Reforma Política: Cambiar el perro y no el collar

Reforma Política: Cambiar el perro y no el collar

Situados siempre donde calienta el fuego, se ponen el traje y el discurso de pioneros del menemismo, del duhaldismo o del kirchnerismo, con la única virtud de poner cara de piedra ante los micrófonos y traje de amianto para sortear incendios.


Muchos argentinos hoy se preguntan ¿que pasó con la mentada reforma política pregonada en las campañas? La inmediata respuesta de los políticos de turno (los de siempre) es que no saben cómo resolver el tema de la lista sábana, hasta ahora "un mal necesario". Lo cierto es que el problema de la famosa lista sábana es sólo uno de los problemas de la política y atañe exclusivamente a los distritos electorales grandes, no a los más pequeños donde todos se conocen.

Pero ése es sólo uno de los puntos, hasta quizás uno más de una verdadera reforma política, en la cual hay cosas mucho más importantes de las que desde la política nadie habla ya que están todas el arco político involucrado.

A saber, la perpetuidad de los cargos electivos, tanto en el Congreso Nacional, como en muchas Legisturas provinciales, incluyendo Concejos Deliberantes y hasta las mismas gobernaciones, ¿no tendrían que ajustarse a la misma suerte del Presidente de la Nación, que no puede ser reelecto más de una vez y luego dejar un período entero en el medio para el caso de querer continuar?

Existen diputados y senadores nacionales que vienen ocupando el cargo desde 1983, algunos entraron con la particularidad de ser los más jóvenes y 21 años después, pronto serán los más veteranos. Lo mismo ocurre en las distintas provincias con sus instituciones. Son los Idi Amin de la política por su carácter vitalicio; cabe entonces la pregunta, si queremos realmente que algo cambie lo que no se puede permitir es que alguien pueda ser reelecto indefinidamente. Ya que esa es una de las raíces de la bien llamada "clase política", una casta que va generando complicidades de las buenas y de las malas con el paso del tiempo y que en algún momento de su periplo, incluso a veces en contra de su voluntad de seguir, se le complica el panorama ante el abandono del poder.

Pero aquí no termina la trampa, sabemos que cualquiera que detenta el poder tiende a perpetuarse en el mismo, de ahí que en los distritos en donde se han puesto topes a las reelecciones se produce entonces el viejo dicho de "hecha la ley hecha la trampa". Es así que vemos el continuado fluir de las mismas personas hacia distintos cargos electivos, un senador nacional pasa a ser provincial, luego diputado nacional o provincial o lo asila algún Consejo Deliberante pra que descanse un poco de viajar, pero siempre viviendo vitaliciamente de un cargo público, o sea nunca termina de abandonar el poder.

¿No habría que modificar este anquilosamiento político en una reforma?, ¿no tendría que impedirse reelegir en ningún otro cargo similar por caso los legislativos, a menos que se deje pasar un período completo en el medio.

¿Qué pasa con aquellos que siendo elegidos por la ciudadanía para un mandato, antes de terminar el mismo se mandan a mudar para intentar la trepada hacia otro espacio que les conviene más o que les asegura más años en el poder. ¿No deberían recibir una sanción de la sociedad a la cuál dice representar? Es más, muchas veces si les va mal en el nuevo cargo, aprovechan en retroceso táctico al "viejo" peso político que en su momento lo impulsó para reintentar postularse para el mismo cargo que desertó, ¿esto no debería ser tema de una reforma política y sin embargo nadie habla en la corporación cuando a ella se refieren? Parecería razonable y sano que el que abandona el cargo para el cual ha sido elegido no pueda presentarse para un cargo análogo u otro similar, al menos por un plazo a convenir cuando esto finalmentese discuta.

De más esta decir de los que desertan a un cargo ejecutivo como el de Presidente (caso Fernando de la Rúa o Adolfo Rodríguez Saá) o Vice (Carlos "Chacho" Álvarez).

También están los candidatos se presente a varios cargos simultáneamente (algo inaugurado por el capitán ingeniero Alvaro Alsogaray y continuado fielmente por la izquierda vernácula), por ejemplo a Presidente o Gobernador y como no les da el pinet, se aseguran a primer diputado o legislador raso, nacional, provincial o o lo que fuera. Hay tres cosas importantes: tener chapa, tener fueros y no perder el sueldo. La reforma política no tendría que imponer que no sea así para romper con las camarillas de poder interna de los partidos políticos que trancaron al país hace tantos años.

Situados siempre donde calienta el fuego, se ponen el traje y el discurso de pioneros del menemismo, del duhaldismo o del kirchnerismo, con la única virtud de poner cara de piedra ante los micrófonos y traje de amianto para sortear incendios.

¿Y que hay de los referentes multidistritales?, ¿es correcto representar primero a un determinado distrito electoral y defender los intereses de ese distrito en el concierto de intereses del país federal y luego con igual vehemencia a otro distrito con necesidades que hasta pueden ser antagónicas?. ¿Es lo mismo para un diputado nacional de la provincia de Buenos Aires hablar de copartición y luego que diría si lo hiciera defendiendo los intereses de la Ciudad de Buenos Aires o los de Formosa? ¿Es lo mismo al hablar de regalias petroleras representar a Neuquén que a Santiago del Estero?, ¿o cuando se hable de la explotación del puerto de Buenos Aires ser porteño que chaqueño?

Eso también cabe en la reforma política, no se debe poder ser un polidistrital según más me conviene, esto lo inauguró el recordado y querido César Jarosvlasky, cuando llegó por Entre Ríos y se quedó por la Capital, siguó entre otros durante el menemismo con Erman Gonzalez, lo continuaron Carlos Ruckauf, el Frepaso con Graciela Fernandez Meijide, el comunismo con Patricio Echegaray y hoy sigue más vigente que nunca, entre otros casos resonantes como el de Elisa Carrrió en la Capital y los zigzagueos de la primera dama.

También sería muy importante que se ordene nacionalmente de igual forma a las asociaciones sin fines de lucro, a organizaciones sociales, sindicales, Cámaras, Asociaciones Profesionales, Clubes de Fútbol, que padecen de dirigentes eternos.

Pero claro, ¿quiénes son los que tienen que producir esta reforma? Los mismos que se perjudicarian con ella, los beneficiarios de hoy, y así no habrá nunca renovación política ni de políticas que es en definitiva el objetivo buscado. La cuestión no pasa por arruinarles la carrera a estos señores o señoras dirigentes, sino que se construya un consensode que se tienen que ir de una buena vez aquellos "jóvenes eternos".

Argentina necesita hoy de gestos de grandeza, que esta clase política impulse como último legado hacia las próximas generaciones de dirigentes, una reforma política en serio a pesar de sus propios intereses y basta de hablar exclusivamente de la famosa lista sábana. Una reforma que cambie las formas y los contenidos, que le cambie la vida y la representación al pueblo y que éste pueda sancionar si se la quiere eludir. Un oído en el pueblo es darse cuenta que con las limitaciones del hecho ya avisaron en diciembre del 2001, esperemos que la decisión de transformación no llegue demasiado tarde, incluso para ellos.

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