El Pro, con los pies en el barro de la vieja política

El Pro, con los pies en el barro de la vieja política


Al primer Kirchner nacional y al primer Macri porteño los habían acusado de compartir negocios –o al menos no embarrárselos– y de montar una pelea pública que no tenía correlato indeleble en privado. El supuesto blindaje a ciertos carriles de la relación se plasmaba en documentos públicos, esto es, leyes que impulsaba el Pro y apoyaba el Frente para la Victoria en la Legislatura de la Ciudad y viceversa. En esa nubosa relación, sin embargo, el macrismo quedaba un poco mejor parado cuando la comparación entraba en el campo de ciertas formas política. El estilo duro y la presión desembozada del kirchnerismo sobre algunos campos contrastaban contra los modos más naif que se esforzaba en transmitir el partido amarillo. Pero desde hace ya largos meses, y de modo explícito por estas horas, la posibilidad real de acceder al poder nacional y una inédita interna en el distrito que maneja a su antojo desde 2007 destaparon viejos vicios en una fuerza que busca mostrarse como lo nuevo.

Vale un repaso de la historia. Hace ocho años, cuando Macri era diputado nacional y vacilaba entre la posibilidad de competir por la Presidencia o hacerlo otra vez por la Jefatura de Gobierno, el empresario armó una estudiada puesta en escena frente a los medios. Recorría redacciones y estudios junto a su candidato a vicejefe en 2003, Horacio Rodríguez Larreta, y se fotografiaba con él mientras explicaba que sería su delfín porteño si su apuesta era finalmente la sucesión de Kirchner. El exfuncionario de Duhalde en la Anses sonreía a su lado como un niño. Larreta, que alguna vez le confesó a su psicólogo su ambición de ocupar el sillón de Rivadavia, está obsesionado hace años con, al menos, manejar los hilos de la Ciudad. No pudo ser.

En 2011, otra vez Macri jugaba con las dos posibles candidaturas. Entonces, cuando la interna entre Larreta y Gabriela Michetti era abierta, el jefe de Gobierno montó otra obra política: dijo que los dos podrían ser candidatos y hasta los hizo hacer un stand up político frente a dirigentes de su partido para ver quién mostraba más ganas y capacidad de reemplazarlo. El final del cuento es conocido: el expresidente de Boca repitió en tierra porteña, y Larreta y Michetti se quedaron con las ganas.

Para este año, la imposibilidad de buscar una nueva reelección obligó a Macri a abrir la puerta. Pero a la hora de salir a jugar, el Jefe de Gobierno intenta interceder en las reglas. Acaso seguro de que convencería a Michetti para que lo acompañe en la fórmula nacional, durante meses Macri se vanaglorió en público de la democracia interna que reinaba en su partido. “Para dirimir las candidaturas están las PASO de la Ciudad, para eso las impulsé y reglamenté”, repetía cada vez que la prensa lo indagaba por las intenciones encontradas de dos de sus dirigentes más cercanos.

Pero Michetti, su amiga, le dijo otra vez que no. Y Macri empezó a olvidarse aquello del partido modelo con internas democráticas. De entrada, el Jefe de Gobierno se manifestó públicamente a favor de la candidatura de Larreta. No le bastó. Después pidió a ministros y legisladores propios que le dijeran de qué lado estaban en la pelea. Y más: prestó cámaras y puso el cuerpo para mostrarse varias veces al lado de su postulante preferido. Su postura desequilibrada lo expone y desata varios interrogantes. ¿Qué lleva a Macri a jugar tan fuerte en una interna en un distrito que seguramente seguirá en manos de su partido? ¿Cuánto afectó su imagen que una dirigente desautorizara su plan superior para ganar la Presidencia? ¿Cuánto lo afectará una eventual derrota de su delfín interno?

Algunas fuentes del Pro relativizan ciertos extremos. Ni Macri sería tan jugado hacia Larreta cuando largue la verdadera campaña ni Michetti sería tan refractaria a los negocios del empresario Nicolás Caputo (amigo personal y funcionario en las sombras en la Ciudad) en caso de acceder al poder en Bolívar 1.

Esta suerte de “kirchnerización” de Macri para dirimir la primera interna en serio de su partido tuvo otro (mal) ejemplo en la Legislatura porteña. Después de reclamar durante años en el Congreso nacional la implementación de la boleta única para acabar con los malos modos y la trampa los días de elección (hay fotos del jefe del bloque del Pro, Federico Pinedo, con modelos de boleta única en conferencia de prensa), el jefe de Gobierno acaba de convalidar un retroceso local complicado de explicar.

Ya el primer paso que el Pro había dado hacia la puesta en vigor de la boleta única y electrónica había quedado envuelto en una polémica. Este sistema, que le permitiría a los votantes elegir a sus candidatos en una pantalla para luego imprimir la papeleta y ponerla en la urna, priorizaría las siglas de los partidos por sobre los nombres de los votantes. Los opositores hablaron enseguida de jugarreta electoral. Según su razonamiento, este sistema beneficiaba al Pro en general (muy consolidado como marca en el distrito) y a Horacio Rodríguez Larreta en particular (si terminaba siendo candidato se beneficiaría con el arrastre del sello). Pero aún con estas advertencias se seguía considerando un avance hacia la transparencia electoral.

Sin embargo, esta semana, con impulso del Pro pero el apoyo del resto de los partidos, el sistema quedó suspendido; al menos para las PASO del 26 de abril. Y más: la lista de comuneros, que por ley debe ir separada de las de legisladores y jefe de Gobierno, ahora irá pegada. La clásica sábana que el macrismo y otras fuerzas critican a nivel nacional. A la mayoría de la oposición al Pro le cabe la crítica a contramano: lo que le reclamaban al macrismo a nivel local para garantizar una elección justa y sin trampa no es mencionado entre sus prioridades a nivel nacional.

La marcha atrás tampoco terminó siendo gratis para el Pro. Mientras la empresa que ganó la licitación dejó trascender que no había impedimentos técnicos para poner en marcha el sistema, detrás de la decisión se sumaron versiones. Una hablaba, otra vez, de una supuesta ventaja para el “larretismo”: el jefe de Gabinete tendría mayor capacidad para fiscalizar la elección y así podría conseguir alguna ventajita contra Michetti. Todas delicias de la nueva política.

La senadora de discurso blanco tampoco se queda quieta. Para garantizar que los votos se cuenten de a uno y no desaparezcan listas, sus laderos buscaron ayuda en el campo gremial. Ese que el Pro más puro, del que Michetti es acaso su emergente más emblemática, suele criticar.

Desde la semana próxima, con el arranque de la campaña verdadera, el macrismo podrá demostrar hasta dónde lleva a la práctica esos bonitos conceptos democráticos que pregona en la teoría o cómo la realidad y la vocación de poder lo sigue desdibujando.

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