El conflicto que siempre vuelve

El conflicto que siempre vuelve

Antonio Lizzano

El sorpresivo paro del lunes y las medidas de fuerza anunciadas para el martes, finalmente levantadas, volvieron a poner en el centro de la escena los problemas que sufre el servicio. La pelea Pro-K.


Es difícil encontrar la palabra exacta para definir un conflicto que se repite constantemente. Y cuya solución parece siempre lejana, esquiva, caprichosa y hasta problemática. Eso es lo que sucede con el subte. Los cruces entre los metrodelegados, el Gobierno porteño (que se hizo cargo del servicio a través de Sbase) y la empresa Metrovías son tan habituales como prolongados. Pero ese no sería un problema tan grave si la pelea no terminara perjudicando a los usuarios del servicio.

Si a eso se le agrega que el conflicto del subte también tiene una pata política que enfrenta a la Ciudad con la Nación, la situación se vuelve tan engorrosa y con tantas aristas que la solución no puede ser unidireccional, ya que debe conformar a muchos actores. Y lo que está claro es que, por sus actitudes, varios de ellos no tienen intenciones de que el problema se solucione. Claro que en público dicen otra cosa. Lo cierto es que el servicio, que ya no es del todo bueno, se perjudicó aún más desde que comenzó la pelea entre el kirchnerismo y el macrismo por el traspaso.

“Todos los involucrados se tiran la pelota unos a otros, primero los K y los Pro se echaban la culpa por lo mal que funcionaba el servicio. Ahora, que todo depende de la Ciudad, el macrismo dice que los gremialistas responden al kirchnerismo; los trabajadores, que Metrovías y el Gobierno porteño no hacen nada para mejorarlo y lo empeoran, y así se sigue retroalimentando el círculo de acusaciones sin que nadie se haga cargo de lo que le corresponde”, le dijo a NU un especialista en servicios públicos y exempleado de la concesionaria.

El lunes de esta semana la conflictividad volvió a incrementarse de manera sorpresiva e inesperada para muchos. La Línea D no funcionó durante casi todo el día y eso provocó el enojo de los pasajeros, que se quejaban por lo inesperado de la situación. Un paro sorpresivo de los trabajadores nucleados en la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (Agtsyp) no solo perjudicó a la Línea D sino que además provocó demoras en la Línea C. Para entender lo problemático de la situación solo hay que mencionar que en la línea que va de Catedral a Congreso de Tucumán viajan diariamente 270 mil personas. Aunque en esa línea se anunció que el paro iba levantarse a las 17, recién a las 21 se normalizó el servicio. Esta situación provocó un nuevo cruce entre los metrodelegados y Metrovías, ya que los trabajadores acusaron por la tardanza a la concesionaria. “En realidad siempre tratan de mostrarnos ante la sociedad como los culpables de todo. Como tipos intransigentes que no estamos dispuestos a negociar y que no nos importan los usuarios, y eso es mentira. Nosotros no solo reclamamos por lo que nos corresponde sino que además les advertimos a los usuarios que el servicio que brinda la empresa es deficiente. Y lo hacemos porque nos preocupa la seguridad de todos los que viajan en subte”, le dijo a Noticias Urbanas un delegado de la Agtsyp.

La situación se agravó cuando el secretario general de los metrodelegados, Roberto Pianelli, dio una conferencia de prensa en la que anunció paros rotativos en todas las líneas para el día siguiente. Pero el reclamo de los trabajadores no era solo salarial.

La interna política y las exigencias gremiales

Los metrodelegados se apuraron en aclarar que las exigencias no eran solo salariales (ver recuadro “No se puede confiar ni en Roggio ni en el Pro”). También exigían el nombramiento de conductores para la Línea D, en contra de un concurso que había abierto la concesionaria Metrovías para cubrir esos cargos. En la empresa aseguraron que los trabajadores propuestos por el sector gremial “no cumplen con los requisitos para un ascenso, además de que han sido sancionados por faltas graves (incumplimiento de normas de operativas y de seguridad, abandono del puesto de trabajo, entre otras)”.

Los trabajadores también se oponían a la suspensión de cuatro empleados que se ausentaron de su lugar de trabajo en la Línea C. Los metrodelegados aseguraron que sus compañeros fueron a donar sangre. Sin embargo, la concesionaria respondió que abandonaron su lugar de trabajo sin el permiso médico obligatorio para estos casos.

