Un cronograma electoral de quince rounds

Un cronograma electoral de quince rounds

"Ibarra hoy, a pesar del revés sufrido en la Justicia y luego de la caída -quizás transitoria- de su esquema bipolar (mal llamado polarizador), se encuentra con un armado más coherente que sus rivales para afrontar el nuevo escenario político que dejó la primera vuelta de la elección nacional".


El vértigo de estos tiempos es uno de los principales protagonistas de la política argentina y nuestra ciudad no es ajena a esto. Hasta hace pocos meses el verano nos dibujaba un panorama de troika en la lucha para jefe de gobierno. Mauricio Macri, Daniel Scioli y Aníbal Ibarra disputaban palmo a palmo la posibilidad de acceder o retener el sillón de Bolivar 1. La subida o bajada del ex motonauta, según quien la interprete, dejó en carrera una compulsa bifronte y, rápido de reflejos, Aníbal Ibarra sorprendió a propios y ajenos con un llamado a elecciones para el 8 de junio que polarizó la elección no sólo de forma política sino "ideológica". Por ese entonces (hace muy poco) los números de la mayoría de las encuestas le sonreían al presidente de Boca, encima Boca ganaba con Carlos Bianchi y al ingeniero Manuel Pellegrini lo querían echar de River.

Ibarra ("el Flaco" para los suyos, como aquel Carlitos Monzón que no lucía pero demolía al que le ponían delante) tejía en silencio un acuerdo político sumando a todos aquellos sectores que, desperdigados, tenían más cosas en común que en contra. Así vio la luz Fuerza Porteña, desde donde el golpeado Frente Grande sumó a sus ex socios del Frepaso -el tozudo pressing por los cargos del socialismo unificado-, más el ARI de Carrió, más algún que otro peronista aislado alineado con Kirchner. El jefe de Gobierno mantuvo una prescindencia ética en las elecciones nacionales, ya que si bien no jugó con un candidato se identificó públicamente con Bravo, Kirchner y Carrió, desechando cualquier otro candidato.

A su vez Ibarra soportó en estos días las andanadas de despecho del ganador en las internas del radicalismo porteño, Cristian Caram, a pie firme, sin responder a las mismas y protegiendo bajo su ala a los que podrían haber sido perjudicados por las mismas, sin tomar represalias hacia divisa alguna, sosteniendo a rajatabla la trasversalidad de su gobierno que en este marco de postergación podría sumar otros signos políticos.

Ibarra hoy, a pesar del revés sufrido en la Justicia y luego de la caída -quizás transitoria- de su esquema bipolar (mal llamado polarizador), se encuentra con un armado más coherente que sus rivales para afrontar el nuevo escenario político que dejó la primera vuelta de la elección nacional.

Hoy ya no se pueden diseñar estrategias pensando al electorado sólo en términos de Macri. Hoy, al igual que en la elección nacional, tendemos a avanzar en la Ciudad hacia un escenario a la boliviana, con cuatro o cinco candidatos que oscilan entre los doce y veinticinco puntos, donde un error mínimo, un ataque mal mensurado entre dos contendientes, puede dejar a cualquiera fuera de carrera o favorecer a un tercero en su propio perjuicio.

El más perjudicado sin lugar a dudas es Macri, quien -salvando las distancias- creía al igual que Carlos Menem que la elección era un trámite administrativo, y que el conocimiento técnico más el poder económico arrasaría a la vieja política que desde el Estado lo hizo rico, sin poder reconocer un cambio. Otro perjudicado será Luis Zamora, que apostó a no conducir al pueblo y ganó. Y la gran beneficiada es Patricia Bullrich, con la pregunta del millón ¿es realmente la heredera de López Murphy?

Entre todos ellos, Ibarra, que como aquel otro flaco santafesino, sabe que la pelea es a quince rounds, con cualquier reglamento, incluso el de la Corte.

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