Unir y jugar fuerte en política

Unir y jugar fuerte en política

Es así que el Presidente, mas allá de determinados roces y disputas con las estructuras políticas tradicionales, y en particular con las del PJ, no ha variado su rumbo de mantener la alianza con que llegó al gobierno. No significa esto que desconozca los límites infranqueables que tienen aquellas para ser la columna vertebral del proyecto de transformaciones en curso, ni tampoco los riesgos de quedar prisionero de ellas (hábiles y maliciosas como pocas).


Unir y jugar fuerte en política.

Sabido es que para poder llevar adelante exitosamente este nuevo Proyecto Nacional que hoy está en curso, más temprano que tarde tendrá que contar con fuerza política organizada que lo sustente, llámese esta partido, movimiento o frente, de acuerdo a cómo el devenir histórico finalmente la materialice. Lo que, sin embargo, no es claro aún son los tiempos y las formas en que este proceso se va a desarrollar.

Muchos compañeros y compañeras tenían fuertes expectativas en que a poco de andar el Presidente hiciera una amplia convocatoria a todas las fuerzas nacionales y populares que anidan en nuestra sociedad (muchas de ellas dentro de los propios partidos tradicionales) para conformar así la nueva organización política que este proceso necesita, y sobre todo que necesitará. No obstante, en una parte importante, esos deseos no terminan de encajar, por ahora, en la realidad política concreta en que nos vamos moviendo. Néstor Kirchner no llegó a la presidencia producto de una acumulación de fuerzas previa contundente (en realidad, como él siempre lo señala, su objetivo eran las presidenciales de 2007) sino que arribó a la Rosada como consecuencia de la crisis de representación política que produjeron las históricas jornadas del 19 y el 20 de diciembre de 2001; y enancado en una alianza con el duhaldismo. Marchar entonces desde ese punto de partida, y en un lapso breve, a conmocionar todo el sistema político argentino, con las consecuentes confrontaciones que eso traería en múltiples terrenos -incluso institucionales, como con el Parlamento controlado por los partidos tradicionales-, hubiera sido abonar el camino a la ingobernabilidad; empujando a sectores que hoy son aliados del gobierno a brazos de la oposición, sin tener las suficientes espaldas para aguantar semejante desafío y salir triunfante de él.

Es así que el Presidente, mas allá de determinados roces y disputas con las estructuras políticas tradicionales, y en particular con las del PJ, no ha variado su rumbo de mantener la alianza con que llegó al gobierno. No significa esto que desconozca los límites infranqueables que tienen aquellas para ser la columna vertebral del proyecto de transformaciones en curso, ni tampoco los riesgos de quedar prisionero de ellas (hábiles y maliciosas como pocas). En múltiples oportunidades se ha explayado al respecto; como también en cuanto a la necesidad irrenunciable de contruir políticamente algo nuevo, que convoque y enamore a las mayorías populares. Habrá que ver en qué tiempos se puede desplegar esta estrategia.

Mientras tanto, ¿qué rumbo de construcción debemos seguir los que, desde distintos lugares pero por fuera de los partidos tradicionales, apoyamos a Kirchner y comulgamos con el Proyecto Nacional que él enarbola y expresa? Como hemos señalado en anteriores oportunidades, no tenemos que esperar la gran convocatoria al conjunto del campo nacional y popular (que seguramente llegará en su momento) para avanzar en agruparnos y representar políticamente a una porción significativa de la sociedad. Pasos en ese sentido ya hemos dado al constituir en Parque Norte, en junio pasado, el Frente de Organizaciones Populares.

No obstante, ahora tenemos que ir por más. Hay varias razones para ello. La primera es que los tiempos políticos se aceleran a ojos vista. La segunda es que, aunque les pese a todos aquellos que querrían verla abortada, la "transversalidad", es decir, las fuerzas del kirchnerismo por fuera de los partidos tradicionales, tiene vigor y existencia concreta significativa; sobre todo si somos capaces de agruparla mayoritariamente en un solo puño. La tercera razón para avanzar decididos por ese rumbo está vinculada a las elecciones de 2005, a la necesidad y la obligación de llegar a ellas con peso propio.

Por allí hay que ir entonces en tiempos más bien breves: en el orden nacional, en la Capital Federal y en todas las provincias y municipios. Las batallas políticas ya se están librando, y serán de mayor intensidad en la medida en que pasen los meses y nos adentremos en el año electoral. Tenemos que unir con amplitud si aspiramos a jugar fuerte. Si materializamos esto, haremos un significativo aporte al proceso encabezado por Néstor Kirchner.

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