Resurge el debate por el arancelamiento de la UBA

Resurge el debate por el arancelamiento de la UBA

Luego de que la Universidad Shangai Jiao Tong diera a conocer un estudio que ubica a la Universidad de Buenos Aires en el ránking 175 sobre 500 universidades evaluadas, resurgió este viejo debate.


Luego de que la Universidad Shanghai Jiao Tong diera a conocer un estudio que ubica a las universidades latinoamericanas lejos de la elite mundial, el debate sobre la crisis educativa que sufre la región y –puntualmente- la Argentina ha vuelto a estar en el ojo de la tormenta.

Los parámetros de evaluación fueron:

-Número de alumnos y docentes que han ganado Premios Nobel y medallas

-Cantidad de desarrolladores altamente calificados

-Informes técnicos presentados en naturaleza y ciencia

-Cantidad de informes incluídos en el Science Citation Index y el Social Science Citation Index

-Performance per cápita

Por lo que contar con Houssay, Leloir y Milstein en el “equipo de los Nobel”, poco parece haber pesado a la hora de recibir el veredicto chino. Ya que según indicaron, la UBA se ubica en el puesto 175 sobre 500 universades en estudio.

Vale destacar que la problemática no es local, ya que Latinoamérica –toda- quedó por debajo de los EEUU, Europa, Asia y Oceanía, apenas superando a África. Sin embargo, hay quienes enfocan la discusión hacia el plano presupuestario. Poniendo en tela de juicio la gratuidad de la universidad pública.

Este debate no es nuevo. Y cada tanto, hay quien busca su excusa para reflotarlo. Como ocurre con algunos jóvenes del PRO o como ocurrió con Sergio Massa, durante la campaña electoral para las últimas elecciones legislativas, cuando deslizó la idea de imitar el sistema universitario chileno, que tanto dolores de cabeza la trajo al ex Presidente Sebatián Piñera.

Por ejemplo, en 2005, el exfuncionario Juan José Llach impulsaba una propuesta para que los graduados abonaran una especie de “contribución”, que permitiera incrementar los ingresos de las facultades estatales y mejorar el salario docente.

La iniciativa contaba con el apoyo del sector empresarial. A pesar de que para Néstor Kirchner, no era un tema que estuviera “en agenda”.

Las razones del empresariado se basaban en el criterio de que “la aplicación de límites monetarios al ingreso contribuiría al desarrollo de mejores profesionales, más capacitados y preparados para la demanda de personal especializado que evidencia el sector industrial”.

Argumentos que en consecuencia atentan contra el principio por el cuál la universidad pública argentina es totalmente subvencionada por el Estado y abierta a todo aquel que tenga la voluntad de afrontar una carrera: la inclusión educativa.

De todos modos, cabe mencionar que en promedio, a nivel mundial, la porción presupuestaria cubierta con los pagos hechos por alumnos no hace la diferencia. Ya que se ubica en un rango que va del 10 al 20 por ciento del total. El pico máximo de recaudación se da en Corea, donde ronda el 40 por ciento. Mientras que en los Estados Unidos, líder absoluto del sistema universitario mundial, está entre el 20 y 25 por ciento.

Obviamente, la desigualdad social imperante en Argentina, desvirtúa el principio de inclusión y aleja a quienes se encuentran en los estratos sociales más bajos de esa posibilidad. Aunque ¿qué sería de quienes llegan con lo justo para hacer frente a los gastos que implica una carrera si tuvieran que pagar una matrícula, abono o cuota?

Posiblemente, abandonarían.

Ahora, veamos, en Alemania, Dinamarca, Noruega, Finlandia y Suiza la educación también es subvencionada íntegramente por el Estado. Con la diferencia de que, en comparación con el sistema argentino, la subvención es exclusivamente para nativos.

Vale destacar que, todos estos países pertenecen a lo que vulgarmente conocemos como “primer mundo”. Por lo que el problema no tiene origen en lo presupuestario sino en el nivel de exigencia académico (la Universidad de Helsinki cuenta con una tasa de aceptación del 15%), en cómo llegan los alumnos a la universidad y la importancia que el Estado le da a la educación. Algo que, claramente, va más allá de cuánto presupuesto se destine en ella, ya que los recursos no necesariamente pueden estar bien orientados.

Aunque sería utópico pretender mayor exigencia cuando, actualmente, sólo el 43% de los alumnos termina sus estudios secundarios. Es por ello que preocuparse por estar en la elite mundial de las universidades, hoy resulta casi tan coherente como discutir sobre “el sexo de los ángeles”. Y por lo menos, hasta que este dramático dato sea revertido.

Punto a favor, en este caso, para el Gobierno de la Ciudad. Que desde hace una semana, lanzó el programa “Terminá la secundaria”. Un plan de educación a distancia que ofrece la posibilidad de obtener el título de Bachiller desde cualquier lugar del país.

No obstante, con este panorama, amargarse por no estar en las grandes ligas del nivel universitario mundial y trasladar la discusión al plano económico es negar un problema alarmante: cada vez son menos los jóvenes aptos para insertarse en el sistema universitario argentino. Ya sea por falta del título secundario o la preparación necesaria para sortear el ingreso.

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