La necesidad y las cuatro patas de la mesa

La necesidad y las cuatro patas de la mesa


En la Política, para el diplomático y filósofo Nicolás Maquiavelo, la acción y la necesidad son centrales. En su “Discurso sobre la primera década de Tito Livio”, decía: «Ya hemos explicado otras veces lo útil que resulta para las acciones humanas la necesidad, y a cuánta gloria puede conducirlas; y que algunos filósofos morales han escrito que las manos y la lengua, dos precarios instrumentos que ennoblecen al hombre, no se hubieran perfeccionado ni hubieran llevado las obras humanas a la grandeza en que hoy se hallan, si no hubieran recibido el estímulo de la necesidad».

Es justamente por necesidad que la política nacional se desarrolla actualmente por consenso y, al menos por el momento, en armonía frente a la amenaza de una pandemia. Como nunca antes, en el escenario político protagoniza más la necesidad que los cuatro actores principales, obligados a depender los unos de los otros, con gusto o disgusto, según cada quien.

El Coronavirus compuso inesperadamente un tablero con cuatro patas que se miran entre sí con desconfianza, sin más remedio que aceptarse, por el bien de todos y de cada uno de ellos.

Está a la vista que el presidente Alberto Fernández hace esfuerzos por sostener desde la suya dos patas representadas por el gobernador de Buenos Aires Axel Kicillof y el Jefe del gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta. La vicepresidenta Cristina de Kirchner se balancea en la cuarta pata amenazando con aflojarla desde su forzada reclusión.

El perfil público de Alberto Fernández manifiesta la mayor parte del tiempo una voluntad de consenso y armonía entre el oficialismo y la oposición.  Esa voluntad suele ser interrumpida temporalmente como consecuencia de los encuentros que mantiene a solas con la vicepresidenta. Se observa que luego de oírla durante varias horas sacude un palito sobre algún enemigo ocasional, indefinido para la opinión pública en general. Pero enseguida vuelve a su posición y repite la jugada de sentarse en medio de las otras dos patas. La cuarta pata, entonces, hace silencio y se entretiene zarandeando el árbol de la justicia para que caigan los frutos secos.

Entre esos vericuetos se dibuja el juego de la necesidad. Alberto Fernández necesita de Rodríguez Larreta para frenar revueltas internas en su propio espacio. Lo sienta a su derecha. Rodríguez Larreta se suma como pieza imprescindible al juego aunque genere malestar entre sus seguidores. Además de batallar contra el virus Rodríguez Larreta necesita de los fondos de la Coparticipación. Kicillof se desborda de a ratos y le echa la culpa de los contagios de los bonaerenses a la ciudad de Buenos Aires, pero luego se calma y recompone, reconoce que el problema está en el indivisible AMBA. Admite que la lucha compartida es más beneficiosa que perjudicial. A los tres los unen las necesidades políticas y sanitarias.

La vicepresidenta Cristina Fernández mueve la cuarta pata pero no tanto como para que caigan la mesa y el tablero. Se da cuenta que Alberto Fernández le banca sus berrinches en la quinta de Olivos, pero sabe también que no debe exagerar. Si él plantara bandera y renunciara ella tendría que ponerse al hombro el tenebroso trabajo de enfrentar los efectos del virus y los muertos, la deuda externa y el default, la recuperación económica después de la pandemia, la pérdida de la productividad por la cuarentena, el aumento del desempleo y la pobreza, y la hambruna que se viene. Finalmente tendría que lidiar con la oposición y el alto nivel de rechazo que tiene en la sociedad. No está en su naturaleza trabajar tanto. Por eso la cuarta pata se mueve pero no hace ruido, por necesidad.

Hasta fines de mayo se decidieron cinco prórrogas de la cuarentena. Flota en el aire la idea de que, tal vez, hubo un apresuramiento en declararla en marzo; sin embargo, no quedan dudas acerca de la necesidad de priorizar la prevención. Ahora, como en otros países, la cuestión radica en cómo salir de la cuarentena porque los modelos son tan diversos como las mismas sociedades donde se están haciendo las experiencias.

La concentración de contagios y de muertes en el AMBA, registrada desde hace dos semanas, generó roces y cruces fuertes entre el kirchnerismo y el PRO. Sólo la falta de madurez política puede hacerle decir a alguien que el “foco de contagio” del coronavirus “es la Capital Federal”. La mano y la lengua fueron dentro de un twitter que envió el ministro de Salud bonaerense. En las mismas horas fueron y vinieron las culpas políticas, contra la ex gobernadora María Eugenia Vidal y el peronismo de distinto pelaje que gobernó la provincia desde 1987 hasta 2015.

El AMBA mide aproximadamente 6.100 kilómetros cuadrados y supone un enorme riesgo por la densidad poblacional, por el hacinamiento en los barrios de emergencia, refugios de la pobreza donde escasean las cloacas y las conexiones de agua potable. A la tragedia, que recién empieza en algunos de los 1.800 villas de la provincia y se ignora cuánto crecerá en intensidad, se suman miles de personas sin trabajo informal por el aislamiento obligatorio. Ellas viven mayoritariamente en los barrios carentes.

Para referirse a este tipo de desajustes que produce una pandemia, el arquitecto y teórico estadounidense Buckminster Fuller apeló hace 40 años a la siguiente metáfora: “Tenemos hoy, de hecho, 150 almirantes supremos y una sola nave: la nave espacial Tierra. Tenemos 150 almirantes en sus 150 camarotes, cada uno tratando de manejar su camarote como si fuera un barco separado. Tenemos la liga de almirantes de estribor tratando de hundir la liga de almirantes a babor. Si cualquiera de los dos logra atravesar el barco para ahogar el lado del “enemigo”, se perderá todo el barco”.

Más columnas de opinión

Qué se dice del tema...