El presidente Mauricio Macri resolvió enviar a Nicolás Dujovne a la boca del lobo en Nueva York para convencer a los inversores de que la Argentina cumplirá con la letra chica del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El ministro de Hacienda y Finanzas prometió en Wall Street que el país cumplirá con todas las metas comprometidas y que llevará adelante el doloroso ajuste de sus cuentas públicas.
El Gobierno sigue apostando a alcanzar un consenso, principalmente con los peronistas, a los que considera más afines y en los que siempre se apoyó en búsqueda de garantías de gobernabilidad. La apuesta es repartir el costo político y evitar así un decreto presidencial que resuelva el Presupuesto. Por ahora, el Gobierno dialoga por separado con los sectores y diluye la convocatoria de una mesa grande que incluya a gobernadores, líderes parlamentarios, sindicalistas, empresarios y representantes de la Iglesia, con los que día tras día crecen las tensiones.
Tras mantener una serie de reuniones con inversores en los Estados Unidos, el superministro llegó a tiempo a Buenos Aires para participar de una cumbre con los aliados radicales de Cambiemos, encabezada por Mauricio Macri en la residencia de Olivos con el fin de calmar los ánimos tras los cortocircuitos generados una vez más por Elisa Carrió, quien había dicho hace unos días que ella podía manejar a la UCR desde “afuera”.
Pese a los enojos y reproches, el encuentro sirvió para empezar a discutir la estrategia y los lineamientos generales acerca de por dónde pasarán los recortes para llegar con una posición homogénea a las negociaciones con el peronismo parlamentario. Incluso el jefe de Gabinete, Marcos Peña, salió a sostener la “fortaleza” de Cambiemos y a ponerle un freno al desboque de Carrió, en declaraciones a los acreditados de Casa Rosada. “Es natural, como puede ocurrir en cualquier familia o en cualquier grupo humano, que puede haber diferencias”. Y agregó: “Creo que lo más importante es que tenemos que ser muy respetuosos del otro, hay que tener cuidado de no herir susceptibilidades, de decir cosas que por más que se entienda que pueden ser chistes u otras cosas pueden llegar a herir”.
Con la oratoria de siempre, pese a la turbulencia, el jefe de Gabinete se animó a asegurar que “Cambiemos es la principal fuente de esperanza en los argentinos” y hasta negó que haya cortocircuitos con la Iglesia, cuando ninguno de los caminos de la Casa Rosada llegan hoy a Roma. En esa línea, ratificó que Macri no vetaría la legalización del aborto: “El Presidente ha sido claro en su convicción sobre la importancia de dar un debate republicano, que implica respetar el resultado y por supuesto no vetar la ley”, sostuvo el ministro coordinador, para luego apuntar que la relación con el Episcopado es “muy buena” a los pocos días de que la Iglesia expresara su preocupación por los 356 despidos en Télam y de que los movimientos sociales, apoyados políticamente por el papa Francisco, se fueran con las manos vacías de la reunión con Carolina Stanley.
Las organizaciones reclaman aumentos en las asignaciones y un pago de emergencia de tres mil pesos ante la actual situación económica y social que golpea principalmente a los sectores más vulnerables por la escalada inflacionaria. La ministra de Desarrollo Social rechazó los pedidos y ofreció a cambio aumentos graduales de los programas de empleo. Al salir de la reunión, el coordinador de Barrios de Pie, Daniel Menéndez, sostuvo que las “soluciones” que propone el Gobierno para atender la situación social son “como una aspirina para un enfermo terminal”. “Creemos que hay mucha falta de respuesta de parte del Gobierno ante una situación que hace cada vez más difícil la convivencia social. El ajuste, las modificaciones a la política económica, la recesión, los despidos y la destrucción del trabajo informal se hacen sobre una sociedad donde la mitad de los chicos está por debajo de la línea de pobreza”, agregó el líder social, quien junto al resto de las organizaciones sociales llevaron al encuentro algunos datos que duelen, por ejemplo, que existe un 42 por ciento de malnutrición.
El Gobierno nacional tampoco dio lugar a la posibilidad de declarar una emergencia alimentaria que podría dotar de mayores herramientas a los comedores escolares y comunitarios, donde se alimentan uno de cada tres niños. Las garantías oficiales, por ahora, son solamente para los inversores, los únicos beneficiados del ajuste que pagan, como siempre, la mayoría de los argentinos.
En los Estados Unidos, Dujovne disertó en la casa central de la JP Morgan, el banco sospechado de haber empujado la corrida cambiaria comprando 1.500 millones de dólares a 19 pesos, sabiendo que luego aumentaría a 26. Y esta semana, el titular del Banco Central, Luis Caputo, nombró a su ex jefe de Gabinete en Finanzas, Pablo Quirno, como director en la entidad. El economista, designado en comisión con la firma de Macri y Dujovne, trabajó 25 años en el sector financiero internacional y fue managing director para Latinoamérica de JP Morgan en Nueva York, en la misma sede adonde el superministro fue a mendigar confianza y ofrecer garantías, porque las metas no se manchan. La desconfianza de los inversores no es solamente económica, es principalmente política. Cualquiera sea el camino, está complicado para la inversión extranjera.
Descartado el temor de que el Gobierno diera marcha atrás con algunos de sus compromisos para retomar el gradualismo, ahora solamente les falta saber cómo piensa resolver Mauricio Macri la encrucijada que significa el cada vez mayor malestar social. Cómo piensa hacer Cambiemos para transformar el veneno en placebo. Para que la realidad social no les estalle frente a la Casa Rosada, porque más temprano o más tarde, el sindicalismo, los movimientos sociales y los autoconvocados convergerán sin fines electorales y en defensa propia. Para el Gobierno, el road show debe continuar.
