Cromañón: Cuando la tragedia puede ser un aprendizaje

Cromañón: Cuando la tragedia puede ser un aprendizaje

La tragedia de Cromañón abrió algo mucho más profundo que el debate acerca de la seguridad en los boliches. Mientras el dolor sigue intacto, existen problemas endémicos de gestión que tras este hecho pusieron al sistema actual de controles fuera de pista y urge una reconversión para brindar respuestas adecuadas a viejas problemáticas. Racionalmente, la renuncia de Ibarra no sirve para nada ni tampoco es el reclamo del cuerpo social que está dolido y maduro como nunca. Ibarra debe arbitrar las soluciones y no irse. La Legislatura fue el escenario político de un partido previsible: perdieron todos


Fueron días en que el dolor de las nuevas -y viejas- víctimas compartieron cartel con las estructuras políticas que desandaron a la fuerza el camino de sus vacaciones. Ya pasó la sesión para tratar la interpelación al jefe de Gobierno Aníbal Ibarra. Fue negativa por tres votos. Un nuevo mazazo al Gobierno y también para el macrismo que no logró alejar el fantasma del "golpe político".

Como sociedad estamos en riesgo de entrar en el peor de los escenarios: el de la lucha política para lograr ventajas corporativas que nada tienen que ver con la síntesis de la demanda social expresada inmediatamente tras el shock de la tragedia.

Hay un antes y después de Cromañón en la Ciudad de Buenos Aires, y quienes hoy ejercen sinceramente el poder de representación del sentimiento colectivo, nos hacen sentir a todos que no sólo es necesario, sino que esta vez es posible cambiar.

La explicación oficial de la "cadena de responsabilidades" parece razonable en la medida que van apareciendo más elementos, pero también es cierto que Omar Chabán y Aníbal Ibarra quedaron públicamente casi como los únicos integrantes de la misma, junto al inconsciente que tiró la bengala. Así lo destacan al menos todas las encuestas publicadas.

El hoy detenido Chabán podría constituirse en la punta del iceberg de un grupo de "empresarios" que, aprovechándose de la virtual inacción del Estado respecto a sus actividades, construye el éxito a costa del riesgo ciudadano, valiéndose de las distintas necesidades que expresa un pueblo en su devenir.

No se debería dejar pasar el tratamiento de la información de algunos medios masivos de comunicación. No todos calibraron el drenaje de información desde la ética, dejando en el aire un tufillo de complicidad de una operación montada a gran escala y quizás en otra parte.

ANTES Y DESPUÉS

Lo peor que se podría hacer es formar una Comisión Investigadora. Como decía Juan Perón, "si querés que algo no funcione, hacé una comisión". Las instituciones están para dar respuestas sin necesidad de generar nuevas ante cada traspié que se produce en las mismas. Y si no son capaces de hacerlo habrá que cambiar de nuevo metodologías y los hombres que las conducen, hasta que el Gobierno acierte y sea capaz de poner en caja lo que no funciona.

A propósito de las fallas, sería un tanto canallesco cargarle el San Benito solamente a esta gestión. El cuerpo de Inspectores de la Municipalidad, hoy del Gobierno de la Ciudad, fue siempre uno de los quistes de las instituciones porteñas, con nefastos antecedentes de todo tipo pero con una degradación creciente desde el retorno de la democracia a esta parte. La connivencia entre muchos de los políticos que hoy gobiernan desde el Ejecutivo o reclaman la interpelación a viva voz, junto a personajes del gremio municipal lograron surfear todas las crisis y escándalos. Se puede recordar cuando Ibarra lo definió como "un focazo de corrupción" y los echó a todos. Se fueron todos, pero Ibarra no mejoró nada en esa área la performance de gestión y la situación estalló de la peor manera.

REDUCCIONISMO

Los familiares y amigos de las víctimas se movilizan y expresan su reclamo como pueden. Han echado -dentro de su dolor, por izquierda y por derecha, a símbolos de una pelea que no es la de ellos. La sociedad toda, conmocionada como nunca, espera una salida racional del dolor hacia el mejoramiento de funcionamiento de los controles del Gobierno, de más seguridad en todo los ámbitos de vida.

