“Lousteau me convenció de no abandonar la política partidaria”

“Lousteau me convenció de no abandonar la política partidaria”

Laura Di Marco

María Eugenia Estenssoro integrará la lista porteña de Unen. Reconoce que hasta las PASO no le tenía fe a la coalición de la que ahora forma parte. El llamado del exministro la hizo cambiar de idea.


“Espero que hayamos madurado”, dice María Eugenia Estenssoro, candidata a legisladora porteña por Unen, cuando le pregunto cómo van a hacer, en la alianza de centroizquierda en la que acaba de incorporarse, para disipar las sospechas de ruptura que rondan al espacio. Sospechas que no solo lanzan sus opositores (kirchnerismo y macrismo) sino que tienen los propios votantes del espacio.

Enfrentar el peligro de ruptura, admite Estenssoro, será un desafío para Unen, mientras que el fracaso de experiencias similares en la historia reciente se debe al “individualismo, ese mal tan argentino”.

Sin embargo, enseguida dirá que está contenta de que Gustavo Vera vaya al frente de la lista de legisladores, porque desde siempre acompañó a los más pobres, desde La Alameda. “Que ocupe el lugar que ocupa define dónde están nuestras prioridades” [NdR: Hacemos esta entrevista el martes 3 de septiembre, cuando todavía no está definida la lista de legisladores, aunque el nombre de Estenssoro suena para secundar a Vera].

En su árbol genealógico hay personajes ilustres y petróleo, presidentes y pioneros.

Nacida en La Paz, Bolivia, llegó a la Argentina a los 4 años y a los 18 se naturalizó. Su bisabuelo materno fue quien descubrió el petróleo en Bolivia, y su tío Jorge fue uno de los fundadores de Yacimientos Petrolíferos Fiscales en la patria de Evo Morales. Luego, su padre, José “Pepe” Estenssoro, el más conocido para nosotros, “heredó” esa profesión al convertirse en presidente de YPF en la Argentina. Víctor Paz Estenssoro, el tío abuelo, fue tres veces presidente de Bolivia, mientras que por el lado materno encontramos al general Hugo Banzer, primo hermano de su abuela, quién primero fue presidente de facto y luego democrático.

Estenssoro se sumó a Unen luego de las primarias porque hasta ese momento no le tenía fe a la renovada apuesta de unidad de la centroizquierda porteña.

–No creía que fuera a funcionar.

–Claro, justamente por todos los fracasos anteriores y porque estoy convencida de que la política argentina ha tomado el rumbo equivocado y que nosotros, desde la oposición, no podemos avanzar en el contexto en que venimos. Y sucede que, cuando estás metida en el día a día, entrás en una inercia en la que es difícil pensar en caminos alternativos. La coyuntura te va llevando.

–¿Y cómo fue que rompió la inercia?

–Yo tenía totalmente decidido dejar la política partidaria, por lo menos dos años, para poder trabajar desde la sociedad civil. Una pausa necesaria para poder pensar mejor de cara a 2015. Pero, en el medio, me llamó Martín Lousteau y también Terragno –lamento que haya quedado afuera del Congreso– para ofrecerme participar en el espacio. Primero les dije que no. Pero luego de las primarias, Lousteau, que fue la gran revelación de esta elección, me volvió a llamar y me convenció.

–¿Qué le dijo?

–Que era necesario ganar la Ciudad ahora para poder armar un proyecto político y programático común en 2015. Y que participar en esta elección era importante para poder generar otro modelo político y ético. Nos resulta importante fortalecer Mendoza, Santa Fe y Santa Cruz. En Mendoza, Cobos podría ser un presidenciable. En Santa Fe también podríamos tener otro presidenciable, y en Santa Cruz es absolutamente necesario que gane Eduardo Costa para que termine de desalojar al kirchnerismo en 2015.

–¿En qué proyectos está trabajando?

–Estoy trabajando en un proyecto de educación a nivel nacional que hace hincapié en una nueva concepción pedagógica, centrada en la multiplicación de jardines maternales, que no sean guarderías sino centros educativos para chiquitos de cero a dos años. Hoy las neurociencias nos revelan la importancia que tienen los dos primeros años de vida, tanto en la estimulación como en la alimentación, que son justamente los más descuidados en el sistema actual. El hecho de que no exista una red importante de jardines maternales públicos hace que muchas mujeres de sectores populares no puedan salir a trabajar con tranquilidad. Doble discriminación, para los chicos y sus mamás, que este proyecto vendría, en parte, a paliar. En Brasil y en Chile también se está trabajando en esa línea. En Brasil se crearon cuatro mil jardines maternales con la idea de prevenir, además, los problemas de escolaridad que más adelante son irreversibles. Trabajando desde los primeros años disminuye la repitencia, que suele terminar con el abandono de la escolaridad. La Argentina no gasta poco en educación, pero gasta mal. Prueba de la mala calidad es la enorme migración de chicos de la escuela pública a la privada, aun en sectores no pudientes.

–Una diferencia que, históricamente, distinguió a la centroizquierda de la centroderecha es la defensa de lo público, pero hoy esos límites aparecen mucho más difusos. Por ejemplo, Macri dice: “En Pro defendemos el transporte público”, mientras que lo que más pondera la gente en las encuestas es el metrobús. ¿Cómo harán para diferenciarse?

–Esta es una ciudad que siempre ha sido radical, con fuerte impronta cultural y una presencia, no asfixiante, pero sí gravitante del Estado. Esa herencia la recoge Unen, de algún modo. En cuanto a Macri, bienvenido que se acordó de lo público, un poco tarde, hace dos años nomás, cuando empezó con lo del metrobús. Esa preocupación no se le nota en la educación. Obviamente que está recogiendo el beneficio de haber invertido en el transporte público. De todos modos, en ciudades como Buenos Aires, la apuesta debería haber sido ampliar la red de subtes, no impulsar un medio de transporte por arriba que, si bien alivia, sigue contribuyendo a la polución, que debería ser otra preocupación.

–Pino Solanas acaba de afirmar que la oposición romperá en pedacitos el acuerdo con Chevron. ¿Tan fácil es?

–Desde luego que no, porque si así se hace el Estado tendrá que resarcir ese acuerdo y le costará muy caro por los derechos adquiridos. No es fácil en absoluto. Hay que recordar que para explotar Vaca Muerta se necesitan 37 mil millones de dólares, mucho más de los 1.240 millones del acuerdo de YPF con Chevron, una cifra muy pequeña, tanto que es lo que necesita invertir la Argentina para abastecerse por un mes. Está claro que YPF carece de recursos propios para ese desarrollo: su utilidad neta en 2012 fue de 800 millones de dólares, muy por debajo de los 5.240 millones que Miguel Galuccio proyectaba invertir anualmente con cash flow propio. Haciendo números, y a juzgar por el secreto que rodea este acuerdo y que la concesión sea por 50 años, nada menos, uno se pregunta, ¿cuánto habrán recibido los funcionarios kirchneristas para impulsar este acuerdo, que no terminamos de entender?

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