En los cuarteles del ministro Cavallo ya hace tiempo que se estudian -con una urgencia no exenta de cierta desesperación- los caminos posibles para evitar que se lleven a cabo las elecciones de octubre. Su intención es posponerlas para los primeros meses del 2002
La idea, en realidad, ya venía siendo discutida entre oficialistas y opositores -especialmente peronistas- en reuniones reservadas, por lo que últimamente se había convertido en un secreto a voces. Incluso Felipe Solá, el vicegobernador bonaerense, se pronunció en favor de la iniciativa, oficiando de vocero de su gobernador, que necesita oxígeno desesperadamente para evitar que la crisis y sus "patacones" lo arrojen al vacío.
La diputada Vilma Ripoll, por su parte, manifestó que "los responsables de esta crisis están intentando ganar tiempo porque saben que serán castigados por ser los impulsores de este modelo, del que Cavallo es el padre. Hay que vivir con lo nuestro, eso es verdad, pero como lo nuestro lo regalaron, entonces ¿por qué no reestatizamos todas las empresas que ellos rifaron, como Aerolíneas?. Armaron una fiesta, pero ahora temen que el pueblo no se las deje disfrutar".
Algunos asesores y expertos constitucionalistas ya advirtieron a los partidarios de posponer los comicios de que la movida es imposible. Daniel Sabsay la calificó directamente como un "golpe de estado". Rosendo Fraga le recordó a Cavallo que en los Estados Unidos no se interrumpieron los comicios ni siquiera durante las dos guerras mundiales. Existieron muchas otras objeciones que no es del caso enumerar, pero que se pueden resumir de una manera: lo único que no puede hacer una democracia es cercenar el más elemental derecho de los ciudadanos: el de elegir a quienes lo representan.
