Martín Lousteau: Peligro de borocotazo

Martín Lousteau: Peligro de borocotazo

Por Fernando Riva Zucchelli

El joven brillante cumple en la capital estadounidense una misión delicada, pero de tanto en tanto vuelve a la Argentina y enciende bombas opositoras.


Mientras que las realidades social y política se van desarrollando en un plano de discontinuidad entre ellas mismas, en una suerte de correlato a los saltos en los contenidos y sin liderazgos nítidos en la oposición, el Gobierno nacional aprovecha para permitirse algunos lujos que (entre tanto acontecimiento callejero) lo benefician. Entretanto gana tiempo y aire para sí mismo y para sus dos grandes brotes: el porteño y el bonaerense.

Es en esa lógica que Mauricio Macri consigue ir acomodando la carga, a pesar de los vientos que cruzan su posición. Mientras avanza el desgaste de algunos de sus funcionarios más cercanos, que podrían ser parte de un recambio (algo de lo que el Presidente no es partidario y realizará de manera inesperada), y existe tanto barullo mediático, avanza ya sin ningún tipo de freno la campaña electoral de medio término de 2017.

Desde lo político hay una necesidad imperiosa para los amarillos de no resbalar el año que viene, ya que una derrota importante sería vista interna y externamente como el fracaso de este modelo de cambio y abriría la necesidad social de recalcular los rumbos adoptados o, de mínima, de quienes los guían.

Es en ese contexto que Macri eligió a sus mejores hombres dentro de la alianza política de gobierno para llevar a cabo el hard time de su gestión, o sea, los primeros dos años fundacionales para construir otro esquema de país, en los cuales la cuesta arriba permanente requiere de los mejores jugadores de su plantel.

El éxito hacia adentro, creen, tiene un factor clave en la “vuelta al mundo occidental y el regreso de las inversiones” (incluido China, ahora economía de mercado para este gobierno) y también en las consecuentes ventajas del acceso al dinero global y de la supresión de limitaciones de todo tipo, para plantear un clima de negocios friendly hacia nuestro país.

El centro de esta operatoria, a pesar de que este gobierno tiene grandes amigos en Europa, radica en una cirugía de alta precisión en Washington y Nueva York, que es la que destraba el resto del paquete. Y para ello, Macri no dudó en poner al mejor que tenía para cumplir esa misión. El “joven brillante” Martín Lousteau, con posgrados y reconocimientos a nivel mundial, fue el encargado de empezar a limar las asperezas con los Estados Unidos, algo que se plasmó con su visita a Barack Obama, previa a la venida al país del primer presidente afroamericano de la historia estadounidense.

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Silenciosamente y con bajo perfil, Lousteau fue un protagonista imprescindible para esta novela de amor que crece cada vez con más fuerza entre los países. De todos modos, en la histérica campaña del país del norte, el Gobierno nacional se encolumnó (con dichos contundentes de la canciller Malcorra y otros funcionarios de alto rango), peligrosamente, detrás de Hillary Clinton, cuando aún las cosas no están definidas ni para sus mejores analistas. Una apuesta que tendrá que explicar Lousteau ante las nuevas autoridades si el magnate Donald Trump llegara a ser electo presidente, con el descontento social imperante que lo trajo hasta acá.

Sin embargo, el embajador, a pesar de ocupar un puesto estratégico para esta administración en el concierto mundial de las naciones, se hace tiempo para retornar cada tanto al país y alentar a sus seguidores para trabajar en el desplazamiento del gobierno del Pro en 2019 o para complicarle el tránsito en el año entrante. Cualquiera diría que ese comportamiento político por parte del enrulado economista es, por lo menos, un tanto esquizofrénico, habida cuenta de que lo que defiende ante los máximos líderes del mundo lo rechaza en el corazón de su patria, nada menos que en la Capital Federal del país que lo depositó en Washington como su máximo representante.

En el partido de gobierno, y por extensión en la coalición que lo contiene, a pesar de que con un extraño y ridículo juego de palabras él nunca lo admita, las casualidades existen en una escala ínfima. El poder lo detenta Macri y lo ejerce sin medias tintas, de manera férrea y con una actitud severa, aunque contemplativa ante sus subalternos, a los que deja hacer hasta donde él soporta la situación. La famosa libertad con límites.

Una de dos: o Lousteau desafía ese límite o esa restricción no existe en la Casa Rosada para que regrese a disputar territorio amarillo. ¿Pensarán en el primer piso de Balcarce 50 que Lousteau es una variable más que interesante para la continuidad del proyecto porteño? ¿O este joven también es brillante para romper acuerdos y códigos de la política, explícitos e implícitos?

A pesar de que sobrevuelan muchas conjeturas al respecto, tanto Horacio Rodríguez Larreta como Diego Santilli, las dos máximas autoridades y figuras del distrito, están tranquilos en el medio término, tomando la gestión como eje de acumulación y esperando una definición de escenario (que no será este año) del embajador argentino. Sería absolutamente desprolijo irse antes del año del destino VIP que Macri le asignó, según aseguran desde el poder.

Los números que circulan tampoco marcan que el regreso de Lousteau signifique, al menos el año que viene, un golpe al Gobierno porteño. Estaría en el orden del 22 por ciento de los votos, cifra que seguramente debería ser superada por los massistas/pejotistas y kirchneristas sumados en el distrito. Y si su techo lo alcanza como candidato de Cambiemos (para lo cual debería pasar una interna), eso demuestra que lo que él cuestiona es realmente lo que lo beneficia y potencia. Sería hipócrita esa actitud.

La política siempre se nutrió de amagues y picardías, y hasta ahí todo está bien. Pero hacer un salto sin red desde el plano internacional y geoestratégico, perjudicando a la gente que confió en él (Macri incluido), puede generar una mancha difícil de quitar para su futuro político. En cambio, si resuelve el problema con honestidad e hidalguía quizás su futuro resulte tan brillante como su experiencia de juventud global.

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