Todos quieren

Todos quieren


Como un sube y baja imprevisible, la pelea política porteña sale a la superficie de tanto en tanto y corporiza internas que parecían inexistentes o, al menos, dormidas. La ausencia de Cristina, candidatos presidenciales lanzados prematuramente y un inédito vacío en el principal distrito del país, la provincia de Buenos Aires, ayudaron a darle nuevo formato y pusieron en valor por estos días al escenario electoral en la Ciudad. El verano, plataforma agradable para asomar la cabeza y anotarse en lo que venga, también hizo lo suyo. Así, en distintos tonos, la mayoría de los espacios mostraron algunas cartas marcadas para 2015 y exhibieron, cuándo no, rencillas, chicanas y una que otra sorpresa.

Fiel a su estilo, uno de los cimbronazos lo pegó la inquieta Elisa Carrió. Cuando sus compañeros del reciclado Frente Progresista empezaron a jugar la contienda nacional, la diputada de Unen sorprendió y avisó que no la descartaran para gobernar tierra macrista. Mientras despotricaba en privado contra dos de los lanzados para la presidencial (el titular del radicalismo, Ernesto Sanz, y su par socialista, Hermes Binner) y seducía a los taquilleros Pino Solanas y Julio Cobos, la líder de la Coalición Cívica hizo trascender un supuesto operativo clamor para postularla para la Jefatura de Gobierno porteña. Ella, generosa, contestó que lo pensará. ¿Lo hará? ¿O ya lo hizo?

“Va a decidir sobre el final. Y nadie sabe lo que hará. Pero hay un dato real y es que antes nunca hablaba de temas de la Ciudad y hace unos meses empezó a hacerlo”, contó uno de los pocos hombres que habla a diario con Carrió. Si no es ella, esta vez apadrinará para el puesto a otro joven, otro de su “hijos” políticos, el también diputado Fernando Sánchez.

Tras el éxito de la interna de 2013, en Unen hay certeza y convencimiento de repetir el experimento. Que corran todos y después vemos. El todos, hoy, es bien amplio. El socialista Roy Cortina (con más peso interno que votos) ya se anotó. También podría hacerlo Alfonso Prat-Gay, aunque quedó herido por la primaria pasada. El radical Sanz, por su lado, se guarda la carta más sorpresiva: una precandidatura de Facundo Manes. ¿Quién es? El neurólogo de Cristina Kirchner, con 15 minutos de fama cuando la Presidenta tuvo el episodio de salud que la alejó más de un mes de la gestión.

De todos modos, en las pocas encuestas que circulan en el espacio (antes del avance de Carrió), quien mejor posicionado aparece es el economista Martín Lousteau. El exministro de Cristina cree estar pasando un buen momento. Tanto, que nada dijo cuando le avisaron que un consultor lo estaba midiendo para la Presidencia. Parece demasiado, pero lo cierto es que sus rivales de Unen admiten el carisma y la buena recepción que despierta el joven en las recorridas porteñas.

El aura de Lousteau, incluso, transcendió el armado progresista. Amante de las sorpresas y la captura de dirigentes, el movedizo Sergio Massa ya hizo saber que le encantaría sumarlo como referente en la Ciudad. Aun cuando falta mucho para 2015, el exintendente de Tigre es consciente de su debilidad en el distrito, donde, con los comicios por separado, no hay efecto arrastre. El armado de los exministros kirchneristas Alberto Fernández y Alberto Iribarne carece de peso electoral y transmite menos renovación de la que gusta marketinear Massa. Corren, pero no ganan partidos.

Otros mencionan a Roberto Lavagna como una posibilidad del Frente Renovador para la jefatura local. Imposible predecirlo: el exministro cree que está para otra liga; más grande, claro. Ni siquiera su acercamiento público al massismo, semanas atrás, garantiza continuidad. Al otro día de posar con Massa, aclaró por radio: “El acuerdo es por 2014, eh, no por 2015”. Incontenible.