Por último se encontraba el reclamo salarial. La Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro exige el pago de un bono de fin de año de 5.000 pesos. En la conferencia de prensa del lunes, el propio Pianelli aseguró: “El Gobierno porteño reconoce que la inflación de este año será del 36 por ciento, pero el aumento salarial de paritarias fue del 31 por ciento, con lo cual los trabajadores sufrimos una pérdida del poder adquisitivo”.

Con todos estos reclamos bajo el brazo, los metrodelegados anunciaron para el martes paros rotativos de tres horas en todas las líneas de subterráneos. El cronograma presentado a los medios era el siguiente: en la B se pararía entre las 5 y las 8; en la H, entre las 8 y las 11; en la C, entre las 11 y las 14; en la D, entre las 14 y las 17; en la E, entre las 17 y las 20, y en la A en las 20 y las 23.

El malestar generado por el paro sorpresivo del lunes y lo que provocaría en la gente la medida de fuerza anunciada para el otro día provocó la inmediata reacción del gobierno de Mauricio Macri. La Subsecretaría de Trabajo del gobierno de la Ciudad, que conduce Ezequiel Sabor, convocó a las partes involucradas a una reunión que juntó a los representantes de los trabajadores, a Metrovías y a las máximas autoridades de Subterráneos de Buenos Sociedad del Estado (Sbase). La rápida intervención de la Subsecretaría de Trabajo logró que el paro se suspendiera a cambio de que las negociaciones siguieran adelante hasta llegar a un acuerdo.

Solamente un parche

Luego de la primera reunión en la Subsecretaría de Trabajo, todos los involucrados señalaron que se había alcanzado un principio de acuerdo y que se levantaban las medidas de fuerza, aunque los metrodelegados se apuraron en aclarar que el conflicto de fondo todavía no se había resuelto.

“Están suspendidos los paros. Habrá servicio normal. Y esto se logró por un único motivo: el diálogo”, sostuvo el subsecretario de Trabajo porteño, Ezequiel Sabor, al salir del encuentro, y también manifestó que se producirían más reuniones durante la semana.

“La situación no es tan sencilla y está lejos de solucionarse de manera definitiva. Se van poniendo parches. Porque a los metrodelegados los sancionaron con multas por las cuales son obligados a pagar hasta 30 mil pesos. La concesionaria los acusa, entre otras cosas, por pegar carteles y levantar molinetes. Los trabajadores, en realidad, sostienen que sufren una persecución política ya que no están alineados con el sindicato de la UTA y que, por eso, los tratan de amedrentar. Por no ser tan dialoguistas como el otro gremio”, le explicó a este medio un dirigente sindical.

Pero otra de las causas que hacen que el acuerdo sea frágil es que dentro de los propios metrodelegados existe una interna entre el sector de la conducción que encabeza Pianellli y otro más duro y radical que nuclea a los delegados de la Línea B. Estos dos grupos están más unidos de lo que se cree. Por más que Pianelli esté ligado a los K y los otros con sectores de izquierda, tienen claro que para lograr sus objetivos deben actuar en conjunto. Y todos coinciden en las críticas que se le hacen a Metrovías y a Sbase (ver recuadro “La versión de Sbase y Metrovías”). Para los trabajadores, ambas empresas tienen la culpa de que el servicio del subte haya empeorado y que la falta de mantenimiento de los coches y la inseguridad se agravaran en los últimos tiempos.

La situación parece demasiado endeble como para creer que se llegó al final del problema. Lo único claro es que cada vez que se produce una medida de fuerza o un reclamo de los metrodelegados todo vuelve a repetirse como en un mal filme de acción donde siempre se sabe lo que va a suceder y hasta cómo va a terminar la película. Los involucrados se dedican a echarse culpas entre ellos como si no tuvieran ninguna responsabilidad en lo que sucede. Y todos se olvidan de que se trata de un servicio público por el cual la gente debe viajar y a la que todos terminan perjudicando, a pesar de decir que piensan todo el tiempo en los usuarios. Por eso, más que un punto aparte, esta historia siempre termina con tres puntos suspensivos.

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