De la Sota: el reposo del guerrero democrático

De la Sota: el reposo del guerrero democrático

Vivió intensamente y murió de la misma manera: a toda velocidad.


Uno de los mejores aportes que se pueden abordar con relación a la manera en la que José Manuel de la Sota vivió es que –justo él, que era un hombre de acuerdos– la controversia, la polémica y la discusión política nunca estuvieron ausentes en su profusa trayectoria.

Fue tres veces gobernador de Córdoba, una vez senador y en una ocasión diputado. Anteriormente, en varias ocasiones, a veces de manera polémica, fue funcionario provincial. Además, fue designado por el expresidente Carlos Menem como embajador en Brasil, en 1990.

Su vida sentimental fue tan agitada como su trayectoria política. A los 23 años se casó con Silvia Zanichelli, cuyo padre había sido gobernador de su provincia en tiempos de Arturo Frondizi. Posteriormente, estuvo casado durante 15 años con la exdiputada sanjuanina Olga Riutort, a la que conoció en el Congreso de la Nación, donde ambos brindaban servicio. Su última pareja fue la actual diputada nacional Adriana Nazario, aunque su vínculo se interrumpió en enero pasado. Con su primera esposa tuvo tres hijas, la menor de las cuales falleció en 1987, en un accidente doméstico.

Más allá de sus responsabilidades como gobernador de Córdoba, De la Sota dejó su sello en la creación de la Renovación Peronista, que fue una corriente que obligó al peronismo a evolucionar y a dejar atrás las terribles heridas que dejó en el cuerpo partidario la dictadura militar. Eran los tiempos en los que el peronismo nacional había perdido una elección por primera vez a manos del radicalismo, un suceso acaecido en 1983. La conducción del partido más grande de la Argentina era ejercida entonces por dirigentes que habían quedado atrapados en la lógica política anterior a la dictadura, de la que algunos de ellos habían sido cómplices.

En esos tiempos crueles, incluso, los radicales habían sido mucho más proactivos en el Juicio a las Juntas Militares que los propios dirigentes peronistas de primera línea, a pesar de que muchos de los desaparecidos militaban en su propio partido.

De esa realidad surgió la Renovación, entre 1985 y 1986, que obligó a caducar a la vieja dirigencia, que cargaba con los lastres de una confrontación ideológica que los había enviado hacía tiempo al arcón de los recuerdos, aunque se resistían a quedarse allí. La primera manifestación de este movimiento fue el acceso de Antonio Cafiero a la gobernación bonaerense, en 1987.

En 1988, la fórmula Cafiero-De la Sota compitió y perdió –era la primera vez que el peronismo elegía su candidato a presidente en elecciones internas– con la fórmula Carlos Menem-Eduardo Duhalde, que en 1989 llegó a la Casa Rosada.

Esta derrota signó la declinación del peronismo renovador, que posteriormente evolucionó hacia una serie de expresiones provinciales que aún hoy siguen girando en torno de una realidad en movimiento constante, alineándose y disgregándose al ritmo de sus líderes. Es este un signo de los tiempos de anarquía que corren, que ayudó a políticos como Mauricio Macri y Emmanuel Macron a acceder al poder, a pesar de estar respaldados por débiles –casi líquidas– expresiones partidarias.

Volviendo en el tiempo, paradójicamente durante los tiempos en que lideró la Renovación Peronista, De la Sota no llegó a gobernar su provincia. Recién llegó a la Casa de las Tejas (como se conocía en 1999 a la Casa de Gobierno de Córdoba) en los días en los que Menem terminaba su segundo mandato presidencial y Fernando de la Rúa accedía al ejercicio de su efímera presidencia.

El Gallego (tal el mote con el que lo apodaban sus coterráneos) fue reelecto en 2003 y luego fue reemplazado por su compañero y amigo Juan Schiaretti, en 2007. Esta casi irrepetible fórmula –la posta con Schiaretti– es la que actualmente se encontraba en funcionamiento, puesto que entre 2011 y 2015, De la Sota repitió su acceso a El Panal (el edificio que reemplazó a la Casa de las Tejas en 2011), para volver a abandonarlo el 10 de diciembre de 2015.

