La colonización cristinista

La colonización cristinista

Por Horacio Ríos

El Gobierno nacional intenta quitar el monumento al descubridor de América y generar un hecho político que le permita meterse en el territorio porteño en un año electoral que vislumbra difícil.


Es sabido que el Gobierno nacional, después de diez años de ejercicio del poder, posee un buen entrenamiento en el arte de la confrontación, un saber que suele utilizar con mucho, poco o ningún tino, según la ocasión.

El traslado de un monumento a Cristóbal Colón fue el detonante de una polémica entre el Gobierno nacional y el Gobierno porteño que merodeó la escasa estatura de una garrafa antes que las elevadas cumbres del Everest. Claro que esa movida, aparentemente ingenua, escondía un plan del kirchnerismo para marcarle la cancha a Mauricio Macri. Para marcársela en su propia cancha. Una vez más. Para generar un hecho político, un “bicentenario” chiquito, con la colocación, en el lugar donde se erige el monumento a Colón, de otra estatua, dedicada a Juana Azurduy. Para ser local otra vez, en un año electoral complicado en la Ciudad, territorio siempre hostil al kirchnerismo y al peronismo en general.

Para eso, se programó trasladar la estatua –obsequio de la comunidad italiana por el primer centenario de la Revolución de Mayo– a la ciudad de Mar del Plata, adonde reside la colectividad italiana más importante de la Argentina. Para eso, también, el Gobierno nacional debería, quizás, haberles dejado saber a los porteños de su proyecto. Costaba poco y se hubiera evitado lo que siguió.

Enterados de la política de hechos consumados de la Casa Rosada, los jóvenes del Pro iniciaron una resistencia al mejor estilo peronista, que incluyó diversos tumultos, forcejeos y protestas callejeras. El nivel político de la discusión estuvo a la altura de los talones, no del cerebro. Pero es mejor ir por partes, como diría Jorge Burgos, el inefable “Descuartizador de Barracas”, porque a los hechos no les faltó una pintoresca salsa italiana.

La grúa que provocó la invasión

El viernes a las 9.30 de la mañana empezó siendo un día como cualquier otro en las inmediaciones de la Plaza de Mayo. El joven militante de La Solano Lima –agrupamiento juvenil ligado a Cristian Ritondo– caminaba con las manos en los bolsillos rumbo a su trabajo cuando la vio.

Una enorme grúa que, amenazante como un monstruo antediluviano, entraba en la Plaza Cristóbal Colón despertó la curiosidad del muchacho cuando la vio moverse pesadamente hacia el monumento que recuerda al marino genovés que hace casi 521 años descubrió –al menos para los europeos– este continente en el que vivimos.

Una vez que llegó a su escritorio en la Legislatura, el joven informó a sus compañeros de la presencia de la grúa en el lugar, haciendo encender todas las alarmas. Inmediatamente, un grupo de legisladoras del Pro –que terminaban de votar el día anterior la declaración de la estatua como un bien integrante del patrimonio histórico y cultural de la Ciudad de Buenos Aires– se dirigió a la Plaza para pedir explicaciones a las autoridades nacionales sobre las acciones que se estaban realizando.

Antes habían llegado algunos empleados del Ejecutivo porteño que, en medio de forcejeos y empujones, lograron colarse en la Plaza Colón, que alberga el monumento al gran almirante.

Tomás Insausti, un empleado de la Secretaría de Ambiente y Espacio Público, se trepó a uno de los andamios erigidos alrededor del monumento e intentó detener a los operarios que trabajaban sobre Colón, pero fue expulsado por los custodios, sorprendidos y algo amoscados por su heterodoxo reclamo.

Entretanto, las legisladoras Lía Rueda, Diana Martínez Barrios y Raquel Herrero, todas del Pro, se presentaban ante el portón de entrada a la plaza y eran interceptadas por los celosos custodios.

Rueda relató a Noticias Urbanas: “Llegué para ver qué pasaba y pedí por un responsable de la obra. Cuando salieron algunos camiones, pedí permiso para entrar. En ese momento llegaron algunos periodistas y, como un colaborador me avisó que la puerta estaba abierta, entré en la plaza junto con el defensor adjunto del Pueblo de la Ciudad, Atilio Alimena”.