Más desolado aún, sin embargo, parece el panorama porteño para el revivido Daniel Scioli. El gobernador disfruta por estos días del sopapeo que viene soportando el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, su principal rival interno. El gobernador sabe de qué se trata ese cinismo K: mantienen en puestos de vanguardia a ciertos dirigentes para luego socavarlos por adentro. Como en una balanza de dos platillos, la caída de uno provoca el empinamiento del otro. Pero enfocado en territorio porteño, lo de Scioli, curiosamente un dirigente que creció y se formó en la Ciudad, es más bien pobre. “Imaginate que uno de los que se quiere anotar es (Gustavo) Marangoni”, se alarman en la gobernación bonaerense. El dirigente con apellido de futbolista no es otro que el exvocero de Scioli y actual titular del Banco Provincia. Un desconocido en el distrito.

Quien sí posee un anclaje mayor y hasta tuvo la experiencia de gobernar la Ciudad es el ministro de Cultura bonaerense, Jorge Telerman. Pero su última aventura electoral en el distrito (sacó menos del 2 por ciento) lo corre de plano.

¿Y el PJ oficial? Después del golpazo de Daniel Filmus, que quedó tercero el año último y no pudo renovar su banca de senador, el peronismo porteño se encamina a una interna en abril. Hay dos anotados: el jefe de los encargados de edificios, Víctor Santa María, y el ministro de Trabajo, Carlos Tomada. El líder del Suterh contaría con el apoyo de otros sectores del sindicalismo (como la UPCN de Andrés Rodríguez), pero sabe que corre de atrás. Aun con el desgaste de 10 años de gestión, Tomada tiene más adhesiones y votos. Aunque también el funcionario K enfrenta un dilema complicado: si Filmus, el oficialista con mejor imagen de los últimos años, perdió siete veces seguidas en el distrito, ¿cómo haría Tomada para remontar esa pendiente justo que el “modelo” está en retirada?

Pese al panorama, sindicalista y funcionario quieren correr. Fuerte el idealismo de Santa María: además de su sueño porteño, aún insiste en que hay que convencer a Massa de que vaya por la gobernación bonaerense, con Scioli en la presidencial, como fórmula de garantía para que el peronismo siga en el poder.

Por último, los favoritos. Por primera vez en una década, el macrismo deberá ir a la elección para jefe de Gobierno porteño sin Mauricio Macri en la boleta. Un desafío inédito, que animó a (casi) todos. Pese a la solvencia electoral de Gabriela Michetti, que superó los 40 puntos en los comicios pasados, la mayoría de los funcionarios del Pro sigue renegando de la posibilidad de quedar bajo su ala. Aducen cuestiones de estilo, capacidad, modos. Nadie dirá lo que piensan varios: la candidez y el perfil moralista de la actual senadora, más cerca de la Coalición Cívica que del Pro, achicaría el margen para mezclar política y negocios. Un golpe al sistema. Michetti no dice nada de la comparación, ya que hablaría mal de su propio gobierno, pero deja correr la versión.

Quien promete gestión y continuidad es el actual jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta. De voluntad inquebrantable, fue sumando simpatías en sus compañeros de la Ciudad. Una versión ubica entre los nuevos amigos de Larreta al senador y exministro porteño Diego Santilli. Pero, aun cuando no descarte compartir fórmula, el peronista-Pro se anota por ahora para el número 1.

En realidad, ningún macrista admitirá hoy la posibilidad de secundar. El vicepresidente primero de la Legislatura porteña, Cristian Ritondo, también se largó con afiches y publicidades sobre su figura. Y hasta el titular del Banco Ciudad, el exlegislador Rogelio Frigerio, ya avisó que él también se incluye en la grilla.

A diferencia de otras veces, en 2015 habrá menos margen para el dedo ordenador. La Ciudad aprobó el año pasado su reforma política que, como la elección nacional, prevé una primaria abierta y simultánea. Un escenario inédito, atractivo y tan abierto que hoy, a poco menos de dos años de la contienda, encendió unos cuantos sueños de verano.

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