Es "cobazo" a los Kirchner

Es "cobazo" a los Kirchner

Los autócratas se rodean de mediocres y adulones, y castigan severamente toda muestra de independencia. De ahí que se priven de elementos de juicio valiosos. Es lo que ha pasado con los Kirchner, que terminan abrazados a D´Elía y personajes de esa calaña, que les transmiten una visión distorsionada de la realidad.


“Todos los incurables tienen cura, cinco segundos antes de la muerte, escribió en un poema famoso Almafuerte. Tal vez la dura realidad lo haya curado a Cobos de esa ficticia "concertación plural" y haya entendido que se trataba en verdad de una "concentración singular”. La conciencia del Vicepresidente de los argentinos hizo que aquella recomendación no cayera en saco roto.

En la madrugada del jueves pasado, el oficialismo perdió la votación en el Senado, aun cuando, para que el resultado no le fuera adverso, haya sobrevolado el fantasma de la apelación al uso irregular de recursos públicos para doblegar las conciencias de los senadores dubitativos, o de aquellos que se “borocotizan”.

Lo que se dirimió en esa histórica jornada fue algo más trascendente que la alícuota de un impuesto: se jugaba qué modelo de país queremos forjar para nuestros hijos y nuestros nietos.

En ese momento advertimos que estábamos asistiendo a los últimos estertores de un sistema que lucha por sobrevivir, pero que fatalmente perecerá: es el sistema de nuestra larga y persistente decadencia.

Los Kirchner creyeron – o les hicieron creer a muchos incautos – que eran lo nuevo. Tanto machacaron con esa supuesta novedad que si un turista sin mayor conocimiento de nuestro país los hubiera escuchado, podría haber pensado que la historia argentina comenzó el 25 de mayo de 2003.
Esa pretensión inaugural era, como todo en ellos, impostada. En rigor, son la encarnación más acabada de lo viejo. Todos los fantasmas de la Argentina de los últimos 70 años, los de la decadencia, se manifiestan ahora de modo esperpéntico.

Ahí está la concentración del poder, la compra descarada de voluntades, el manejo arbitrario del presupuesto, el unitarismo más grosero – (mientras con cinismo se vitupera en los actos públicos a los próceres que dio Buenos Aires a la patria), la identificación de partido y Estado, el clientelismo más aberrante, el sindicalismo prepotente al servicio del partido gobernante, las fuerzas de choque paraestatales, el capitalismo de amigos, la falta de seguridad jurídica, el rumbo incierto en materia internacional.

Por ello, quizás lo menos importante del naciente jueves 17 de julio, haya sido el rechazo a un esquema de porcentuales tributarios.

No es que no sea trascendente que una resolución ministerial, inconstitucional por varios motivos, no cuente con el aval del Senado. Claro que lo es, y si no es derogada inmediatamente sin dudas esa decisión senatorial tendrá una enorme gravitación en el ánimo de los jueces que deban controlar la constitucionalidad de la Resolución 125 y sus modificatorias.
Pero lo más relevante es que se ha despertado un gigante dormido. Con todas sus imperfecciones, que saltan a la vista, el Congreso Nacional se puso de pie: titubeante, algo pesadamente, todavía aturdido por el sueño de cinco años, demostró en estas horas cruciales que el magnífico edificio de Entre Ríos y Rivadavia es algo más que una referencia arquitectónica e histórica de la ciudad.

¿Qué pasó para que el poder absoluto de los Kirchner se desmoronara tan pronto? No es por hacer alardes oportunistas, pero siempre creímos que este régimen falaz se derrumbaría de golpe. Es que cuando un gobierno se sostiene en la ficción, alimentada por la chequera y el látigo, pero no despierta el menor afecto social, el cambio de los vientos hace que sus estructuras se caigan como un castillo de naipes.
Repetidamente advertimos que la Argentina no era Santa Cruz. No somos ni un país nórdico ni uno del Africa subsahariana. No se nos puede mentir a todos todo el tiempo.
Los errores que condujeron a este resultado son infantiles.

Cuesta creer que personas cuyo único atributo verificable es el ejercicio del poder cometan errores de principiantes, pero la historia enseña que la acumulación excesiva de poder tiene el efecto de cegar a los gobernantes.

El constitucionalismo bregó, desde el siglo XVIII -aunque hay antecedentes más remotos-, por la limitación y el control del poder. Como técnica para lograr ese fin, creó la división de poderes, es decir, un sistema de frenos y contrapesos. En el fondo de esa idea late la famosa sentencia de Lord Acton: "El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente".

Sin embargo, la descentralización y la despersonalización del poder no son sólo cuestiones morales. Un poder republicano, esto es, limitado, controlado, abierto, tolerante, pluralista, es también una garantía de eficacia.

Los autócratas se rodean de mediocres y adulones, y castigan severamente toda muestra de independencia. De ahí que se priven de elementos de juicio valiosos. Es lo que ha pasado con los Kirchner, que terminan abrazados a D´Elía y personajes de esa calaña, que les transmiten una visión distorsionada de la realidad.

Pasan a vivir en un microclima y se realimentan con consignas que sólo tienen sentido para ellos. Las referencias del ex presidente a los "grupos de tareas" o los "comandos civiles" para caracterizar a las manifestaciones de los chacareros, no sólo son un penoso disparate: lo peor es que no las comprende la enorme mayoría de la sociedad.

Cobos hizo lo que debía hacer. El vicepresidente no es un subordinado del presidente. En todo caso, para reclamar la lealtad que se le exige, antes debían haberlo hecho partícipe de las decisiones fundamentales.

No exalto a Cobos, que cometió un grueso error al abandonar su partido para sumarse al kirchenerismo hegemónico, pero si rescato que haya defendido su rol institucional.
El senador todo terreno Miguel A. Pichetto (ayer ultramenemista, hoy ultrakirchnerista y mañana quién sabe) le dijo a Cobos que si votaba por el “no” dejaba al gobierno herido de muerte. Esta idea, compatible con la del golpe de estado que agitó el matrimonio presidencial, sólo cabe en un ignorante o en quien postula una democracia totalitaria.

Si el rechazo a la suba de un impuesto tiene ese efecto, entonces no es por obra del Congreso: sólo revela que el gobierno tiene pies de barro. En cualquier democracia hay proyectos de leyes promovidos por el presidente que no son convalidados parlamentariamente y eso no afecta al sistema.
Ayer se terminó un modo de gobernar. No sabemos cómo va a seguir la Historia, pero seguramente que será muy diferente, para bien del país.

Es cierto que hay mucho desorden y mucho alboroto. Veamos, sin embargo, el lado positivo: nace, con un parto trabajoso, la Argentina del mañana. La lidera esta vez el interior y Buenos Aires la acompaña. De estos confusos meses surgirá algo mejor. No le tengamos miedo a los ruidos. Todo taller de fragua -dijo Hipólito Yrigoyen- parece un mundo que se derrumba.

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