Minutos después, cuando hablaban con el ingeniero a cargo de la obra, “llegó corriendo el teniente coronel Agustín Rodríguez, jefe de la Casa Militar, con quien discutimos un poco y luego se fue. Después vinieron cuatro soldados y nos invitaron a ir al despacho de Rodríguez. Allí nos reunimos con la secretaria de Oscar Parrilli, Alicia Alonso, que nos explicó lo que estaban haciendo, hasta que de repente, por medio del celular de Alimena, nos enteramos de que había entrado en vigor el amparo presentado por la ONG Basta de Demoler, entonces nos fuimos”, repasó Rueda.

Como la charla había durado alrededor de 40 minutos, sus desconfiados compañeros comenzaron a entrar en pánico, por lo que echaron a rodar una versión alarmista. Incluso, el vicepresidente primero de la Legislatura, Cristian Ritondo, tuiteó que Rueda estaba detenida, haciendo cundir la alarma. Pero, antes de eso, Ritondo se fue hasta la Casa Rosada, donde no lo dejaron entrar y se quedó en la puerta a los gritos, intentando entrevistarse con algún funcionario.

En medio del tumulto, el vicepresidente de la Legislatura se vio rodeado por los no tan simpáticos jovenzuelos de la Guardia de Infantería, que, a pesar de los temores de los rebeldes, se limitaron a mantenerse a la distancia, atentos y vigilantes.

Finalmente, el vicepresidente de la Legislatura se encontró con la “liberada” Lía Rueda, junto a quien regresó a la Legislatura para convocar a una conferencia de prensa en la que manifestó, algo recargado, que “llevarse el monumento representa un robo a la Ciudad”. A la vez que se quejó por no haber sido recibido en la Casa de Gobierno, aclarando al mismo tiempo que su presencia en la puerta de la calle Balcarce “no era para tirar piedras, sino para dialogar”.

Un traslado muy hablado

El 22 de marzo de 2013, los directivos de la comunidad italiana de Mar del Plata se comunicaron con el intendente de la ciudad balnearia, Gustavo Pulti, para que tramitara ante el secretario general de la Presidencia de la Nación, Oscar Parrilli, que el Monumento a Cristóbal Colón que se encuentra en la plaza homónima detrás de la Casa Rosada fuera trasladado a la Ciudad Feliz, ante la decisión de la Presidencia de la Nación de que fuera reemplazado por una estatua de Juana Azurduy de Padilla, heroína de las luchas de la Independencia que luchó junto a Martín Miguel de Güemes.

La colectividad italiana de Mar del Plata es la más importante del país, y su intención es ubicar el monumento en la Plaza Colón, que se encuentra frente al Casino de esa ciudad, “un sitio de alto tránsito, no solo por los habitantes sino también por los turistas que visitan la ciudad”, afirmaron los descendientes de italianos en un documento.

El Pro siempre se opuso

Desde el principio, voceros del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires manifestaron su oposición al proyecto del Gobierno nacional.

“Si el Gobierno nacional quiere trasladar el monumento de Cristóbal Colón dentro del espacio de la plaza que lleva su nombre, puede hacerlo sin inconvenientes, porque la Nación tiene a su cargo el cuidado de la misma”, replicó el ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, Diego Santilli, para aclarar luego que “sin embargo, si su intención es sacarlo de allí y trasladarlo a otro espacio público, entonces va a necesitar una ley de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires”.

Entretanto, en la Legislatura, algunos diputados del Pro daban inicio a la resistencia al traslado. La diputada Marta Varela, presidenta de la Comisión de Ambiente, presentó un proyecto de declaración por el que le solicitaba a Mauricio Macri que gestionara ante la Nación la reapertura de la Plaza Colón al público y que impidiera la remoción del monumento.

“Ver el Monumento a Colón rodeado de andamios y cubierto de lonas como si fuera a ser objeto de un inminente traslado, sin que se haya consultado a esta Legislatura, debe ponernos en alerta para impedir un nuevo atropello de nuestra autonomía”, planteaba la legisladora.

