Jorge Falcone: “El que no lucha, no come”

Jorge Falcone: “El que no lucha, no come”

El miembro de Organizaciones Libres del Pueblo (OLP), vaticinó una sombría etapa.


Los piqueteros han anunciado más marchas en contra de las medidas de ajuste de Milei. ¿Está de acuerdo con estas movilizaciones? ¿Cree que tienen un efecto positivo?

Efectivamente, el movimiento piquetero, como en otras oportunidades, ha anunciado una movilización. Desde su comunicación, la convocatoria viene creciendo bastante. Este 19 y 20 de diciembre conmemoramos el Argentinazo del 2001. Se sumaron, además al encuentro, el colectivo Memoria, Verdad y Justicia y algunas comisiones gremiales combativas. En las nuevas circunstancias, estamos muy atentos al semáforo represivo, a los efectos de no comernos la curva de lo que es capaz de hacer el capitalismo financiero transnacional, que acaba de mostrar los dientes recurriendo a la teoría del shock. Creo que la garantía de una ocupación del espacio público exitosa en esta nueva etapa sombría es la masividad de los reclamos. Y creo que es una responsabilidad de la dirigencia popular superar la fragmentación con la que nos venimos movilizando. El 20 de diciembre llegamos a la Plaza de Mayo, superando un protocolo represivo feroz, que no se animaron a utilizar. Seguiremos movilizándonos, nunca nos detendremos.

Una de las promesas de campaña del gobierno de Javier Milei fue sancionar a todo aquel que corte las calles para manifestarse. ¿Qué opina sobre este tipo de medidas?

Ciertamente, el nuevo oficialismo ha acuñado la temeraria consigna de que quien corta las calles, no cobra. El movimiento popular en términos generales y sus sectores más insumisos, consideramos que el que no lucha, no come.

En el día de ayer, el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD) liderado por Raúl Castells realizó una movilización contra Javier Milei, pero en la vereda y sin cortar el tránsito. ¿Qué opina de esta metodología?

A propósito de la conducta observada por el sinuoso Castells en las últimas horas, entendemos obviamente que no estamos viviendo momentos para hacer buena letra. Estas conductas no son ejemplificadoras para un sujeto social depredado económica y culturalmente que, al filo de una emergencia humanitaria, va a tener que mostrar los dientes también para sacarse este sayo que le han puesto sobre la nuca. Desde la OLP y el Espacio de Género Domitila Chungara que orientan Roberto Perdía y Carina Peralta, consideramos que ante una nueva circunstancia no se puede responder con viejas metodologías, como la del “luchismo” y el “marchódromo” que va de Constitución a Desarrollo Social, de Desarrollo Social al Obelisco y del Obelisco a la Casa Rosada o al Congreso. Y entendemos, frente a un gobierno más permisivo en materia de seguridad, pero que no ha logrado mover demasiado el amperímetro, hay que poner las barbas en remojo para pensar estrategias más eficaces y drásticas de lucha.

Existen ciertos movimientos sociales que obligan a sus afiliados a asistir a las marchas e incluso, algunos cobran parte de los planes sociales que reciben. ¿Ve posible un alzamiento de la gente contra estas agrupaciones?

Hubo una coincidencia en las propuestas electorales, tanto del candidato presentado por Unión por la Patria (UxP), como el de La Libertad Avanza (LLA), acerca de eliminar la mediación de las organizaciones sociales en el cobro del salario social complementario, implementando una tarjeta para que el beneficiario o la beneficiaria sortee el supuesto obstáculo que implica responder a una organización. Esta nueva modalidad tendrá una relativa eficacia en aquellos casos de organizaciones sociales prebendarias, donde lobos disfrazados de corderos abusaban del reclamo de un diezmo de ese plan al activismo de base, que tomaban lista y le respiraban en la nuca, con la amenaza de bajar del padrón a quienes no se movilizaran varias veces por semana, compulsivamente. Estas organizaciones se verán perjudicadas, merecidamente.

¿Y qué va a suceder con el resto?

No va a ser lo mismo para aquellas organizaciones que, como la nuestra y otras tantas organizaciones hermanas, abogamos por construir autonomía promoviendo micro emprendimientos productivos de carácter virtuoso, tendientes a generar trabajo sin patrón en las comunas y propiciando así un verdadero poder popular. A diferencia de otras épocas, en las que el activismo se acercaba adhiriendo a una plataforma programática, hoy el ciudadano se acerca al activismo a cambio de un plato de comida o de la protección de organizaciones que han abusado de esa intermediación que mencionaba antes. Lo que va a ocurrir con la aplicación de la nueva metodología, es que nuestras filas se van a ver menguadas. Se reducirá en los compañeros y compañeras la conciencia de la necesidad de luchar ya que, como dice el refrán, cocodrilo que se duerme es cartera. Y probablemente ese activismo, hasta ahora tan activo, valga la redundancia, se verá reducido. Hecha la ley, hecha la trampa. Surgirán nuevas herramientas, para que cada vez que el pueblo se movilice y obligue a los mandatarios de turno a cumplir con sus reclamos.

El sociólogo estadounidense Mancur Olson (1992) afirmó que los individuos participan de la acción colectiva cuando tienen incentivos selectivos para hacerlo. ¿Cuál es el incentivo que un ciudadano debe perseguir hoy para unirse al activismo?

