Alicia Pierini: “El derecho a la vida está en riesgo global”

Alicia Pierini: “El derecho a la vida está en riesgo global”

La exdefensora del Pueblo de la Ciudad se muestra optimista con los avances realizados en derechos humanos pero remarca las deudas pendientes. Entre ellas, los altos índices de desigualdad.


Hoy, la mayor vulneración de los derechos humanos está en el sistema carcelario y en la violencia institucional”, dice Alicia Pierini, en diálogo con Noticias Urbanas. El mes pasado, la Legislatura porteña la nombró Personalidad Destacada de los DD.HH., reconociéndole a la abogada su amplia labor en la materia. Un trabajo con el que impregnó una década al frente de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, dos mandatos previos como legisladora porteña y siete años encabezando la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Nación, entre otras actividades entre las que se destaca, también, su participación en el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), en la década de 1980.

–Generalmente, se vincula a los derechos humanos con el reclamo de justicia frente al terrorismo de Estado. Sin embargo, hay otros derechos que también forman parte de este colectivo y que son vulnerados a diario. ¿Cuáles serían los derechos humanos que menos se respetan en nuestro país?

–Para responderte quisiera primero retomar el inicio de tu pregunta. Es razonable que la sociedad vincule los derechos humanos con las secuelas del terrorismo de Estado y haya demandado verdad y justicia por la simple razón de que las palabras “derechos humanos” entraron en el país de la mano de los familiares, madres y abuelas de las víctimas de la dictadura. Nunca antes se habían utilizado esas palabras ni sus contenidos y, sin embargo, siempre hubo crímenes políticos, torturas, desapariciones e incluso un bombardeo a la Plaza de Mayo. Hoy a ese bombardeo a mansalva lo denominaríamos crimen de lesa humanidad, pero cuando ocurrió, en 1955, pasó de largo con apenas un enjuiciamiento militar que dejó todo en la mayor impunidad. Los otros derechos, los de igualdad, salud, vivienda, educación, los derechos del trabajador, los derechos de la ancianidad, de los niños y de las mujeres ya se habían consagrado en la Constitución de 1949, aunque no se denominaron derechos humanos. Veinte años después, en 1969, se declararon y ampliaron los DD.HH. con todos sus perfiles en el Pacto de San José de Costa Rica, que fue ratificado por la Argentina en 1984, tras la recuperación de la democracia. Ahora la sociedad sabe que los derechos humanos son un amplio abanico de derechos que abarcan todas las facetas de la vida y la dignidad de las personas. Pero la “marca inicial” de las dos últimas generaciones los ha dejado anclados al pasado setentista. Y los organismos de derechos humanos también quedaron anclados a las secuelas de esa etapa. En la actualidad, la vulneración de los derechos humanos sigue siendo alta, pero sus defensores son menos escuchados. La mayor vulneración está en el sistema carcelario y en la violencia institucional. También son vulneración de derechos la falta de trabajo, de vivienda, de justicia, la pobreza, la inequidad, la discriminación, la contaminación ambiental. En democracia no debería haber ninguna clase de vulneración de derechos, ni grande ni chica.

–¿Qué políticas se deberían implementar desde el Estado para garantizar la vigencia de los DD.HH. en las áreas donde hoy esto no ocurre?

–El Estado es el principal sujeto garante de los derechos ante la sociedad y ante la comunidad internacional. Para garantizar la vigencia de derechos, las políticas públicas deben ordenarse en línea con los valores y los principios del sistema constitucional y del sistema de las convenciones internacionales ratificadas. Una política pública que capacite a los funcionarios y los motive a conocer el Sistema Interamericano de los Derechos Humanos en simultáneo con el derecho constitucional es una herramienta muy necesaria para crear una cultura de derechos humanos en la entraña misma del Estado, que es el garante de los derechos de sus ciudadanos. Porque el pueblo que tiene necesidades sabe que a sus necesidades les corresponden los derechos que le faltan. Pero es el Estado, a través de sus funcionarios, el que debe proveerlos con una buena gestión de políticas públicas.

–Usted varias veces ha denunciado el accionar de las fuerzas de seguridad en operativos donde se vulneraron los derechos humanos. ¿Cómo evalúa hoy a la Policía Federal, a la Bonaerense y a la Metropolitana en este tema? ¿Hubo avances o hay que seguir trabajando mucho en ese aspecto?

–El mapa del delito ha cambiado mucho y los cambios no han sido para mejor. Hace veinte años no existían como epidemias el narcotráfico ni el consumo de drogas con la profusión actual. La democracia aún no ha podido abordar a fondo la corrupción de las fuerzas de seguridad. Quizás porque, lamentablemente, son muy pocos quienes, desde el mismo Estado, pueden enseñar con el ejemplo. Hemos tenido episodios impensables de violencia policial, graves, aunque hay que reconocer que no son numerosos. No son la regla sino la excepción. Igualmente, no alcanza solo con la capacitación. Lo más importante es la ejemplaridad que, cuando existe, impregna a toda la estructura. La Policía Metropolitana, por su juventud, es la menos contaminada. Pero hay que poner más energía política para cuidar y profesionalizar a los que nos tienen que cuidar. No arriesgo ninguna opinión respecto de la Policía Federal ni de la Bonaerense porque están compuestas por miles de efectivos y sería irrespetuoso opinar generalidades a partir de conocer solamente algunos casos.

–¿Qué desafíos imponen los derechos humanos de cara al futuro?

–La cara del futuro es la de un planeta en crisis de depredación por la voracidad de las industrias extractivas que secan la tierra, contaminan las aguas, matan a los animales y los bosques y, si sigue todo igual, matarán también a la humanidad. El derecho a la vida está en riesgo global. Los que trabajamos en DD.HH. tenemos la obligación de alertar a nuestros gobiernos y de pedirles que miren más lejos y más alto. De advertirles que la pobreza de muchos y la riqueza de pocos no solo es una inmoralidad, sino una profunda injusticia. Y que el derecho a la dignidad también está en riesgo. El sistema económico global tiene que tomar conciencia de su responsabilidad acerca de la degradación de los recursos naturales y de la degradación de la vida y la dignidad de millones de personas. Hoy, ser defensor de los derechos humanos implica generar políticas que miren hacia los pueblos, colaborar para que no se sigan engordando burocracias inoperantes y trabajar por la democracia y la gobernabilidad, abordando profesionalmente los conflictos para ayudar a construir la paz social.

–¿Cómo está la Argentina hoy en materia de DD.HH., en comparación con otros países?

–Con la Reforma Constitucional de 1994 dimos un salto positivo en calidad como no lo ha hecho aún el resto del continente. Estamos muy bien en términos de legislación y de conciencia social crítica, y tenemos bajos niveles de discriminación, aunque altos niveles de desigualdad. La democracia volvió para quedarse y ese es un piso firme para mejorar la salud jurídica. Soy optimista en los temas nacionales, aunque haya dificultades, porque siento que el diálogo y la búsqueda de consensos van a prevalecer por sobre las actitudes irresponsables. En la actualidad, los problemas gigantes que acosan a los derechos humanos provienen de afuera, a pesar de que, lamentablemente, sean aceptados por muchos de los de adentro. El problema mayor es el paradigma tecnológico arrasador de las fuentes de vida (agua, aire y tierra) y el de la dominación de los capitales voraces que generan guerras para producir armas, generan drogas para someter conciencias y generan golpes de Estado para dominar a los pueblos.

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