Existen pocos casos en el peronismo (y en cualquier otro partido) de alternancia sin mayores conflictos entre un dirigente y otro, como fue el caso de De la Sota y Schiaretti. En el peronismo no existen los liderazgos duales. Un caudillo termina con el otro, esa es la tradición. Incluso, no siempre ambos acordaban en todo. Por ejemplo, mientras que Schiaretti asiste a algunas sesiones de los juicios de lesa humanidad, en las cuales se sentó junto a la presidenta de la seccional Córdoba de las Madres de Plaza de Mayo, De la Sota solía manifestar que “las madres deberían haber cuidado mejor a sus hijos” para que no desaparecieran.

El antecedente de esta postura ideológica se origina en el advenimiento de De la Sota al Gobierno cordobés, cuando apoyó el golpe del entonces jefe de policía provincial, el teniente coronel Antonio Domingo Navarro. Desde allí, De la Sota ocupó la Secretaría de Gobierno del municipio de la ciudad de Córdoba. Tanto Navarro, que derrocó al gobernador Ricardo Obregón Cano, como el interventor provincial que lo sucedió, el brigadier Raúl Lacabanne, profesaban una ideología cercana a lo más granado de la ultraderecha argentina.

Es necesario recordar que el derrocado Obregón Cano estaba alineado con los grupos del peronismo revolucionario que lideraba la organización Montoneros, al igual que otros gobernadores que también fueron destituidos por aquellos días, tal el caso del mendocino Alberto Martínez Baca, el bonaerense Oscar Bidegain, el salteño Miguel Ragone, el santacruceño Jorge Cepernic y el formoseño Antenor Gauna. Todos ellos llegaron a las gobernaciones con el apoyo de la Juventud Peronista y de Montoneros. A la vez, en aquellos tiempos, De la Sota militaba con los grupos del peronismo ortodoxo.

 

La conflictiva relación con los Kirchner

En los tiempos que corren, De la Sota, que apoyó a Néstor Kirchner cuando ganó la Intendencia de Río Gallegos por una ventaja de solo 111 votos, se encontraba en una etapa de reacercamiento con Cristina Fernández de Kirchner. Incluso, en algunos ámbitos se barajaba una posible fórmula presidencial conjunta, puesto que el cordobés jamás abandonó su antiguo sueño de llegar algún día a la Casa Rosada.

Su tercera gobernación, que culminó el 10 de diciembre de 2015, lo encontró en fuerte conflicto con la expresidenta, de quien se alejó en los tiempos de la controversia con el campo, en 2008. Incluso, esta circunstancia llevó a que el peronismo cordobés le negara su apoyo a Daniel Scioli y se volcara masivamente tras la candidatura de Mauricio Macri, que logró alcanzar en la provincia mediterránea un inédito (e inesperado) 70 por ciento de los votos presidenciales en 2015. Córdoba se erigió así en la provincia más anti-K de esa elección.

También, inesperadamente, hubo diferencias de criterio entre De la Sota y Schiaretti con respecto al futuro. El actual gobernador cree que el futuro político de CFK ya no existe, al contrario de lo que pensaba De la Sota, que en la primera semana de junio pasado se reunió con Máximo Kirchner en su departamento en la Ciudad Autónoma, acompañado por tres mujeres: su hija Natalia, concejala de la capital cordobesa; la diputada Haide Giri, una exseguidora suya que se había pasado al kirchnerismo, y la diputada nacional Gabriela Estévez.

El Volvo XC60 en el que dicen que De la Sota casi volaba el sábado a las 20, en el que encontró la muerte, es considerado, a pesar de esto, uno de los autos más seguros del mundo. De todos modos, esa circunstancia no pudo operar para salvarle la vida. Las paradojas rodean a la suerte de De la Sota, ya que su padre falleció también en un accidente en la ruta, a la misma edad que él (68 años) y en la misma zona de la provincia. La otra contradicción es que la Ruta 36 –en cuyo kilómetro 782 encontró su final en este mundo– fue construida durante su mandato gubernamental, con el propósito de “salvar vidas”.

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