Junio 1955: el primer gran golpe terrorista

Junio 1955: el primer gran golpe terrorista


Aquella acción de guerra contra el pueblo desatada en 1955 marcó mi adolescencia .

Vi pasar los aviones y caer las bombas aquel neblinoso 16 de junio.  No olvido el tableteo de la metralla de ese mediodía, y nuevamente por la tarde y la noche. No me lo contaron, lo tengo grabado.

Así como recuerdo el odio de unos contra otros en aquella argentina dividida, no olvido la tremenda intolerancia de la proscripción, no olvido la profanación de Evita, el prolongado exilio de Perón, no olvido la resistencia y la persecución constante a los trabajadores y al pueblo peronista.

Aquel 16 de junio bombas y metralla asesinaron a más de 300 civiles indefensos, y dejaron más de un millar de heridos. Eran en su mayoría trabajadores que cayeron defendiendo a Perón, Presidente legítimo electo por amplia mayoría. Horriblemente cayeron bombas sobre un micro de escolares que iban o salían de la escuela. De todos esos muertos,  casi nadie sabe sus nombres.

Por alguna razón se ha querido hacerlos desaparecer de la historia. Pero nunca nadie calificó esa barbarie de lesa humanidad ni de terrorismo. Hoy tenemos claro que ese 16 de junio fue el primer acto del Terrorismo de Estado. Es que el hecho no cabe en los argumentos de los que  quisieron  explicar la dictadura del 76 como una pelea entre dos minorías o una cruzada contra la subversión. No les cierra a los que pregonan que la violencia empezó en los 70.

Este millar de víctimas y los fusilados del 56 y todos los caídos durante los años de la resistencia y persecución, muestran claramente que la violencia la comenzaron en aquel 55, y continuó aún más aberrante veinte años después.

Nuestra generación fue criada en ese escenario de enfrentamiento. Sin embargo, aquéllas décadas de violencia hoy son historia.  Recordémoslas precisamente para que no ocurra nunca más. No por conjuro mágico sino por aprendizaje. Para eso nos sirve hacer memoria.

Para seguir aprendiendo que la paz es posible, que hay que construirla día a día, que requiere pasión, voluntad y paciencia.

Sesenta años después tenemos el privilegio y la suerte de poder hacer y sentir la democracia.  El país que tenemos con su poca o mala memoria, por el que luchamos y sufrimos, donde perdimos a muchos de nuestros más queridos compañeros,  ya no tiene vuelta atrás.

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