Más allá de la incertidumbre financiera, hay un país que espera un destino mejor

Más allá de la incertidumbre financiera, hay un país que espera un destino mejor

Hay fuga de dólares, falta de insumos básicos y, en especial, miles de desheredados que reclaman un lugar.


El golpe que le asestaron los votos de la oposición el once de agosto último dejó al Gobierno en estado de confusión, hasta tal punto que se tomaron una serie de medidas “populistas” que jamás habrían pasado su mínimo filtro básico en épocas de bonanza.

En el día en que se escribe esta crónica de la crisis, miles de hambrientos rodeaban el Ministerio de Desarrollo Social, algunos con la intención de acampar allí hasta que se acepten su desesperada demanda de que el Gobierno decrete la emergencia alimentaria. Esta postal del “otro” país es tan opuesta a la nación de las finanzas que inspira a Mauricio Macri, que habita allí, apenas a unas diez cuadras de los desarrapados, que éstos parecieran ser los sitiadores, los integrantes de un ejército extranjero.

Entretanto allí, en el microcentro, el dólar abría a $62 argentinos, las tasas de interés trepaban al 85 por ciento y se conocía que el 80 por ciento de los dólares que llegaron al país desde las arcas del tesoro del FMI ya se fugaron de la Argentina. Hasta hoy, el FMI envió 44.867 millones de dólares, mientras que en el mismo período –que se inició con el primer desembolso, enviado el 22 de junio de 2018- abandonaron esta tierra de promisión u$s 36.640 millones.

Apenas a una cuadra de la “City”, mientras tanto, el ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, afirmaba entretanto que “hablamos con el FMI día por medio. Charlamos con ellos antes de tomar las medidas”, en referencia al reperfilamiento de la deuda y a las medidas de control cambiario.

Mientras que el propio Lacunza afirmaba que “éstas son medidas transitorias”, no dejaba de puntualizar que la llegada del próximo tramo del desembolso del FMI, consistente en u$s5.400 millones, es “indispensable”. Pero desde Washington, algunas voceros de las finanzas dejaban entrever su pesimismo de que llegue ese dinero, a causa de los pocos “incentivos” que entrega Argentina a los impiadosos burócratas del organismo.

De todos modos, esa falta de compasión no garantiza el talento de los financistas. Le erraron en todo con respecto a la Argentina. El FMI anunció que el Producto Bruto Interno iba a incrementarse en 2019 en 1,5%, pero cayó un -1,3%; auguraron que la inflación de este año iba a ser de un 17%, pero superará el 54%; la tasa de interés también demostró que la economía no es la especialidad de los analistas del organismo, que la situaron en torno al 22,5%, pero hoy está en 85,3%. Tampoco acertaron en su pronóstico acerca de las reservas que iba a atesorar el Banco Central en 2019, ya que las imaginaron en u$s 69.000 millones, pero el 30 de agosto pasado ya sumaban u$s 52.149 millones y seguían siendo disipadas.

Para peor, sólo en los últimos tres días, medidos entre el viernes 30 de agosto y el martes tres de septiembre (esta crónica es redactada al día siguiente), el Banco Central se desprendió de u$s 5.000 millones, una cifra casi calcada de la que está a punto de recibir del FMI. Todo esto, bajo la premisa de mantener la estabilidad del dólar.

El mismo día, una de las biblias del mundo del dólar, el Financial Times, publicó una desgarradora crónica, titulada: “Argentina: Cómo el mayor préstamo del FMI se desmoronó con Macri”, en la que los reporteros les advirtieron a ambos candidatos mayoritarios, que “ahora los inversores y la gente de negocios quieren ver a Alberto Fernández y Mauricio Macri trabajar juntos para calmar a los mercados, estabilizar la economía y minimizar la incertidumbre durante la larga transición hasta que asuma el próximo presidente en diciembre”.

A pesar de su férrea exigencia, los analistas concluyeron en que “hay pocos indicios de que cualquiera de los dos candidatos estén preparados para hacerlo”.

Paralelamente, el riesgo país –que cambia minuto a minuto- se mantenía alrededor de los 2.434 puntos, mientras que los precios de la canasta básica, aún sin contabilizar el IVA, crecían en progresión geométrica. En el último mes los aceites subieron el 17%; el arroz, un 13,2%; las harinas, el 15,5%; las pastas secas, el 9% y las aguas, el 5,9%. Esto, mientras el presidente anunciaba una quita del IVA a una lista de alimentos de la canasta básica, que incluye a los mencionados en este mismo párrafo.

No conformes con el rumbo de la economía, otros cultores de la más absoluta insensibilidad –el corazón es para el mundo de las finanzas sólo un músculo que bombea sangre-, seguían golpeando. La calificadora de riesgo Moody’s Investor Service le bajó la nota a las deudas de las provincias de Córdoba, Buenos Aires, Chaco, Chubut, Río Negro, Formosa, Tucumán Misiones y a la Ciudad de Buenos Aires. Pero, golosos como son, los “moody’s boys” se ensañaron también con YPF, Arcor, Mirgor, Raghsa, Sullair Argentina y Telecom Argentina.

Finalmente, sin miras de conformarse con las explicaciones de Lacunza, voltearon también la calificación de los bonos soberanos en moneda local. El resumen: la calificación, que estaba en B2 (de riesgo crediticio alto), quedó en Caa2 (de riesgo crediticio alto y de poca calidad).

Los examigos de Fitch Ratings también cortaron el vínculo de simpatía con el Gobierno de Cambiemos. Tenían calificada a la deuda en la categoría B (solvencia muy justa, vigilar porque existe posibilidad de incurrir en impago), pero el jueves la bajaron dos escalones a CCC (probabilidad de impago alta).

También Standard & Poor’s operó el jueves último para cambiar la calificación de deuda, que bajó a “default selectivo”, aunque el viernes volvió a ubicarla en CCC (muy vulnerable en el momento, muy dependiente de la situación económica).

Todos estos pronósticos y calificaciones significan que cada vez que el Estado y las empresas privadas de nuestro país necesiten dólares para abastecerse deberán pagar intereses cada vez más altos por sus créditos, volviendo inviable esta opción.

Pero mientras las finanzas se empachan de tanto exigir, la presidenta de la Confederación Unificada Bioquímica de la República Argentina, María Alejandra Arias, anunció que “la situación es alarmante hace rato, pero desde el 12 de agosto se tornó insostenible” y que “los aranceles quedaron atrasados y los laboratorios ya no pueden funcionar”, por lo que ya no habrá análisis clínicos para las obras sociales, de las que la que más incurre en la morosidad es, paradójicamente, PAMI. Arias amenazó con que si no hay un nuevo acuerdo, pasarán a cobrar los aranceles a los afiliados, que deberán sumar un nuevo pago, por fuera de la cobertura de su obra social, que le cobra un arancel cada vez más alto.

La economía real, en la que viven los hombres de carne y hueso, pareciera transcurrir así por fuera de los márgenes de las finanzas, sin que el Gobierno se percate siquiera de su existencia. Alguna vez este cronista entrevistó al gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, que funcionando en modo “mandatario provincial” se quejó con humor socarrón por el destino del préstamo del FMI, alegando que “con esos dólares no hicieron ni siquiera un metro de cordón-cuneta”.

Más allá de cuestionamientos y argumentaciones favorables, lo único que no pareciera haber para el Gobierno es una salida, atrapado en un corset ideológico tan rígido que no permite el menor movimiento.

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