Uno de los propósitos de nuestra organización es no mamar de la teta del Estado. Nuestro recurso a esa asistencia circunstancial siempre ha tenido como norte el objetivo inequívoco de generar verdadera autonomía. En algunos casos, lo hemos logrado más. Y en otros, lo hemos logrado menos. Nuestra misión es la constitución, podríamos decirlo así, de una federación de comunas autónomas que reconstruyan la materialidad de una vida digna para ese activismo al que convocamos. Todo aquel que haya sido privado de un plato de comida en su hogar, mal puede adherir a un proyecto emancipatorio. En la medida en que, valiéndonos de los pocos recursos que nos asisten, como puede ser la lucha de calles, contribuyamos con el resto del movimiento popular para poder construir una nueva hegemonía social, podremos librar una batalla cultural por otro sentido común que no sea el que pareciera empezar a predominar, el “sálvese quien pueda”. Debemos torcer la suerte imperante y tender a reemplazar a la clase política venal y rentista que hoy conduce nuestros destinos, en pro de una Asamblea Plurinacional Constituyente. Estamos avanzando sin prisa y sin pausa. Y, por supuesto, con marchas y contramarchas en pos de la efectivización de un horizonte de bienestar y no otro. Esa es nuestra ventaja diferencial, si cabe decirlo así.

Juan Grabois asegura que este gobierno va a asesinar socialmente a la clase media y baja.

Coincidimos con las apreciaciones que, en caliente, ha pronunciado el compañero Juan Grabois. Entendemos que las medidas anuncias por el supuesto Messi de las finanzas nos colocan ante una verdadera y dramática emergencia humanitaria. Y no va a tardar el acumulado en la experiencia de lucha de nuestro pueblo en ponerse de manifiesto. Pero no somos partidarios de responsabilizar al votante menos gorila de Milei. Me refiero a esos guachines del conurbano de corta edad, sin mayor experiencia política, sin la secundaria terminada, que no detentan los derechos que, oportunamente, el kirchnerismo ha apelado en su campaña, pero lo ha hecho, a nuestro criterio, fallidamente. Tampoco responsabilizamos a esa franja social de la curva por que se va a ver perjudicado, ahora que el nuevo oficialismo muestra la hilacha y sincera que el ajuste va en detrimento de la patria.

Si es así, ¿qué explica que casi 15 millones de personas hayan votado a Milei?

Al cabo de 40 años de vigencia de orden constitucional, en el marco de una democracia que no garantiza ni un plato de comida en los hogares humildes, ni el acceso básico a la salud pública, ni a una educación de calidad sostenida, capaz de promover la movilidad social, era lógico y explicable que casi un 30% del electorado, movido por el resentimiento del fracaso del populismo, votara en contra de quienes se fueron de pico con chamuyo flaco, pretendiendo representar a las mayorías. Y que poco después se sumara a ese caudal de votos, el hartazgo de un porcentaje de argentinos contra el que llevó esos indicadores hasta el 56%. Este voto fue en el afán de apostar por el único político al que, a pesar de su aspecto estrafalario y sus frecuentes desbordes, no se puede responsabilizar por el desastre social y económico al que nos han llevado. Me refiero al economista Javier Gerardo Milei. Por supuesto. Milei conquista el voto prometiendo no ajustarle el cinto a lo que llama “la gente de bien”, sino a esos que llama “casta”, que supuestamente chocaron la calesita en las últimas cuatro décadas. Ni más ni menos que en el Día Internacional de los Derechos Humanos, el presidente electo, pronunciando el discurso más catastrofista e intimidatorio del que los que peinamos canas tengamos memoria, fue ovacionado por alrededor de veinte o treinta mil personas. Cifra bastante menor al millón que el oficialismo esperaba, por cierto. Estas personas, convencidas de que viajaban en la cubierta del arca del anarcocapitalismo, que los iba a sacar de perdedores, creyeron que el mazazo anunciado caería sobre la nuca de los políticos caretas, que nos vendieron gato por liebre. Entonces, aplaudieron rabiosamente el sincericidio de ese político, supuestamente franco, que antes de dispararte en la frente, te lo anuncia. Pero en las últimas horas, la careta de este nuevo oficialismo se ha caído a pedazos.

¿Cómo ve su futuro en la política y en el ámbito de los movimientos sociales? ¿Está trabajando en algún proyecto en particular?

Yo soy un modesto trabajador de la cultura y además, soy militante popular. Adhiero al proyecto emancipatorio del nuevo cuño. Y estoy convencido de que no será obra del sector social más dinámico de los últimos tiempos, me refiero al de los trabajadores y trabajadoras del sector informal, lo que va a torcerle la mano a estos verdaderos, parafraseando a Silvio Rodríguez, servidores de pasado en copa nueva. Hay que repensar el mundo del trabajo. Los trabajadores del movimiento nacional de las empresas recuperadas también tienen la palabra en la gestación de lo nuevo y creo que, más allá de las burocracias sindicales, venales y rentistas, hay que movilizar a las comisiones internas de los gremios en lucha, a los efectos de crear una nueva masa crítica que le ponga un palo en las fauces al cocodrilo del poder. Particularmente, estamos recorriendo el interior en pro de un plenario federal para el año venidero. Tendremos que luchar con pies de plomo porque, desde el Ministerio de Seguridad, la funcionaria, oportunamente acusada de asesina ponebombas en los jardines de infantes, tiene bastante experiencia en disciplinar al movimiento social, como lo pueden acreditar los familiares de Santiago Maldonado y de Rafita Nahuel. Por lo tanto, habrá que arbitrar nuevos mecanismos de lucha, sin cejar en ese menester. Estoy además integrando, circunstancialmente, un equipo de trabajo que orienta el historiador Felipe Pigna. Venimos trabajando en la reivindicación de cierto ideario programático que esperamos que la patria vuelva a levantar cabeza, de la mano de un documental recientemente estrenado que se titula “Manuel Ugarte: El destino de un continente”. Y estamos estudiando poner en valor la labor de un ninguneado como fue el patriota Manuel Dorrego.

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