Sería una pérdida de oportunidad reducir la tragedia social al tema boliches, porque -por ejemplo- podrían haber exisitido la misma cantidad de víctimas en una intoxicación masiva de alimentos en cualquier lugar de la Ciudad, situación que se encuentra objetivamente en absoluto descontrol.

Para los chicos, que fueron la totalidad de las víctimas y el motor de la protesta contra el sistema, quedará la enseñanza de que el "está todo bien" y "vamos loco que no pasa nada", no funciona más. No está todo bien y el precio del aprendizaje fue salvaje. Ellos con la dinámica social que los caracteriza deberán también cuidar y cuidarse sabiendo que son la carne de cañón del sistema.

Los padres y familiares en general sienten que sus hijos, si no estuvieron pudieron haber estado allí, ya que todos los fines de semana se repite el mismo escenario y esto podría volver a producirse. El resto de la semana continúa el via crucis ya que los replanteos no deberían sólo habitar en el área de justicia y seguridad.

Reducir el tema a la aplicación estricta de la justicia y la reparación a las víctimas sería adoptar un camino que seguramente llevará a la reiteración de tragedias. Por supuesto que es el primer paso imprescindible, pero hay que tener presente que es un punto de partida y no de llegada.

ACERCA DE IBARRA

Aníbal Ibarra se vió sobrepasado -quizás como todos- por la magnitud del hecho. Habitualmente rápido de reflejos, explicó como pudo la tragedia mostrando al menos la dignidad de dar la cara, endilgándole a Chabán lo que le corresponde y le puso un título "light" a la autocrítica.

El jefe de Gobierno es el máximo responsable político de las fallas del Estado. También tendrá que ser el responsable de la reconstrucción de un sistema que brinde garantías a la gente para vivir con la tranquilidad perdida y si no se acercará nueva y peligrosamente al precipicio político que transitó estos días.

Sería un error pensar -como operan algunos- que la renuncia de Ibarra es el camino adecuado para que esta situación se pueda revertir. Ibarra debe hacerse cargo y dar respuesta, no renunciar.

La sociedad entera -incluida la política, a veces tan divorciada- le debe exigir la correción de los males endémicos que aquejan a su gobierno, muchos de ellos heredados pero sin cambios en su gestión. Un muestra de madurez social sería reclamar "el cambio del perro y no del collar".

El pueblo le renovó el compromiso a Ibarra en las elecciones del 2003 para que lo haga. Pero ahora el incendio de Cromañón arrasó con su crédito y la gente dijo basta. Desde una visión más racional no se interpreta como basta de Ibarra, ya que se sabe que no alcanzaría con ello. La sociedad le dijo basta a la corrupción y a la impunidad, más allá de los boliches. Ese es el desafío de Ibarra y donde se decidirá su futuro.

INTERPELACIÓN Y "GOLPE POLÍTICO"

Quizás la interpelación haya resultado una compulsa de menor importancia mientras se siguen contando los muertos. Los llamados de Macri y las operaciones del Ejecutivo conformaron un escenario y un resultado previsible. Perdieron todos: los que no lograron la interpelación como paso previo a una avanzada mayor; el Gobierno que tuvo 37 voluntades en contra y sólo cinco a favor; las víctimas y la sociedad que nuevamente sintieron a los políticos alejados de su demanda y por ello ni siquiera fueron al show.

Nada será igual en la Ciudad de Buenos Aires después de Cromañón. Por la debilidad planteada en el oficialismo, cada uno desde su lugar tiene ahora la oportunidad de participar en la reconversión de un sistema de gobierno más confiable. Ibarra deberá abrir su gobierno a las demandas y propuestas de todos los sectores (incluso concurrir de motus propio a la Legislatura); el pueblo, introducirse en el sistema para aportar al mejoramiento de las instituciones junto a los funcionarios y legisladores y no pedir por fuera de la racionalidad, y toda la política, entender el mensaje de una sociedad que decidió no tolerar más que algunos pocos vivan en un mundo diferente.

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