Por su parte, la presidenta de la Comisión de Cultura, la diputada Lía Rueda, advertía que “si bien no ha habido una confirmación oficial ni acto administrativo a tal efecto, como presidenta de la Comisión de Cultura de la Legislatura quiero dejar en claro que el Monumento a Colón es parte del Patrimonio de la Ciudad”.

El convenio iría a la Corte Suprema

Más allá de las controversias, el parque y el monumento fueron cedidos en administración a la Nación por un convenio que firmaron el 6 de diciembre de 2007 el jefe de Gobierno Jorge Telerman y el secretario general de la Presidencia de la Nación, Oscar Parrilli.

Posteriormente, el 9 de octubre de 2008, la Legislatura aprobó la Ley Nº 2.862, por la cual se aprobó el convenio suscripto casi un año antes entre ambas jurisdicciones.

Un detalle que deberá ser tenido en cuenta en las futuras acciones judiciales es que ambas partes acordaron en el convenio someterse, en caso de desacuerdos, directamente al arbitraje de la Corte Suprema de Justicia.

Las polémicas

Los desacuerdos se verbalizaron de manera abundante en este mundo de la palabra que estamos viviendo.

El secretario general de la presidencia, Parrilli, acusó a Mauricio Macri de “tener una displicencia alarmante en el manejo del tema”.

Para el funcionario, el Gobierno de la Ciudad “no cuida los monumentos históricos” y afirmó que la intención del oficialismo es reparar la estatua y llevarla a un lugar “tan digno como el que está ahora”.

Entretanto, el jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, contestó que “lo que dicen es que hay un problema de seguridad y por eso se lo llevan”, y agregó que “si corre riesgo de caerse, que lo arreglen en lugar de llevárselo”.

Le contestó el presidente del bloque del Frente para la Victoria de la Legislatura, Juan Cabandié, que señaló que “llama la atención que el Pro repentinamente defienda el patrimonio cuando, para construir el metrobús, removió seis estatuas, de las cuales se desconoce su paradero, y dañó el monumento en homenaje a la democracia”, recordando a continuación que el Gobierno porteño “en el mes de abril retiró la estatua al Indio Americano y destruyó completamente un tótem donado por un pueblo originario del territorio canadiense”.

Poniendo picante en el plato equivocado
Con su mejor cara de “yo no fui”, la inefable Patricia Bullrich escribió, en medio de la polémica, en la red del pájaro azul: “Dónde querrán llevar el Teatro Colón? Hagamos la lista de posibles lugares”.
La respuesta más irónica fue la de un usuario que se hace llamar Pablo Balcarce, que le sugirió a la diputada que “suspenda con el Malbec”.
Un final adecuado para tantos sinsabores.

Monumento a la controversia

La obra, de 26 metros de altura y de un peso de 623 toneladas, fue realizada en mármol de Carrara por el escultor florentino Arnaldo Zocchi (1862-1940), que había sido elegido por concurso por la comisión recaudadora de fondos de la comunidad italiana, que deseaba homenajear a nuestro país en el Centenario de la Revolución de Mayo.

Zocchi realizó el monumento íntegramente en Italia. Luego, desarmado, fue transportado hasta Buenos Aires, donde el propio artista se encargó de dirigir la obra de montaje en el Parque. Allí estuvo presente el día de la inauguración, en junio de 1921, junto al presidente, Hipólito Yrigoyen.

En su cara este, el monumento muestra las roturas como consecuencia de los proyectiles que dispararon los aviadores que bombardearon la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, en el segundo intento de derrocar al presidente Juan Domingo Perón.

En 1987, el Monumento a Colón sufrió un atentado explosivo del cual nunca se conocieron sus autores.

