasta Titanic, hablan de las elecciones presidenciales. “La gente me pregunta, ¿vos querés ser presidente? Yo digo que no me importa, porque estoy en el inconsciente de la gente”, suelta, algo indescifrable pero, al mismo tiempo, claro: se entiende adónde apunta. De inmediato, otra selfie, esta vez con la leyenda “Massa, un amigazo”. “Muyyyy buena, crack!!! Jajajajjaaja! Dale massssssaaaa!!!”, responde, esta vez, el Massa real desde su cuenta de Twitter. “Un saludo a Malena (Galmarini, la esposa del ex-K), que prepara muy ricas ensaladas en todos los asados”, se acuerda Tinelli. Buen provecho.

Pero no todo culmina en los referentes nacionales: apenas se enteraron de que este año Tinelli volvería con sus imitaciones a políticos, la luz roja se prendió en la interna del Pro, tanto en las filas de Gabriela Michetti como en las de Horacio Rodríguez Larreta. Desde ambos sectores deslizaban a este medio que, si se confirmaban sus imitaciones, esto podría influir en las PASO porteñas.

En 2009, Néstor Kirchner no quiso asistir al derecho a réplica de ShowMatch, para enfrentarse en un duelo del verdadero y el falso ante un Freddy Villarreal desopilante. Prefirió atender a Marcelo telefónicamente y salir al aire así. Chiste va, chiste viene, no fue lo mismo que estar en el estudio. No hizo falta ser semiólogo para notar la diferencia de sentido. A los pocos días, Néstor perdería los comicios legislativos en la Provincia. ¿Quién fue el primero? Francisco de Narváez, de Unión-Pro. El Colorado aceptó de buen grado la imitación de Peña, jugó el juego, y lo jugó arremangado: sin más, inauguró la sección de realpolitik por el 13. Del “ayudame, ayudate” al “alica, alicate”, solo una escala de pantalla.

Le comentó Tinelli, serio: “Me dicen: ‘Con esto, estás ayudando a uno, a otro, a este lo estás matando’. ¿Vos qué pensás?”. “Pienso que esto humaniza a los políticos, los acerca a la gente”, respondió el Colorado, sin risas vacías. Luego de su negativa a dar la cara en el prime time, Néstor le preguntó a su jefe de Gabinete qué tal había estado al teléfono con el Cabezón. “Acabamos de perder la elección, Néstor”, dicen que contestó Massa.

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