Escándalo por dossier K anti Bergoglio

Escándalo por dossier K anti Bergoglio

Por Fernando Riva Zucchelli

Horacio Verbitsky fue el autor del dossier, pero tuvo dos cómplices calificados: el embajador ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero y el cardenal argentino Leonardo Sandri. Habría consecuencias.


Corría el año 2005, había fallecido Juan Pablo II y el cónclave de cardenales que se reunió para determinar su sucesor, tomó la decisión de entronar a Joseph Ratzinger, quien tomaría el nombre papal de Benedicto XVI. En ese cónclave y tras las distintas votaciones, el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue el segundo más votado. Ya desde aquella ocasión el cuerpo cardenalicio había posado los ojos en su par argentino.

Quiénes también accionaron en aquella ocasión, pero para deteriorar la imagen de Bergoglio entre el cuerpo elector, fueron los kirchneristas, en especial el periodista Horacio Verbitsky que se encargó de cursarles en los días previos al mismo un correo electrónico a los cardenales en el que describía la supuesta complicidad que el Arzobispo de Buenos Aires habría tenido con la dictadura. En particular se refería al caso de dos sacerdotes jesuitas.

La jugada fue descubierta y catalogada de mal gusto por la mayoría de los representantes del Vaticano, colegas conocedores de la conducta intachable de Bergoglio en su compromiso y votos. El embajador en la Santa Sede, Carlos Custer fue ajeno a la jugada pergeñada por Verbitsky.

No contento con su fracaso de ocho años antes y tras dos libros publicados e infinidad de notas de apoyo a esa teoría conspirativa que denunció durante estos años en Página 12, Verbitsky redobló la apuesta ante la renuncia de Benedicto XVI. En este caso el agente- periodista-asesor, seguramente interpretó que un e mail no era prueba contundente para su proyecto de arruinarle la carrera a Bergoglio y, como todos los K antes que Cristina decidiera girar 180 grados en su relación con Bergoglio, redobló su apuesta y armó un dossier conspirativo.

Algo de esto fue publicado por El Cronista Comercial en una nota firmada por Román Lejman el pasado 18 del corriente. Pero según averiguó este medio, la historia tiene un origen diferente y ese eslabón es Horacio Verbitsky.

Éste, según altas fuentes italianas consultadas por este medio, contó con la complicidad del estado mayor kirchnerista, ya que en Roma habría llegado a las manos del actual embajador en la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero. Desde la embajada argentina se diseñó una estrategia de circulación de la carpeta, en la que las mismas fuentes vaticanas le otorgaron a otro cardenal argentino, Leonardo Sandri, el rol de difusor del dossier “made in Argentina”. Sandri, que posee una visión pastoral diferente a la de Bergoglio, figuraba periodísticamente entre los papables, detrás del italiano de Milán, Ángelo Scola y del brasileño paulista Odilo Sherer, los dos candidatos más serios para ocupar el sillón vacante.

En realidad, mientras el italiano y el brasileño fueron realmente candidatos, Sandri nunca fue tenido en cuenta por sus pares para este nombramiento. Un caso de corrupción que involucró a un político sumamente cercano a Scola en Italia, Roberto Formigoni, mandamás de Lombardía por 18 años (habían fundado juntos Comunión y Liberación), desarmó el apoyo que tenía el arzobispo de Milán, mientras que una inadecuada defensa del cuestionadísimo Instituto de Orientación Religiosa (Banco Vaticano) terminó de sepultar las aspiraciones del paulista. Bergoglio, entonces, sumó una ventaja sideral, ante la impotencia de Sandri.

El problema es que el tema del dossier ya tomó estado público en el Vaticano y que los involucrados en el mismo deberán brindar las explicaciones correspondientes. Desde la Argentina, el propio Verbitsky y desde Roma, nada menos que el embajador Cafiero y el Cardenal Sandri.

Para peor, esta jugada peligrosa, de alto riesgo y que culminó de la peor manera no parece terminar acá. Las consecuencias tendrán los tiempos que Francisco, al tanto de todo, decida tomarse. Una buena medida del Gobierno para descomprimir este escándalo en puerta sería eyectar inmediatamente de la Santa Sede a Cafiero y poner en su lugar a alguien que adhiera a la nueva estrategia de la Casa Rosada. Cristina, entretanto, parece haber entendido que los intereses de Verbitsky y los suyos aparentan ser similares, pero no lo son. Si no fuera por su olfato e inteligencia, “El Perro” -como se lo conoce a Verbitsky en el ambiente periodístico- la hubiera llevado al peor de los mundos. Un mundo enfrentado al de Francisco.

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