Cómo llegaron al primer ballottage en la Ciudad de Buenos Aires: Números y sensaciones

Cómo llegaron al primer ballottage en la Ciudad de Buenos Aires: Números y sensaciones

"Aníbal Ibarra deberá captar casi las dos terceras partes del electorado que votó a Luis Zamora, si quiere ser reelecto"


La primera vuelta de las elecciones porteñas dejó varios puntos para analizar en función de lo que pueda pasar de acá al 14 de setiembre. Una de los primeros interrogantes sería saber cuál es la causa por la que casi la tercera parte de los empadronados no concurrió a las urnas. Si la razón fuera -como parece lo más lógico- que ninguno de los candidatos lo convenció al punto tal de cumplir con uno de los requisitos de la democracia y otorgarle su voto, esa tendencia podría agravarse en el ballotage de continuar entre los votantes de los demás partidos esa misma línea de pensamiento.

Si esto sucediera, a priori el gran beneficiado sería Mauricio Macri, ganador el domingo y al que le conviene que todo siga más o menos igual. Dicho en otras palabras, para Macri, cuanta menos gente vote, mejor. Por obvia contraparte, quien debe convocar a la sociedad que gobierna a cumplir masivamente con su deber cívico es Aníbal Ibarra, para intentar así hacer valer el mayor grado de rechazo que posee su contrincante. La diferencia en este rubro no era sustancial en el primer tiempo pero sí puede influir de conservarse o aumentar la masa de votantes. Macri tiene el 52% de gente que nunca lo votaría mientras que Ibarra posee 41% en ese rubro.

Por otra parte, antes del domingo cualquier ibarrista firmaba una derrota de tres puntos frente a un rival del que reconocieron las principales espadas que "se bancó con todo lo que le tiramos". Esa diferencia, decían, garantizaba el triunfo tres semanas después. ¿Qué pasó entonces que renacieron las dudas? Los estrategia de los últimos días sustentada sobre dos pilares, el apoyo a fondo del Presidente Néstor Kirchner y las previsiones finales de algunas encuestadoras, los hombres cercanos al jefe de Gobierno vieron renacer la esperanza de un triunfo numérico tras el recuento, algo quimérico para cualquiera que haya seguido la campaña desde un principio. Lo lógico debía seguir siendo lo lógico, pero no fue así.

El exitismo denunciado en el búnker de Macri no era comparable ni mucho menos a aquel Hotel Presidente y en realidad se "husmeaba" más alegría contenida en el Hilton a pesar de la prudencia ordenada. La "paridad absoluta", sumado al triunfalismo antimenemista de las declaraciones de Vilma Ibarra y el famoso punto arriba que confesó a destiempo Norberto La Porta, allá por las seis de la tarde, pusieron en situación de orgasmo a sus seguidores, sólo contenidos por un cauto Carlos Campolongo. Buena parte de la prensa -entre lo que se destacaban Canal 13 y Todo Noticias- eran los pilares mediáticos de una resistencia absurda y nociva como veremos más tarde.

A esa altura, el jefe de campaña de Macri, Juan Pablo Schiavi, gambeteando la merca podrida proveniente del poderoso multimedio, se jugaba con su propia boca de urna que 10 horas más tarde se verificó con un error del 0.7 por ciento. "Ganamos por cuatro puntos", había dicho Schiavi a las 18:15 horas en un búnker que le creyó porque todos sabían de qué hablaban sin tantos compartimentos estancos.

Luego vinieron las acusaciones cruzadas acerca de la labor del Correo Argentino y del Ministerio del Interior, algo poco serio para gente grande y con experiencia en estas lides. Ambos cuarteles deberán levantar la puntería, preguntar a qué hora terminaron los recuentos en cada escuela y allí elaborar sus propias conclusiones. Con el perdón de lo genios estrategas, es tan estúpido mandar las mesas de la Boca primero para que la ventaja trepe a diez puntos como decir a las seis que empataste o que estás un punto arriba. Los dos antes de las seis de la tarde sabían el resultado con casi perfecta precisión. ¿Para qué la manipulación?

Dos consecuencias, en principio una más grave que la otra. El efecto derrota en el ibarrismo trasciende los 3.3 puntos que tiene que remontar. Como decíamos antes, un resultado más que aceptable en la previa, hoy conlleva una amargura que no pueden disimular -por su exclusiva culpa- sus principales operadores. Como siempre saldrá Ibarra a comerse la cancha como lo hizo todo éste último tiempo, esta vez, seguramente, sin subtes ni patrulleros para donar. Por el lado de Macri, el descenso de "la ventaja" de diez a tres puntos también dejó un dejo amargo y transformó una sensación de nocaut en tres puntos de ventaja recién en el sexto round.

Empezó, antes del domingo, una nueva elección que no se podía preveer desde antes, porque los números vienen acompañados de sensaciones. La matemática fría pone a Ibarra como un más potable receptor de los treinta puntos que quedaron en otro lado, sin contar el otro tanto que se quedó en su casa. Pero si este último número llegara a aumentar para no convalidar "ni al dueño ni al gerente" para usar clichés de campaña, su situación se hará cada vez más compleja.

Existe una casi certeza entre los encuestadores que Bullrich dividirá votos por igual, lo que llevaría a Macri a 42 puntos y a Ibarra a 38 y medio. El radicalismo se dividiría en la misma forma, dejando las cosas en 43 y 39 y medio. Los grupúsculos de derecha que sumaron poco y nada pero son unos cuantos neutralizarán a la izquierda vernácula anti Macri y lo situarán a éste cerca del 44 por ciento, obligando a que Ibarra capte por lo menos las dos terceras partes partes del electorado del líder de Autodeterminación y Libertad.

Kirchner ya jugó prácticamente todo lo que tenía para arriesgar y sus legisladores ganaron y perdieron casi por partes iguales. Será poca la leche que Ibarra podrá sacar del Gran Tambo de la Rosada para la segunda vuelta. Recostarse en Lilita, que cobró en cargos el domingo bastante menos que Jorge Giorno, parece ser la estrategia adecuada para situarse cerca del calorcito que irradia el ex MAS. Pero como lo demostró en el primer turno, si el electorado de Zamora es imprevisible por la positiva, imagínense ahora cuando éste se inclina por la abstención.

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