Desde la Plaza de Mayo, casi un millón de argentinos exigieron más educación

Desde la Plaza de Mayo, casi un millón de argentinos exigieron más educación

Por Edgardo Núñez / Especial para Noticias Urbanas

Crónica de una marcha histórica, que convocó a un millón y medio de personas en las calles de todo el país.


De un lado, el presidente Javier Milei publicó en su cuenta de X: “Lagrimas de zurdos”. Mientras que del otro, casi 800 mil personas caminaban por las calles de Capital Federal y los centros neurálgicos de todas las provincias del país, mientras cantaban al ritmo de los redoblantes y bombos “universidad de los trabajadores, al que no le gusta se jode, se jode”. Ambas cosas, antagónicas per se, se produjeron por el mismo motivo; la desfinanciación que sufrieron las universidades públicas del país en este año.

Este fue el marco de una marcha que instantáneamente se transformó en histórica y el motivo principal es la abrumadora masividad, que le impidió al Gobierno mirar para otro lado y cumplir su promesa de aplicar el protocolo. Las calles se vieron colmadas y cortadas al tráfico como pocas veces. Incluso la Avenida Corrientes se llenó de manifestantes que iban y venían, cantaban y aplaudían, siempre con la misma consigna: Con las universidades, no.

Las universidades tanto del Conurbano, como la de Lomas de Zamora, Quilmes, como las históricas, como la UBA, la de La Plata, se dieron cita el martes después del mediodía, para llegar al acto de cierre, que comenzó pasadas las 18 horas. Miles y miles de estudiantes, tanto como personal no docente, docentes, familias, amigos y profesionales recibidos, llegaron en transporte público de forma particular. Si bien hubo banderas de raíz partidaria, quedó claro que la gran mayoría era gente que fue sola y por voluntad propia.

Los trenes que llegan desde la provincia, como la Línea Roca, la Línea Mitre, la Línea San Martín y el tránsito de colectivos, desbordaron las calles de la ciudad pasado el mediodía. Era incuestionable la identidad de la mayoría de las personas que estaba en los vagones, con remeras universitarias, cartelería, cantos y aplausos. Esto se mantuvo durante toda la jornada. No fue una marcha de odio, de tristeza, fue una marcha que reivindicó la identidad innegociable de ser un país que ofrece el máximo nivel académico de forma gratuita, tanto para los hijos del contador como para los del albañil.

Pasadas las 17, intentar ingresar a la Plaza de Mayo, donde estaba el escenario central, era imposible. Lo más próximo que se podía llegar era a tres cuadras de la plaza, y esto se repetía en las calles aledañas. Los manifestantes tenían carteles con consignas opositoras al Gobierno, tanto como apoyo a la educación pública.

Muchos respetaron la consigna que se había difundido en las redes, la de llevar un libro en la mano; por el mensaje de que no hay nada más importante que la educación, y porque el 23 de abril, además, es el Día Internacional del Libro. Dato curioso, uno de los motivos de la fecha es el fallecimiento de Miguel de Cervantes, creador de Don Quijote, aquel que peleaba contra los molinos de viento en defensa de las causas justas.

Ni el discurso de cierre, ni los de las personalidades que estuvieron en el escenario, ni lo formal de todo acto se escuchaba a más de 50 metros de la plaza. No se veía ni escuchaba, pero poco importó. Bandas de jóvenes y no tan jóvenes se arengaban y cantaban el himno nacional, “la patria no se vende” y cuanto mensaje dejara en claro que debe haber un cambio en cuanto al financiamiento de la educación.

Voces protagonistas

Augusto, de la Facultad de Derecho de La Plata, que traía una remera de Franja Morada, afirmó que “frontalmente se está desfinanciando a las universidades públicas, pero fundamentalmente lo que se está haciendo desde el Gobierno nacional es desprestigiarlas, utilizar cualquier adjetivo calificativo para ensuciar la imagen institucional de la universidad”.

Además, aseguró que la marcha “se vio muy masiva, con mucho respeto entre las distintas organizaciones estudiantiles y sindicatos y federaciones”, y agregó que “es para celebrar, no sé de acá en más qué sucederá, yo no creo que cambie mucho, pero es una demostración de fuerza para lo que viene”.

Por su parte, Mariela, explicó que no es argentina, pero que asistió porque le parece importante “apoyar por lo que está pasando, es una universidad tan prestigiosa. Soy de Bolivia, no egresé acá, pero es una institución con la que muy pocos países cuentan y, de verdad, el hecho de que se desfinancie es inaudito. En mi país no hay este tipo de universidades, es importante estar acá y apoyar. La marcha, la verdad que la vi muy intensa y emocionante”, destacó.

En esa línea, Paloma, abogada egresada de la UBA, indicó que le gustó que la marcha haya sido tan “multitudinaria”, y señaló que había “muchísima más gente de lo que esperaba. Más allá de los sectores políticos hay de todo, como gente adulta, chicos, jóvenes y es porque sin educación no hay nada, que es lo más importante que tenemos”.

Entre los asistentes, estaba Estefanía, de 70 años: “Vine porque es obligación. Todo buen argentino tiene que participar del reclamo de derechos. La salud y la educación deben primar por sobre todo, incluso por sobre la economía. La marcha es fantástica, me recordó al mundial. Cuando pasó yo pensaba ‘como ese día, no va a haber nada que se compare’, y miren, acá está el equivalente”.

Además, muchas familias fueron a defender su derecho a la educación pública, como la de Mauricio, quien estaba con una nena sobre sus hombros y aplaudía, mientras otra lo agarraba de la mano. “Vine porque mis hijas van a un colegio público, mi esposa se recibió en la UBA, yo pude estudiar antropología, y toda mi educación fue pública”, explicó, y opinó que la educación “es uno de los pilares que tenemos en Argentina, es lo que nos diferencia de todo el mundo, no hay que pagar por la educación y es algo que no se puede escatimar y de lo que el Estado se tiene que encargar”.

Sería imposible retratar las historias de todos los asistentes, de todos los espacios, con todas sus razones. Pero todas ellas se unieron en una noche fresca, impregnada por el olor a choripanes que se mezclaba con el efluvio popular, los aplausos, los cantos, los gritos, pero, sobre todo, lo colectivo. La magia fue ésa, primó lo colectivo por sobre lo individual. Ninguno de los 800 mil asistentes quiere que alguien se quede afuera.

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