La coartada de los trapos viejos

La coartada de los trapos viejos


Puede formularse como una pregunta, pero contendría una buena dosis de certeza. ¿En los primeros seis meses de Gobierno, a Macri lo está salvando Cristina? No hay pruebas de que la expresidenta tenga intenciones ni traccione con el poco poder que le queda para sostener una gestión que en solamente un semestre se consumió parte de la enorme expectativa que había generado con la sucesión. Más bien lo contrario. El acotado discurso público que la exmandataria llegó a transmitir el día de su debut en Tribunales, y el accionar de los dirigentes que le responden, fue en camino inverso. Hubo duras críticas al rumbo económico y también a la supuesta pérdida de logros que el modelo habría instalado. Sin embargo, cada vez son más quienes creen dentro del oficialismo que la figura de Cristina y el aura de noticias negativas que los envuelven a ella, a sus exfuncionarios y a sus socios, ayudaron a morigerar el malhumor de la sociedad por el arranque del nuevo gobierno. La teoría del menos malo. La triste resignación de conformarse con poco.

El jueves fue otra jornada paradigmática para la política bipolar en la que parece seguir desenvolviéndose el país. Un grieta que no se agrieta. Ese día se conoció la última declaración jurada de Mauricio Macri. La primera en revelarse durante su presidencia. Un par de datos monopolizan con lógica los títulos. El líder del Pro admitía una fortuna más del doble superior a la de un año atrás. Redondeando, 110 millones de pesos contra 52 millones. Como parte de esa riqueza, se contaba un préstamo de 22 millones de pesos que el presidente le hacía a su amigo íntimo y empresario Nicolás Caputo. Y un equivalente a unos 18 millones correspondía a un depósito en las Bahamas.

En un país normal, cada una de estas noticias (el aumento del patrimonio, el préstamo millonario a su amigo sospechado y la plata en un paraíso fiscal) impactarían de lleno, de mala manera seguramente, en la imagen del presidente. Ya se ha dicho hasta el cansancio, y la realidad se empecina en confirmarlo, que la Argentina no lo es. Para suerte de Macri, acaso, pero para desgracia de los argentinos, ese mismo día, a la misma hora, se conocía una presentación judicial de uno de los hijos de Lázaro Báez en la que, grosso modo, reconocía que su padre era solamente un alfil en el esquema de negocios de los Kirchner y se quejaba, con razón, de que la Justicia se había obsesionado en no avanzar contra los picos de esa pirámide, es decir, contra la ex familia presidencial.

¿Qué es más grave para el país? ¿La confirmación de una maquinaria de corrupción que se llevó millonarios fondos públicos a la luz del día y ante el aplauso de muchos? ¿O la otra confirmación, la de un Macri presidente-empresario que juega parte de su fortuna en el exterior por un tema impositivo o vaya a saber uno por qué?

La reacción del entorno y de bastantes de los seguidores de ambos líderes viene siendo tan polémica como las polémicas en sí. El intento del kirchnerismo de vincular a Lázaro Báez con negocios del macrismo, cuando se trata de un socio declarado de la familia santacruceña, hace ruido por todos lados. La justificación de la corrupción como un síntoma democrático, esbozada por periodistas militantes, no amerita ni análisis. Da vergüenza.

Del lado del macrismo, también con cierto desparpajo o actuada ingenuidad, un sector busca teñir con normalidad un currículum económico del presidente cuanto menos cuestionable. No terminó de esfumarse el tufillo de los Panamá Papers y aquella participación de Macri en una sociedad en un paraíso fiscal, y viene la novedad de la fortuna depositada en el exterior. Nada que un ciudadano de edad medianamente avanzada y leído no pudiera esperar del presidente, cuya familia creció económicamente al ritmo de los negocios con el Estado y que tuvo un pasado acorde al zigzagueo de los otros empresarios afines. No es prejuicio ni invalida que, como gestor público, Macri pueda tener un comportamiento realmente a favor del bien común. Pero es lo que hay (en su pasado y presente).

Con astucia, y quizá demasiada audacia, los macristas apuestan a que la mirada de reojo sobre el Gobierno se enderezará una vez que la economía empiece a repuntar, durante el manoseado segundo semestre. Tan cierto como que el foco terminará de enturbiarse si las mejoras se demoran. El bolsillo manda.

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