Jorge Telerman: “Es una situación absurda”

El exjefe de Gobierno porteño Jorge Telerman se manifestó, en diálogo con Noticias Urbanas, en términos irónicos ante la situación planteada en torno al traslado del monumento.
“Es inexplicable que esto sea motivo de una controversia. En estos días, cualquier cosa es un justificativo para la discordia, es increíble”, se mofó el actual director del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, tomando una postura crítica frente a ambas administraciones, la nacional y la porteña, por el tema.
Sobre las jurisdicciones que rigen sobre el monumento, Telerman dijo que “la administración del Parque Colón le corresponde a la Presidencia de la Nación, pero la propiedad del predio es de la Ciudad, el resto es tema de los abogados. Lo que no tiene consistencia es que haya una controversia sobre este tema. Llevar una decisión paisajística al terreno político solo demuestra una baja capacidad de resolver cuestiones importantes, pero sencillas”, remató.
Interrogado sobre lo que hubiera hecho él mismo, Telerman respondió: “Los monumentos hay que cuidarlos, hay que preservarlos. Yo lo pondría lindo y aprovecharía el lugar que lo rodea para organizar conciertos todos los fines de semana, una idea que en su momento les propuse a Néstor y a Cristina Kirchner y con la que estuvieron totalmente de acuerdo”.

Final con moraleja

Curiosamente, en el momento en el que este breve reportaje se estaba realizando, Telerman, justamente, estaba pasando junto al monumento. En ese instante, la conversación se interrumpió abruptamente. Segundos después, cuando se pudo reanudar la charla, el cuarto jefe de Gobierno que tuvo la Ciudad advirtió, con tono risueño, que “Colón está enojado, porque esta situación es absurda”.

Juana Azurduy, heroína de la independencia

Juana Azurduy de Padilla, cuya estatua en su homenaje quiere colocar el Gobierno nacional en lugar de la de Colón, fue una de las heroínas más importantes de la independencia argentina. Nació en Chuquisaca en 1780 y falleció en Jujuy en 1860.Descendiente de una familia mestiza, quedó huérfana en edad muy temprana. En 1802 contrajo matrimonio con Manuel Ascencio Padilla, con quien tendría cinco hijos. Tras el estallido de la revolución independentista el 25 de mayo de 1809, Juana y su marido se unieron a los ejércitos populares, creados tras la destitución del virrey.

Juana colaboró con su marido en la organización del escuadrón Los Leales, que se unió a las tropas enviadas desde Buenos Aires para liberar el Alto Perú. Se vio obligada a abandonar a sus hijos para entrar en combate en varias ocasiones, ya que los ejércitos realistas llegados desde Perú atacaron el Alto Perú. La Audiencia de Charcas quedó dividida en dos zonas, una controlada por la guerrilla y otra por los ejércitos leales al rey de España.

En 1810 se incorporó en el ejército libertador de Manuel Belgrano, que quedó muy impresionado por el valor en combate de Juana. En reconocimiento a su actitud, Belgrano le entregó su propia espada. Juana y su esposo participaron en la defensa de Tarabuco, La Laguna y Pomabamba.

Fue especialmente meritoria la intervención de Juana en la región de Villar, en el verano de 1816, cuando su marido tuvo que partir hacia el Chaco y dejó a su esposa a cargo de esa región, conocida también como Hacienda de Villar. La zona quedó bajo ataque realista, pero Juana organizó la defensa del territorio y, en una audaz incursión, arrebató ella misma la bandera del regimiento al jefe de las fuerzas enemigas y dirigió la ocupación del Cerro de la Plata.

Por esta acción y por los informes favorables de Belgrano, el gobierno de Buenos Aires, en agosto de 1816, decidió otorgar a Juana Azurduy el rango de teniente coronel de las milicias.

Tras hacerse cargo el general José de San Martín de los ejércitos que pretendían liberar Perú, la estrategia de la guerra cambió. San Martín quería atacar Lima a través del Pacífico, por lo que era necesario, para poder desarrollar su estrategia, la liberación completa de Chile. Esta decisión dejó a la guerrilla del Alto Perú en condiciones muy precarias; Juana y su marido vivieron momentos extremadamente críticos, tanto que sus cuatro hijos mayores murieron de hambre.

En 2009, Cristina Fernández le otorgó a Juana Azurduy de Padilla el grado de generala del Ejército Argentino.

El monumento en homenaje a Juana Azurduy que será erigido en la Plaza Colón fue donado por el gobierno de Bolivia a través de un decreto supremo que, entre sus considerandos, destaca que el 12 de julio –día del natalicio de la heroína de origen boliviano– es el día de la Confraternidad Argentino-Boliviana.

 

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