El sacerdote que vivió revolucionariamente

El sacerdote que vivió revolucionariamente

Ramón de Anchoris conoció las cárceles de Lima, Buenos Aires y España. Fue además abogado y periodista. Editó periódicos federales y fue amigo de San Martín, Pueyrredón y Dorrego. Murió mientras aún estaba en prisión. Una calle de Barracas recuerda a este cura de espíritu indomable.

Asamblea del año XIII.

Ramón Eduardo de Anchoris nació en Buenos Aires el 13 de octubre de 1775. Fue hijo de Ramón de Anchoris y de María Magdalena de Solá e Indá. Esta era la hermana del padre Juan Nepomuceno Solá, quien integró la Junta Gubernativa que renunció el 24 de mayo de 1810, dando paso a la Primera Junta y al proceso independentista argentino.

De pequeño estudió en el Real Colegio de San Carlos. Luego viajó a Chuquisaca (hoy Sucre, en Bolivia) para ordenarse como sacerdote y para recibirse de doctor en Jurisprudencia, en 1800. Luego se dirigió a Cuzco, adonde consiguió el grado de licenciado en Derecho Canónico en la Universidad Antonio Abad, el 16 de junio de 1805.

Posteriormente, se radicó en Lima, para ejercer como sacristán mayor de la Parroquia de San Lázaro y como secretario del arzobispo Bartolomé María de Las Heras.

En 1810, mientras ejercía estas funciones, tuvo noticias de la Revolución de Mayo, en la que su tío tuvo una fugaz participación. El 18 de septiembre de ese año, fue apresado por orden del virrey José Fernando de Abascal, que lo condenó al destierro y a la confiscación de todos sus bienes. Luego fue deportado a España y estuvo detenido a disposición del Consejo de Regencia, junto con otros patriotas americanos, en el castillo de Santa Catalina de Cádiz.

En esas circunstancias, elevó ante el Consejo de Regencia un memorial solicitando su absolución. Esta le fue concedida, pero con la salvedad de que no podía regresar a América sin una licencia especial. A causa de ello, desde 1811 Anchoris se dedicó a viajar por Europa, en ocasión de lo cual conoció, entre otros, a José de San Martín y a Francisco de Miranda.

En 1813, el sacerdote regresó a Buenos Aires y se unió a la Logia Lautaro, que operó para que fuera elegido diputado por Entre Ríos en la famosa Asamblea del año XIII, que abolió la esclavitud, derogó todos los títulos nobiliarios y declaró la libertad de imprenta (de prensa, en realidad).

En la Asamblea, Anchoris tuvo una destacada actuación, tanto que hasta llegó a ejercer la presidencia entre el 31 de julio y el 1 de septiembre de 1813.

Posteriormente, en 1816 formó parte de la Junta de Observación y, desde allí, fue uno de los revoltosos que derrocaron al director supremo Antonio González Balcarce, para pasar luego a ser uno de los que promovió la llegada de Juan Martín de Pueyrredón al Directorio.

Hasta 1820 ocupó diversos cargos en el gobierno, hasta que en 1823 se unió a la Revolución de los Apostólicos, que lideró Gregorio García de Tagle. Los sacerdotes y militares que protagonizaron la revuelta fueron derrotados tras algunas horas de tiroteos y combates, hasta que el levantamiento fue ahogado. Uno de los líderes, José María Urien, fue fusilado.

La calle. Denominada simplemente “Anchoris”, perpetúa la memoria del sacerdote revolucionario.

En estas circunstancias, Anchoris se exilió en Chile, adonde ejerció el derecho. De vuelta en Buenos Aires, se dedicó al periodismo y atacó con dureza a Rivadavia desde el diario Causa Célebre de Buenos Aires.

Por entonces, se unió al Partido Federal que lideraba Manuel Dorrego en Buenos Aires. Junto con su hermano Gabino, Anchoris era el dueño de una de las pocas impresoras de Buenos Aires, la Imprenta de la Independencia, adonde se imprimían casi todos los periódicos que apoyaban la causa federal.

Cuando Dorrego fue derrocado por el general Juan Lavalle –al que Esteban Echeverría denominó “La espada sin cabeza”–, que culminó su cobarde obra fusilándolo, Anchoris fue despojado de su imprenta. En 1830, para colmo, fue condenado a prisión y se le secuestraron todos los ejemplares de la publicación de Nueva Época de Buenos Aires, que editaba por entonces.

Pero el indomable padre Anchoris estaba ya gravemente enfermo, por lo que el 6 de abril de 1831 fue autorizado a permanecer en prisión domiciliaria. Su espíritu se entregó el 30 de abril de 1831 y, con él, la generación sanmartiniana perdió a uno de sus baluartes.

El homenaje

La calle que perpetúa la memoria del padre Anchoris corre a lo largo de cuatro cuadras en dirección al sur, entre las avenidas Caseros y Amancio Alcorta. Su nacimiento se ubica a 50 metros hacia el este de la avenida Vélez Sarsfield, antes de llegar a Perdriel.

Qué se dice del tema...