Algo cansado del fastidioso sobón en que se había transformado su perro, el francés Clement Eloy consiguió la solución: un juguete de plástico con medidas naturales que le permitirá a los bichos sacarse las "ganas" sin molestar a sus dueños.
A imagen y semejanza de las muñecas inflables (como el hombre, a imagen y semejanza de Dios), usadas incluso por algunos de sus amos, el juguete para perros está hecho con un plástico cubierto de una piel gruesa de silicona, que los protege y les permite dar muestras de "cariño".
La fisonomía del juguete es igual a la de una hembra, con músculos moldeados que semejan glúteos y un agujero color rosa en la parte posterior, que su inventor aconseja limpiar regularmente.
El éxito del juguete es notorio, su llegada a la Argentina, inminente, y las derivas, múltiples: la elongación peneana para canes ya está en los planes de la empresa fabricante,
que ha hecho suya una divisa de época: lo personal es político.