Aprender de golpe

Aprender de golpe

"Los meses transcurridos desde que el ingeniero Mauricio Macri asumió la administración de la Ciudad resultaron muy distintos a lo que se podía imaginar el común de los mortales".


Los meses transcurridos desde que el ingeniero Mauricio Macri asumió la administración de la Ciudad resultaron muy distintos a lo que se podía imaginar el común de los mortales. Las presunciones acerca de lo que vendría no se confundieron con lo que vino. Bien lo definió el ministro de Educación, Mariano Narodowski, cuando afirmó a este medio: “Todos pensaban que íbamos a hacer milagros respecto de lo edilicio y ese mismo imaginario popular hizo que pensaran que un brevísimo lapso cada alumno iba a tener una computadora en su banco. Obviamente, no es así. A pesar del trabajo y en algunos casos de falencias graves en las escuelas como el tema del gas, ya nos han pegado en la prensa con el argumento de que no éramos eficientes como decíamos en la campaña. Lo curioso es que donde creían que nos iban a hacer la vida imposible e íbamos a claudicar, como en el caso de los gremios, lo curricular y los contenidos, allí no tenemos mayores problemas. Evidentemente, la gente se imagina una cosa y sucede otra, algo que a veces también nos sucede a los funcionarios”.

Macri tuvo durante este tiempo problemas de índole interna. Por ejemplo, las decisiones que tomó sobre su gabinete, donde surgieron nombramientos escabrosos con idas y vueltas innecesarias, adelanto de planes sin consenso mínimo, desprolijas fugas de funcionarios de primer nivel -sobresale Carlos Tramutola, uno de sus acompañantes en todo el periplo hacia Bolívar 1, eyectado de un ministerio que no logra hacer pie en la gestión. A popa de la interna más trascendente, entre Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti, acolchonada por la -temporaria- salida de escena de la dama, subyacen cientos de internas, casi todas menores pero otras no tanto, que se suman al desconocimiento de la burocracia, ese manejo que no se suplanta con voluntarismo ni con declaraciones, ni tampoco trayendo toda la gente de afuera del sistema, sino con un trabajo profesional, un equipo de expertos en asuntos de Estado.

El otro punto débil de esta gestión es justamente que su inicio no logra ser visualizado con precisión por el conjunto, y es por esa razón que ha descendido unos puntos en la consideración pública, bastante más que la imagen positiva del jefe de Gobierno (que sigue siendo alta). Y esto a pesar de que el conflicto del campo con el Gobierno de los Kirchner le brindó un amplio escudo en los medios, que se peleaban -y algunos siguen- para ver quién se aleja más rápido de las medidas tomadas en Balcarce 50.

La enrancia, la falta de tacto y la suma de errores tácticos y estratégicos, para el caso, podría estar perfectamente representada por Daniel Chaín, uno de los favoritos de Franco Macri y ex miembro del grupo Socma, que no parece tener múltiples dificultades para poner en marcha el elefantiásico proyecto de obras municipales. Por ahora poco y nada, bastante menos que su antecesor Jorge Telerman, en estos primeros seis meses de gobierno. En la anterior gestión, a esa altura, las plazas se veían cuidadas, arregladas o en vías de estarlo; lo mismo con el asfalto. Pero claro, la figura de Juan Pablo Schiavi no era ajena al ritmo de ese ministerio, sino claramente su cabeza.

En otras áreas, con lentitud, se va superando la subejecución denunciada con rampante oportunismo por la oposición, y empiezan a abrirse los sobres para algunas licitaciones, poco más. Sin dudas, un párrafo aparte merece Néstor Grindetti, el único ministro que se mueve al compás de las necesidades, un hombre astuto, muy astuto, que muy difícil caiga mal parado en la coyuntura que afronta. Es un muchacho de empresa, cierto, pero también alguien al que no le falta calle. Su amplitud de criterio y hasta su capacidad es reconocida hasta por sus adversarios. Sin incendios, lo sigue Gregorio Centurión, que hizo de una gestión gris algo más amarillo, siempre conveniente para llamar la atención. El único error grueso en este período fue no haber advertido que el anuncio del retorno de las fotomultas arruinaría el lanzamiento de un trabajado plan de tránsito.

El tercer escollo del macrismo reside en la Legislatura, donde son pocos los legisladores que están a la altura de las circunstancias, esto es, ser mayoría de un gobierno erigido por casi el 60 por ciento de los votos. El pecado que se cometió hace más de un año se empieza a pagar. Se deben desdoblar entonces sus principales referentes, Diego Santilli, Cristian Ritondo, Álvaro González, Martín Borrelli y el jefe de bloque, Oscar Moscariello, para conseguir un efecto de mayoría que habitualmente ejercen en comisión pero abandonan en el recinto. Muchas veces, por no decir siempre, los acuerdos previos de labor parlamentaria, de las comisiones o simplemente de los jefes de bloque, deben refrendarse en el recinto a partir de la actitud que tengan en el mismo los diputados de las bancadas involucradas. Ningún acuerdo se mantiene solo, si cada uno no pone lo suyo, y es allí donde se le produce a Pro un cuello de botella para retener al menor costo el terreno ganado los días previos. Si bien Santilli logró sancionar buena parte de los requerimientos de su jefe, Macri resulta insaciable cuando pide y -con la presión de Larreta- corre siempre el alambrado. El Colorado vuela, pero aunque vuele, nunca llega.

Los taxis de Viviani

El Sindicato de Peones de Taxis, conducido por Omar Viviani, es un aliado estratégico del camionero Hugo Moyano, las dos terceras partes del triángulo del transporte conductor de la CGT que se completa con los colectiveros y conductores de subte de Juan Palacios. Es difícil analizar la movilización de taxis del jueves pasado, sin entender la lógica de estos señores. Sería inexplicable aceptar que por el tema de los carriles exclusivos de las avenidas (las que ya los tienen, y las por venir), tanta cantidad de vehículos aurinegros se movilicen. Llama la atención que en las charlas con los funcionarios porteños los taxistas avanzaban y oían lo mismo que escucharon el lunes del acuerdo, previo al paro proyectado para el miércoles. ¿No será que Viviani mandó un mensaje -de costado, cifrado- a una CGT asediada (que por ahora conducen) y principalmente al Gobierno nacional, del daño que su gremio era capaz de infligir a Macri en su propio terruño, allí mismo donde las tácticas de la Rosada no hacen ningún daño relevante?

En la Ciudad, el Tío Alberto perdió tres veces, y los K no perforaron nunca la línea del 24 por ciento, con expectativas aún peores para el año entrante.
Viviani lo hizo.

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