El reclamo de días atrás con el corte de la autopista Illia en protesta por soluciones habitacionales en laVilla 31, volvió a posicionar en el centro de la polémica la situación de casi 40.000 personas que allí residen. De acuerdo con un relevamiento, el alquiler de viviendas en el barrio oscila entre 700 y 1500 pesos y hasta 2.500 por un local.
Además, los precios varían en función de la ubicación (la villa tiene calles troncales muy concurridas, con negocios, bares y mejores servicios), el hormigón (gran parte de la villa tiene calles de cemento), los accesos (estar cerca de las terminales de ómnibus, trenes y subtes de Retiro) y la posibilidad de tener baño.
En relación con esta situación, la abogada Luciana Bercovich, de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia expresó: “Los inquilinos son las personas más vulnerables dentro de un ámbito de vulnerabilidad. No tienen ningún elemento de seguridad, habitan un espacio sin firmar contratos y no tienen resguardo. En este momento el conflicto adquiere relevancia porque, si bien en la Ciudad la población se mantiene estable, no pasa lo mismo en las villas”, publica Clarín.
De parte de los gobernantes, la Legislatura porteña votó un plan de urbanización que, por ahora, tiene una traba insalvable: Nación debe vender o traspasar a la Ciudad los terrenos en donde está asentada la villa. Mientras no ocurra, la Legislatura porteña no tiene potestad para cambiar la zonificación y otorgarle status de barrio a la villa.
Desde Ciudad aseguran que continúan con los trabajos e informaron desde el Ministerio de Desarrollo Económico: “Entre 2012 y 2013 hicimos 4.500 metros de infraestructura, esto es: calles asfaltadas, agua potable, cloacas, pluviales y luminarias. Además de cuatro plazas y cuatro canchas de fútbol”.
Según un experto en el tema y arquitecto, “es positivo que se hagan obras, pero son precarias y no cumplen con las normativas del resto de la Ciudad. Cada vez hay más viviendas, sin ningún tipo de regulación. Hace falta más presencia del Estado”.
En tanto, las empresas Edenor y Edesur debieron colocar más transformadores en las bocas para abastecer la demanda. Y las madejas de cables que surcan de lado a lado los pasillos de la villa tejen una red que interrumpe la vista al cielo.
