La madrugada del martes estaba fría, en estos tiempos de calentamiento global, pero Amalia Granata, acurrucada en la cucha, ya no podía contenerse, no había manera: tenía que orinar.
Así que hizo lo que se hace en estos casos. Se destapó, echó un eructo (la Coca Cola), se calzó las pantuflas y enfiló al baño en busca de una bata. Se la puso, salió del agujero y abrió la puerta que da al jardín (vigilado).
Se recortó una figura contra la pared, luz de los reflectores tomaroon posición, igual que la ex rubia, que tomó posición, se arrodilló, metió un dedo para descorrer la bombacha y soltó el chorro.
Y después, a los saltitos, entró a la casita de los sueños y se acostó de nuevo. ¿Habrá soñado con motochorros, o con de tiza y limón?